La recta final de la vida del ex canciller alemán Helmut Kohl dista mucho de ser una jubilación dorada: postrado en una silla de ruedas y acompañado en todo momento de su mujer, Maike Kohl-Richter, acusada de ser una persona controladora, Kohl pasa sus últimos días aislado del mundo.
“Engañado, confundido, aislado-La tragedia de Helmut Kohl”, así tituló la revista alemana Der Spiegel el reportaje en honor al 30º aniversario de la elección de Helmut Kohl como canciller de Alemania el pasado mes de septiembre. Kohl, que nació el 3 de abril de 1930, pasa unos días actualmente en la clínica St.Hubertus en Bad Wiessee, alejado de sus dos hijos, Walter y Peter, con los que no habla desde 2011. “Me encuentro bien aquí, muy bien”, afirma el ex canciller. “Aquí puedes ver cómo llega la gente enferma y se retira recuperada a sus hogares”, agrega sentado a la orilla del lago Tegernsees y protegido con un grueso abrigo.
En una silla de ruedas desde que en 2008 sufriera una caída y con graves problemas en las articulaciones, así como con dificultades a la hora de hablar, Kohl asegura que le gustaría volver a ocupar un papel activo como político: “Sí, naturalmente. No se puede olvidar que la gente escucha aún a las personas mayores que han vivido la guerra. Ellos saben que yo fui desde Berchtesgaden hasta Ludwigshafen (cerca de 500 kilómetros de distancia) andando siendo tan solo un niño y que tuvimos que robar comida para sobrevivir”, recuerda bajo la atenta mirada de su esposa.
En su retiro, el ex canciller alemán sigue muy de cerca la actualidad internacional. “Tengo muchos amigos en Italia, norte de Europa como por ejemplo Finlandia, Francia y en otros sitios, con los que hablo regularmente sobre la actualidad”, afirma.
Considerado como el padre de la reunificación alemana, impulsor de la Unión Europea (UE) y mentor de la canciller Angela Merkel, el cristianodemócrata (CDU) fue acusado por sus propios hijos de anteponer su carrera política a la vida familiar y de usarlos sólo para las fotos de campaña.
Culebrón de familia. Su dos hijos, cada vez más parecidos a su padre en estatura y modo de hablar, no ven a su padre desde 2011 y acusan a su segunda esposa de ser la causa de todos los males de la familia. Su primera mujer se suicidó en la noche del 4 al 5 de julio de 2001 con una sobredosis de somníferos tras 15 meses recluida en su casa de la localidad Oggersheim por culpa de una alergia a la luz.
A partir de ese momento, Walter y Peter, tomaron clara distancia de su padre. Años después publicaron libros relatando la frialdad de un hombre cuya verdadera familia no eran su mujer y sus hijos, sino la CDU. También acusaron a Helmut de estar “secuestrado” por su segunda esposa, Maike Kohl-Richter, 34 años menor que él, y especularon que su romance se remontaba ya a los años 90, cuando ella trabajaba en la Cancillería.