Habían pasado 72 horas y todavía temblaba como una hoja. El rostro de M. ante La Capital
reflejaba un profundo temor por lo ocurrido el jueves por la tarde. La adolescente de 13 años, que
cursa el 2º año turno tarde en la Escuela Manuel Belgrano, contó paso a paso cómo fue apuntada por
G., su compañero de curso de 14 años, con una pistola que afortunadamente no se disparó pero tenía
tres proyectiles. “Estaba escuchando música. Me miró, me señaló con el arma. Gatilló, se rió,
dio media vuelta y siguió gatillando. Me quedé muy asustada. La tercera vez me apuntó a la
cabeza”, dijo la chica flanqueada por sus padres y en su humilde vivienda de zona sur. Para
peor, aunque el caso fue denunciado a la policía hubo amenazas por mensajes de texto, en un clima
de violencia y tensión.
Con voz pausada y casi imperceptible, M. se animó a contar qué pasó la
tarde del jueves pasado, hacia las 15.30, dentro del aula y en hora libre. El pibe ya había
exhibido días antes la pistola semiautomática GMC larga y la portaba en la mochila.
Desde hacía tiempo la conducta de G. había cambiado brusca en
insospechadamente. Si antes, como recordó M., era “un chico común, que no se metía en nada y
se callaba cuando hablaba la maestra”, ahora las cosas cambiaron.
“Son los pibes más grandes que lo llevan por el mal camino. Cambió
la forma de tratarnos, empezó a hablar raro, con códigos callejeros. Dijo que andaba armado porque
tenía problemas afuera de la escuela y se tenía que defender. Le pregunté cómo la consiguió, se rió
y me dijo que la había comprado re-barata por 50 pesos y que era muy fácil de conseguir”,
narró la adolescente.
Esta charla fue previa al incidente. El alumno de la Belgrano mostró el
arma en reiteradas oportunidades a sus compañeros, la revoleaba y apuntaba para todos lados y se
sacaba fotos con celulares.
El caso de M. no fue el único. Otras compañeras fueron víctimas de una
agresión similar. “A una le apuntó en la panza y a otra en la espalda”, añadió.
La situación de descalabro se había producido antes de la hora libre,
cuando en la clase de formación ética alguien lanzó una bombita de olor. “La profesora se
descompuso, y encima está embarazada. Pero las docentes se enteraron de lo que pasó al día
siguiente (el viernes) cuando llegó la policía”, recordó la alumna.






























