A un año de las elecciones presidenciales, la única certidumbre es la incertidumbre sobre el nombre del triunfador. Al margen del juego de palabras, el inédito escenario preelectoral obligará a la oposición a extremar sus movimientos de cintura y a dejar de lado posiciones totalizadoras.
El Frente Amplio Unen (FAU), que desembarcó en Rosario durante los últimos días, es el que más relegado aparece en ese escenario de cuatro cuartos que mixtura con Mauricio Macri, el kirchnerismo y Sergio Massa, pero la casi segura competencia en las Paso podría llevar consigo un envión para quien resulte legitimado por los votos.
De a poco, toma consistencia en el espacio de la centroizquierda la idea de unificar fórmulas para evitar la escasa influencia que hasta aquí ejercen las cinco candidaturas presidenciales del enclave. Julio Cobos intentó mostrarle la pelota a Hermes Binner proponiéndolo como su candidato a vicepresidente, y el socialista pareció seguirle el juego. Sin embargo, si se conoce mínimamente a Binner, esa chance no tendría posibilidades de sobrevivir.
Eso sí, las fórmulas Cobos-Binner y Sanz-Carrió generarían una interna competitiva que, a la vez, serviría para despejar el demasiado transitado camino del FAU, que también incluye a Fernando Pino Solanas como presidenciable.
Pero todo no es lo que a veces aparece en la superficie. "No se juegue por ninguna candidatura ni binomio. Falta mucho para que el escenario quede definido, y falta saber qué pasará con la economía", dijo Lilita Carrió a LaCapital durante un break de su actividad en Rosario.
En el socialismo asoma un frente de desconfianza hacia los movimientos de Sanz, a quien los pasillos de la política siguen vinculando en una hipotética fórmula con Mauricio Macri. "Si Sanz tiene tantas ganas de jugar con el PRO, lo mejor sería que lo diga y se vaya del FAU", azuzó una espada socialista rosarina de la primera línea pidiendo reserva de identidad.
Lilita no descarta que, al final del camino, haya una síntesis en el peronismo que, obligadamente, llevaría al no peronismo a buscar caminos consensuales antes de las Paso. De hecho, este diario pudo saber que en alguna oficina que aún le queda a un histórico operador peronista en Casa Rosada brota la idea de que Daniel Scioli y Massa, al final del camino, vuelvan a sentarse a una misma mesa. "Es verdad, esa idea la escuché. pero para eso se necesita que uno de los dos (Scioli o Massa) queden en tercer lugar en las encuestas para que se vean obligados a negociar, y eso por ahora no aparece".
Los juegos de arena, las especulaciones y los movimientos de tablero inducen a mil operaciones de prensa que, en verdad, no tienen otro motivo que el de mantener el precio alto de los precandidatos.
Desde el PRO, el viernes, chicaneaban al ala más progresista del FAU que se niega a acoplar vínculos: "Es muy gracioso que los socialistas nos manden al carril de la derecha y despotriquen cuando sus principales dirigentes (Antonio Bonfatti, Hermes Binner y Miguel Lifschitz) hicieron fila para participar del seminario de economía de la Fundación Libertad, que no es un think tank progre ni mucho menos".
La callosa realidad que asoma en Santa Fe y en la Nación —con inseguridad galopante e índices económicos cada vez más preocupantes— convierte a los dogmas (progresistas, conservadores o liberales) en papel mojado a la hora de gestionar. Hoy, más que nunca algunos pontificados teóricos suenan a música extraña: la seguridad no es de derecha ni de izquierda, es un flagelo que se debe combatir aquí y ahora.
Paradigmas y urgencias. Un interesante cambio de paradigma se dejó leer entre líneas en el discurso de Miguel Lifschitz, precisamente en su ponencia en la Fundación Libertad, cuando habló de la necesidad de la "eficiencia" y la "productividad en el Estado" como elementos indispensables para lo que se viene.
A su vez, admite el gobernador Bonfatti en una entrevista que se publica hoy en este diario que el eje discursivo por el cual transitará la campaña electoral en Santa Fe tendrá casi un solo carril: el debate por la inseguridad cada vez más preocupante que se registra en Rosario, que ayer alcanzó la trágica cifra récord de 188 personas asesinadas desde que comenzó el año, 11 más que los registrados en septiembre de 2013.
Pese a que la presencia de Gendarmería logró apaciguar el torbellino de violencia asociado al narcotráfico —pero ni por cerca logró terminar con la cuestión—, la espiral de inseguridad continúa hoy por otras formas alineadas en el delito tradicional que golpea a todas las clases sociales. Resolver esta cuestión es tarea de las fuerzas de seguridad provinciales.
Pese a que se trata de una órbita de jurisdicción provincial, los vaivenes de la inseguridad hacen que la sociedad rosarina traslade responsabilidades a los funcionarios que tiene más a mano, en este caso a quienes conducen la Municipalidad de Rosario.
Como ya se escribió en esta columna el socialismo resolvía esta ecuación con facilidad cuando el poder provincial estaba en manos del peronismo, pero poner ahora el punto sobre las íes obligaría a llevar a la práctica algún tipo de fuego amigo. Sin embargo, a veces no sólo se trata de "articular consensos", también hay que saber mover el mantel cuando las complicaciones están a la orden del día.
Pero no sólo los temas calientes de la actualidad local actuarán como factor de innegable presión a la hora de definir candidaturas y discurso en el oficialismo. Los opositores deberán poner en el terreno electoral a postulantes que sepan de lo que están hablando, más allá de críticas abstractas. Al fin, los rosarinos no les transferirán las llaves de la ciudad a quienes no ofrezcan méritos.
Pese a versiones y rumores de toda índole, el Plan A del socialismo sigue siendo que la actual intendenta, Mónica Fein, vaya por la reelección. Las cartas de la oposición y de algunos sectores del Frente Progresista no alineados con el oficialismo aún están por jugarse.
En este punto, en el escenario local se vislumbra un panorama parecido al nacional: la letra gruesa de la historia preelectoral aún está por escribirse. Al guión le faltan los actores.