En la cárcel de Fresnes, en Francia, algunos presos exhiben una conducta particular: solo entran en la ducha en calzoncillos, no ven en la televisión deportes femeninos y consideran como un tabú hablar de sexo. Predican una interpretación radical del islam y buscan imponerla a otros prisioneros. Esta era la situación en este centro penitenciario antes de que el director de la prisión, Stéphane Scotto, decidiera intervenir a finales de 2014 separando a los presos catalogados como radicales del resto de los reclusos. "Es necesario proteger a una mayoría frente a una minoría", subraya Scotto. Cabe recordar que el 60 por ciento de los presos en Francia son se origen musulmán.
Su iniciativa, que el Ministerio de Justicia en París veía al principio con escepticismo, se ha convertido después del atentado terrorista contra la redacción de la revista satírica Charlie Hebdo, en enero de 2015, en una especie de modelo para las medidas que se toman contra la radicalización entre rejas.
El tema cobró nueva actualidad después de conocerse que varios autores de atentados se habían radicalizado en prisión. Por ejemplo, Chérif Kouachi, que junto con su hermano Said perpetró el atentado contra Charlie Hebdo, y Amédy Coulibaly, quien poco después atacó un supermercado judío, se conocieron en la cárcel.
La sospecha, que no es nueva, es esta: en la cárcel, los radicales tienen la posibilidad de aprovechar la furia hacia el sistema de otros presos inestables y procedentes de los marginados suburbios franceses para atraerlos a su lado. "Las cárceles son incubadoras de la radicalización", afirmó el año pasado el coordinador de la lucha contra el terrorismo en la Unión Europea, Gilles de Kerchove. Un responsable de la policía incluso habló de una "incubadora del terrorismo".
Para prevenir la radicalización, el gobierno francés contratará a 60 clérigos musulmanes para las prisiones, con el fin de evitar que durante su encarcelamiento se adhieran a las doctrinas yihadistas, y creará zonas especiales en las cárceles para este tipo de presos.
Visión violenta del mundo. Francia creó hace poco cinco unidades especiales en los centros penitenciarios para impedir o incluso revertir la desviación de jóvenes prisioneros hacia un islam radical potencialmente violento. Con grupos de conversaciones, encuentros con víctimas del terrorismo o historiadores se intenta lograr que esos jóvenes cuestionen su visión violenta del mundo. Los vigilantes reciben una formación especial. De momento, en cada unidad hay lugar para unos 20 presos. "Si podemos demostrar a estas personas que la sociedad se interesa por ellos, existe la posibilidad de reparar la fractura", dijo recientemente ante la prensa la directora del programa, Geraldine Blin. La iniciativa también ha sobrevivido a la agudización del debate sobre la política de seguridad después de los atentados del 13 de noviembre.
En la prisión de Fresnes, construida a finales del siglo XIX, los presos están repartidos en tres alas con cuatro plantas entre las cuales están tendidas redes para impedir suicidios. En una sección de la primera ala hay actualmente 39 hombres encerrados en celdas individuales y separados del resto. "No es aislamiento", asegura Scotto, el director de la cárcel. El grupo tiene contacto entre si y en determinadas actividades, por ejemplo el deporte, también se permite, bajo vigilancia, que entren en contacto con otros presos.
Los nuevos programas de desradicalización no van dirigidos a los islamistas más peligrosos, que muchas veces ya están incomunicados y son reubicados periódicamente. Los programas se dirigen a personas que se cree que aún pueden experimentar un cambio. "Trabajamos en la recuperación de una conciencia crítica", explica Scotto.
La iniciativa plantea muchas interrogantes todavía sin aclarar. Desde hace algún tiempo, los vigilantes se dieron cuenta de que hay presos que ocultan sus convicciones radicales en vez de expresarlas abiertamente. Los críticos a tales iniativas también se preguntan si los hombres que entran en contacto entre ellos no refuerzan así aún más sus convicciones. La detención en celdas individuales y la vigilancia reducen este riesgo, sostienen los responsables.
Brecha. El diario británico The Guardian planteó hace poco una reflexión muy diferente sobre cuál es el verdadero origen del problema: la sensación de muchos musulmanes de ser marginados y discriminados en Francia. "La existencia de un problema de radicalización en las cárceles es innegable, pero también es más fácil considerar como tarea cambiar el régimen en las cárceles que cerrar la brecha entre Francia y sus musulmanes", escribió el periódico.
Inmigrantes protestan por su "deportación"
El plan de la guardia costera griega y de la policía de fronteras europea Frontex para la devolución de los primeros refugiados a Turquía generó las primeras protestas en las islas griegas de Lesbos y Quíos, donde los inmigrantes han calificado esas devoluciones de "deportaciones". En el marco del acuerdo UE-Turquía, entre mañana y el miércoles se prevé enviar a 750 personas a bordo de dos barcos turcos. Los barcos saldrán de Mitilini, el principal puerto de Lesbos, en dirección a Dikili, en Turquía, y la operación se hará en medio de medidas de seguridad extremas: habrá un policía por cada persona expulsada.
Cientos de refugiados que el viernes se marcharon del "hotspot", un centro de identificación y registro, en Quíos, se congregaron en el puerto de la principal ciudad de la isla. "Atenas, Atenas" y "libertad, libertad" gritaban los refugiados, que piden que los ferris los lleven a tierra firme y no a Turquía. La concentración hizo que dos transbordadores fueran desviados al puerto de Mestá, en el oeste de la isla, según indicó la radio griega. Desde que se llegó a un acuerdo con Turquía en materia de refugiados, los "hotspots" se han convertido en centros de detención de los inmigrantes.
El acuerdo alcanzado entre Bruselas y Ankara prevé que todos los refugiados que llegaran a partir del 20 de marzo de forma ilegal a Grecia podrán ser expulsados al país euroasiático. Por cada sirio que la UE devuelva a Turquía, ingresará en la UE un sirio de forma legal, hasta un máximo de 72.000 personas.
En tanto, los países europeos se preparan para aceptar la llegada de estos inmigrantes. Holanda, Alemania, Francia y previsiblemente Portugal acogerán mañana o el martes a los primeros refugiados que llegan directamente de Turquía.
El Parlamento griego despejó el viernes el camino para las devoluciones a Turquía en un proceso rápido, tras aprobar una nueva ley al respecto por amplia mayoría. Las organizaciones de derechos humanos ven de forma crítica el acuerdo alcanzado con Ankara. Según un informe de Amnistía Internacional, Turquía expulsó a Siria de forma masiva la semana pasada a refugiados del vecino país en guerra.
En Turquía también crece la resistencia a acoger a los refugiados que devuelva Grecia y cientos de personas se manifestaron ayer en la ciudad portuaria de Dikili, en el oeste del país, en señal de protesta. A esa ciudad al norte de Esmirna llegarán mañana los primeros refugiados devueltos.