¿Será este el "último invierno" para Detroit?

Washington. — Bush no se había imaginado así su despedida: el mandatario saliente dejaba traslucir ayer en su cara lo desagradable de su aparición y lo difícil de su tarea. Bush, el ferviente defensor del mercado libre y desregulado, tuvo que apoyar a la vapuleada industria del automóvil con una ayuda estatal millonaria sin saber siquiera si llevará al éxito. Cada vez en voz más alta se plantea la pregunta de si GM y Chrysler podrán salvarse. Bush se mostró con rostro compungido y sin titubear dejó en claro que bajo circunstancias normales, un "colapso controlado", es decir, una insolvencia según el modelo estadounidense, sería la vía adecuada para la golpeada industria. "Bajo circunstancias económicas normales diría que es el precio que tienen que pagar las empresas que fracasaron", dijo. Ningún presidente estadounidense fue nunca tan duro con la antes adorada industria automotriz.

En realidad, los 17.000 millones de dólares para GM y Chrysler no son más que las proverbiales gotas sobre la piedra caliente que en el mejor de los casos les proporcionará tiempo para tomar aire. Hasta finales de 2009, los "tres grandes" habían pedido nada más y nada menos que 34.000 millones de dólares.

Para decirlo claro: el saneamiento a largo plazo será tarea del próximo presidente. Barack Obama, que tras asumir el cargo el 20 de enero quiere dar marcha a un programa coyuntural completo de 850.000 millones de dólares, siempre consideró a la industria del automóvil la "espina dorsal" de la economía estadounidense y podría considerar ayudas a largo plazo para ella.

Bancarrota indeseada. También expertos opinaron recientemente que existía la posibilidad de bancarrota. Sin embargo, el peligro era más bien bajo, porque el riesgo para el Estado sería mucho mayor y éste, simplemente, no podría permitirse dejar morir a las empresas. Lo complicado de todo es que incluso ahora ni siquiera está a la vista una salida verdadera de la situación. Los expertos creen que ya en "condiciones normales" sería necesario un acto de fuerza de enormes dimensiones para poder redimir a las fabricantes estadounidenses de los pecados que cometieron durante décadas: la elección de un modelo equivocado, salarios y costos sociales demasiado altos, mala gestión... y la lista de errores es larga. ¿Y qué sería necesario entonces ahora, en un momento en que la economía mundial se desploma a su peor recesión en décadas e incluso fabricantes relativamente sanos como los alemanes y japoneses se ven en dificultades?

Los productores redujeron ya drásticamente los costos y recortaron decenas de miles de puestos de trabajo, y ahora interrumpen la producción durante semanas. Y la empinada caída del mercado estadounidense en un 36 por ciento continúa casi imparable también en diciembre. También Ford, la empresa que no tiene tanto el agua al cuello como sus competidoras, anunció el cierre durante al menos una semana en enero de diez fábricas en Norteamérica, lo que hará caer la producción en el primer trimestre en casi un 40 por ciento. Especialmente amenazante suena que GM quiere incluso parar momentáneamente los trabajos de construcción de una nueva planta para fabricar motores de bajo consumo. Ahí debía fabricarse exclusivamente modelos respetuosos con el medio ambiente. Suena casi como si la empresa hubiera perdido la fe en el futuro, porque Obama ya anunció que sólo veía oportunidades de saneamiento si la industria fabricaba también autos que ahorraran combustible.

Multa

Una empresa accedió a pagar 20,7 millones en multas y embargos luego de ser acusada de contratar a indocumentados. La penalización recae sobre un fabricante de plataformas para transportar carga de Houston, Texas. El arreglo incluye el pago de 2,6 millones en salarios atrasados y multas que afectaron a 1.700 obreros.