El juez federal Daniel Rafecas está de recorrida por el país presentando su libro "Historia de la Solución Final", una obra que indaga e interpela sobre las causas que llevaron a la consumación del exterminio de los judíos europeos en la Segunda Guerra Mundial por parte del nazismo.
"La enseñanza del Holocausto (o Shoá) demuestra que el mantenimiento prolongado en el tiempo de discursos del odio desde el Estado desemboca en los campos de concentración", dice el magistrado en una entrevista con La Capital, horas antes de presentar el libro en un hotel céntrico de Rosario.
Rafecas, de 45 años, hace 12 que comenzó interiorizarse sobre el horror del Holocausto y el resultado es este libro sobre los crímenes del nazismo contra el pueblo judío, que él espera sea material instructivo para educar contra el odio.
El juez no acepta (y se disculpa por ello) preguntas sobre la coyuntura política y sobre causas resonantes que lo tienen (o tuvieron) como protagonista. La más emblemáticas de ellas es la causa de la ex Ciccone, que involucra al vicepresidente Amado Boudou, y de la que fue apartado por la Cámara Federal porteña por haber intercambiado mensajes de texto con un abogado de las partes.
La única aproximación a la realidad candente de la política es una opinión personal sobre el inicio del diálogo que acordaron Argentina e Irán para saldar ante la Justicia el atentado a la Amia. "Soy pesimista. Irán jamás va a entregar a sus funcionarios sospechados", apunta Rafecas.
—¿Qué fue lo que le disparó interesarse por este tema?
—Hay un denominador común de toda mi actividad profesional y académica que es la preocupación de la violencia desde el Estado. De hecho, como juez, tengo a cargo la causa por el Primer Cuerpo de Ejército y mi tesis doctoral en la Facultad de Derecho fue sobre la tortura y otras prácticas ilegales a detenidos. Respecto a la violencia nazi y el totalitarismo, su más perverso producto ha sido el exterminio por métodos industriales de 6 millones de víctimas judías en lo que se conoció como el Holocausto o la Shoá.
—¿Cuál es el proceso histórico que desemboca en el fanatismo alemán y la Solución Final?
—Intentar responder a ese interrogante es el objetivo principal del libro, que es pretender hacer inteligible lo que parece irracional, como la creación de Auschwitz y los demás campos de concentración. La enseñanza del Holocausto demuestra que el mantenimiento prolongado en el tiempo de discursos del odio desde el Estado desemboca en el campo de concentración.
—¿Por qué el gobierno argentino de esa época simpatizaba con el nacional-socialismo?
—En los países de la región, sobre todo Argentina, Chile y Brasil, había los mismos prejuicios que en Europa respecto del judaísmo, porque se lo asimilaba al comunismo, y además había un fuerte antisemitismo religioso.
—¿Fue por ese contexto que llegaron al país muchos criminales nazis después de la guerra?
—Había una política inmigratoria que estaba ocupada por las élites locales. En todo ese período eran bienvenidos a nuestros países los colectivos que eran compatibles. Se calcula que entraron un cuarto de millón de personas provenientes de los países derrotados en la guerra. Entre ellos también se filtraron algunos miles de criminales de guerra.
—¿Sin el conocimiento del gobierno de Perón?
—En principio sí, porque todos ellos ingresaban con nombres falsos y a través de una cadena de encubrimientos. Lo que luego se conoció como "la ruta de las ratas".
—¿Qué semejanzas encuentra entre el método nazi de exterminio y el que usó la dictadura argentina?
—Hay algunas cuestiones que claramente identifican a un régimen con el otro. Sin ir más lejos, la propia lógica con la que funcionaban nuestros centros clandestinos de detención se asemejan a los campos de concentración nazi, especialmente por el hecho de que cualquier víctima que ingresaba en unos y en otros era sometida inmediatamente a un proceso de deshumanización y despersonalización. Todo cautivo dejaba de ser personas, era alguien que quedaba suspendido entre la vida y la muerte, y a total disposición de sus captores. También está demostrado judicialmente el alto grado de antisemitismo que había entre los represores argentinos. Hay una clara sobrerrepresentación de judíos en las nóminas de asesinados y desaparecidos. Y también está demostrado que quien era identificado como judío o judía en un centro clandestino, padecía un especial ensañamiento en la tortura.
—¿Y el paralelo de la complicidad civil de la sociedad alemana con el modelo nazi y en nuestro caso, con la última dictadura?
—La respuesta es compleja. Lo que está demostrado históricamente es que el pueblo alemán acompañó las políticas nazis de persecución a sus enemigos e incluso en las deportaciones. Pero la sociedad alemana no estaba dispuesta a acompañar al régimen en el exterminio físico, por eso los fusilamientos masivos y los campos de exterminios fueron realizados en el máximo secreto y fuera de las fronteras de Alemania. En el caso argentino también está demostrado en las investigaciones judiciales recientes que los centros de tortura estaban en el máximo secreto y cuando la clandestinidad estaba en peligro, el centro se desmantelaba. Pasó con la Mansión Seré o con Automotores Orletti, por ejemplo.
—¿Advierte aún en la sociedad argentina formaciones antisemitas?
—En los márgenes de los medios de comunicación, de la sociedad circulan discursos del odio, negacionistas del Holocausto y germinan en gente joven que no ha tenido acceso a información sobre esta tragedia. No saben quién fue Hitler, qué fue la Shoá. La mejor receta para neutralizar estos discursos es la educación y ese es el objetivo que tiene este libro: alcanzar al ciudadano común y no sólo a las bibliotecas de entidades educativas.
—Esos discursos del odio afloraron cuando fueron los atentados a la embajada de Israel y a la Amia...
—Sí, hubo ciertos sectores que, por su antisemitismo, quería correr a la comunidad judía del rol de víctima. Acertadamente el resto de la sociedad advirtió que esos atentados fueron contra todo el pueblo argentino. Pero esos discursos desaparecieron con el avance de la investigación judicial que determinaron claramente que Hezbolá e Irán están implicados en los atentados. Esto también está relacionado con el terrorismo de Estado y el Holocausto: son crímenes contra la humanidad.
—¿Guarda alguna expectativa de la reunión bilateral entre Argentina e Irán para llegar a un acuerdo para juzgar a los acusados de la voladura de la Amia?
—No, soy muy pesimista.
—¿Por qué?
—En realidad, no sé si tengo argumentos, pero por todo lo que he leído y seguido del tema, tengo la sensación de que Irán jamás va a entregar, ni siquiera a un tercer país, a los sospechados, empezando por su ministro del Interior.