Hubo reproches para todos

La primera señal de la noche en el Coloso fue una bandera que portaba un mensaje claro y conciso. No se puede decir que era agresivo ni intimidatorio, pero sí que la frase resumía el sentimiento de la tribuna rojinegra, en este presente imperfecto que vive el equipo del Parque. El trapo estaba colgado en lo alto del alambrado de la tribuna del hipódromo y rezaba: “Dejen la vida en la cancha, yo la dejo en la tribuna”. Una vez iniciado el partido estuvo el apoyo de siempre, pero a medida que avanzó la acción y el equipo no respondía, en especial en el complemento, sonó el clásico “ponga huevo”. En el final hubo una reprobación generalizada y una salida con críticas para todos los que se iban metiendo en el vestuario local.

   No hay dudas de que Newell’s necesitaba ayer dar una muestra de recuperación anímica y futbolística y esto no de dio. Incluso se puede decir que retrocedió aún más en su funcionamiento porque Banfield le manejó la pelota, desnudó fallas gravísimas en la última línea rojinegra y los de Almeyda dispusieron de las mejores chances para irse gananciosos. Lo de Newell’s fue demasiado flojo. No pudo lavar la imagen de lo que fue la derrota y eliminación ante Chacarita por Copa Argentina ni la última caída a manos de Argentinos.

   Por eso la gente se fue desencantando a medida que avanzó la noche. Hubo silbidos generalizados, algo que hacía rato no ocurría en el Parque. La disconformidad se hizo notar, con la particularidad de que no hubo un destinatario exclusivo de los reproches. Porque sería injusto decir que el único apuntado fue el directo técnico Américo Gallego. Aunque está claro que el máximo responsable del equipo es el DT y en la historia del fútbol el primer fusible cuando las cosas no salen es el que arma el equipo. Anoche el público arrojó su veredicto del presente futbolístico y la nota fue un aplazo para todos.