Un hombre que no alcanza a estacionar su auto y lo acribillan con ocho tiros frente a su casa. Una pareja de jóvenes estudiantes secundarios que muere en una emboscada a balazos que no era para ellos. El asesinato del verdadero destinatario, un mes después, con al menos nueve disparos desde un auto a su moto. Esas cuatro muertes se sucedieron en los últimos seis meses en barrio Santa Lucía y ayer quedaron insertas en una misma trama cuando dos hombres fueron imputados en dos de esos crímenes. Se trata de hechos que para la fiscalía fueron venganzas por peleas entre bandas y que están conectados entre sí.
Los acusados son Omar Epifanio G. y Raúl Alfredo O. Los dos fueron apresados el lunes en el marco de doce allanamientos en el barrio ordenados por los numerosos hechos violentos y con armas que se registraron allí en los últimos meses. A los dos les secuestraron armas y quedaron en prisión preventiva sin plazos. Les imputaron haber cometido, junto a otros dos hombres aún no apresados y por encargo, el crimen de Facundo Acosta, un joven de 17 años ultimado con nueve disparos cuando salía en moto de visitar a su novia el 26 de octubre pasado.
Para la fiscalía, al joven lo mataron en venganza porque había baleado a otro adolescente del barrio que a causa de ese incidente usa muletas. En tanto, a Omar G. también lo acusaron por la muerte de Julio César Pereyra, un hombre que no alcanzó a bajar de su auto el 23 de mayo pasado cuando se acercaron dos hombres a pie y uno de ellos descargó ocho tiros sobre el auto. Siete atravesaron la puerta y dos hirieron a la víctima en el tórax.
Saga. El de Pereyra fue el primer crimen de la saga que ayer desplegaron en audiencias penales dos fiscales de Homicidios. El barrio ya había sido sacudido por una seguidilla de muertes en enero, cuando en dos días mataron a Mario Brest, de 15 años, su tío Brian Torres, de 20, y un amigo de ambos, Lucas Maturano, de 23.
La siguiente ola de muertes arrancó en mayo. Pereyra tenía 44 años y fue asesinado a las 21.30 de un sábado en la puerta de su casa del pasaje 1756 al 2200, cerca de Circunvalación y 27 de Febrero. Allí vivía con su mujer y sus hijos. No le robaron nada. Quince meses antes, en marzo de 2014, había sido atacado a tiros con una escopeta por dos hombres que fueron condenados a prisión en un juicio abreviado, uno a cinco años y cuatro meses y el otro a tres años.
Por el caso fue acusado ayer Omar G., un chatarrero de 34 años con escuela primaria incompleta que tenía pedido de captura. El fiscal Miguel Moreno lo imputó como autor de un homicidio agravado y por la portación del arma. El juez Gonzalo López Quintana dispuso que quede en prisión preventiva.
Compañeros. Tras ese primer round, Omar G. fue sometido a una segunda audiencia en compañía de su vecino "Willy" O., de 29 años. El fiscal Florentino Malaponte les atribuyó a ambos el crimen de Acosta. Los dos quedaron imputados de homicidio calificado por ser efectuado con el concurso de cuatro personas, lo que prevé prisión perpetua. El juez José Luis Suárez les impuso la prisión preventiva sin plazos.
Omar "Nego" G. también fue acusado de la portación de un arma de fabricación casera, similar a una ametralladora, hallada bajo el asiento de su auto marca Fiat en el patio de su casa de Cerrito al 7500. "Yo nunca salí de mi casa, nunca estuve prófugo ni recibí una citación. No tengo nada que ver", dijo el acusado, además de pedir que periten el arma. "Eso no es mío, me lo pusieron", se despegó.
Los dos implicados dijeron trabajar juntos, uno en el comercio de chatarra y el otro en la reventa de papeles. A "Willy" O. también le adjudicaron la portación ilegal de una pistola Browning 9 milímetros con cargador completo, más dos cajas de cartuchos, hallados en el modular de la cocina de su casa de pasaje 1878. "Yo no me fui a ningún lado, no tengo nada que ver", dijo acompañado por el defensor de ambos, Ariel González Zevallos.
Precio. "La cabeza de Acosta tenía precio", dijo el fiscal Malaponte al exponer sobre el caso. Según planteó, al adolescente lo buscaban para matarlo porque él había herido a Nahuel N., también menor de edad, quien desde entonces quedó con muletas. De acuerdo con los testimonios que recogió la fiscalía, este chico y su padre encargaron el crimen de Acosta, todo enmarcado en "problemas entre bandas por el tráfico de drogas".
Esa orden de matar a Acosta, señaló, se llevó dos vidas ajenas al conflicto. Diego Juan Durán y Julieta Milagros Sosa eran estudiantes secundarios y no vivían en Santa Lucía. Tenían 16 y 17 años. El domingo 20 de septiembre habían ido en una moto a una casa de pasaje 1752 al 2000, una zona humilde de zanjas a cielo abierto. A las 23.30 subieron a la moto para volver a sus casas de la zona oeste, pero no pudieron salir de ahí. Desde otra moto los atacaron con una infernal ráfaga de tiros con 9 milímetros. Sus cuerpos quedaron tirados allí mismo, a la altura de Cerrito al 7600.
Diego recibió un balazo en la zona subescapular izquierda y quedó desvanecido en la zanja. Julieta cayó al asfalto con una bala que le ingresó por la parte inferior del tórax y salió entre la segunda costilla y la séptima. Se hallaron nueve vainas y la moto en que se movilizaban desapareció del lugar.
No estaba claro por qué los habían matado hasta que un testigo dijo que habían sido el blanco equivocado de un ataque dirigido a Facundo Acosta.
Segundo intento. Un mes más tarde los sicarios acertaron. Cerca de las 22 de un lunes, el adolescente salía en moto de visitar a su novia cuando en el pasaje 1741 al 7600 fue interceptado por un auto blanco chico, con vidrios polarizados, desde el cual descendió el acompañante y descargó al menos nueve tiros al cuerpo del muchacho. Este último, según Malaponte, era Omar "Nego" G. Al volante iba un sujeto al que le dicen "Abuelo" y en el asiento trasero iban "El Mafia" y "Willy" O.
Los efectivos de la policía científica constataron que el adolescente tenía nueve orificios de entrada, al menos dos con salida, e incautaron ocho vainas calibre 3.80.
"La primera y más importante evidencia es la declaración de la novia de la víctima", dijo el fiscal. La chica contó que esa noche se despidió de Facundo, lo vio salir en moto y le llamó la atención el paso de un auto blanco a gran velocidad. Enseguida escuchó los disparos. Al salir, se encontrón con un testigo directo de la ejecución. Este le contó quiénes iban en el auto y que "Nego" se bajó para asegurar el resultado.
Por encargo. A esto se suma un informe de inteligencia policial que sostiene que Nahuel N. y su padre encargaron el crimen. En ese territorio de muertes a granel y testigos silenciados con plomo, además, a una familiar del testigo del doble homicidio le balearon la casa para acallarlos. El fiscal Malaponte también incorporó fotos del Facebook de Nahuel en la que aparece posando con armas y mofándose de los muertos en el doble homicidio.
El testigo del crimen de Acosta —está identificado aunque no lo pueden ubicar— dijo además que minutos después del ataque vio a Nahuel N. subir con muletas a un auto oscuro y con vidrios polarizados para irse del lugar. Según el fiscal, aún deben recuperarse llamados al 911, peritarse de las armas y analizarse celulares para terminar de esclarecer las cuatro muertes, a las que definió como "los conflictos más importantes en el barrio Santa Lucía".