Londres.— En un drástico intento por mantener al Partido Laborista en el
poder, el primer ministro británico Gordon Brown dijo ayer que renunciará en septiembre, pero que
primero espera alcanzar un acuerdo con los liberales demócratas para intentar formar un gobierno de
coalición. Su anuncio no hizo más que aumentar la incertidumbre en el estancado panorama electoral
del Reino Unido.
En los comicios del jueves pasado, el Partido Conservador fue el que ganó más bancas en el
Parlamento, pero le faltan 20 asientos para tener la mayoría necesaria (326) para gobernar en
solitario. Los laboristas llegaron segundos con 258 escaños y los liberales sumaron 57 bancas,
quedando en un tercer lugar que los convierte en el gran árbitro de las elecciones.
Los liberales ya habían anunciado antes de los comicios que sólo estarían dispuestos a formar
una coalición con los laboristas si Brown no encabezaba el partido.
El premier ratificó ayer que el laborismo iniciará un concurso para elegir un líder que lo
reemplace, y confirmó que el jefe de los liberales, Nick Clegg —que durante la campaña se
había referido a Brown como “un hombre desesperado”—, se ofreció a iniciar
negociaciones formales con los laboristas mientras continúa las que mantiene con los conservadores
de David Cameron.
“Creo que es del interés del país formar una mayoría progresista”, recalcó Brown en
referencia a una posible alianza con los liberales demócratas. “No tengo ningún deseo de
permanecer en mi posición más tiempo del necesario”, aclaró.
“Debe haber sido una decisión muy difícil para él, en lo personal, pero creo que la tomó
en interés del país”, dijo por su parte Clegg con respecto a Brown, y consideró que la
renuncia podría convertirse en “un elemento importante para una transición suave hacia un
gobierno estable”.
Carrera por complacer. Ahora el escenario post-electoral se asemeja mucho a una carrera para ver
quién llega primero y mejor a conformar las exigencias de los liberales a cambio de su apoyo,
tratando además de no perder credibilidad en el camino.
El anuncio de Brown tuvo un efecto inmediato en el Partido Conservador. Tan sólo dos horas
después, el hombre fuerte de los conservadores en la negociación, William Hague, dijo que estaban
dispuestos a aceptar, “como última oferta”, someter a referendo una modificación del
sistema electoral, que es la demanda central de los liberales (ver aparte).
La BBC reveló ayer que el equipo negociador liberal se reunió “en secreto” con altas
figuras laboristas durante el fin de semana mientras transcurría el diálogo con los conservadores.
Se especula que estos contactos giraron en torno a la posibilidad de buscar un acuerdo alternativo
entre laboristas y liberales.
“Coalición de perdedores”. De todas formas, estos dos partidos no tendrían la
suficiente cantidad de bancas para formar una coalición por sí mismos y necesitarían el apoyo de
agrupaciones pequeñas.
Laboristas y liberales sumarían 315 bancas, y necesitarían sumar los escaños de los
independentistas escoceses, nacionalistas galeses, unionistas del Ulster, socialdemócratas de
Irlanda del Norte y Verdes. Ideológicamente sería un gobierno más cohesionado que una gestión
liderada por conservadores y liberales, pero parlamentariamente sería muy difícil de manejar.
Varios analistas señalaron que tal escenario se reflejaría en un gobierno inestable que sería,
en definitiva, una “coalición de perdedores”. Además destacaron que, en un país en el
que la prensa apoya mayoritariamente a los tories, la posibilidad de que David Cameron no sea
finalmente el primer ministro puede crear un ambiente de enorme crispación.
De hecho, las ediciones on line de los diarios británicos estaban inundadas ayer de comentarios
de electores indignados. Algunos acusaban a Brown de pergeñar un sórdido plan para aferrarse al
poder, mientras que otros criticaban a los liberales demócratas por “jugar a dos
puntas”, retrasando la formación de un gobierno y perjudicando a la golpeada economía del
país.