En este 2013 estamos transitando un año cargado de significación por cumplirse 30 años de la recuperación de la democracia. Es una buena oportunidad para repensar aquello que hemos logrado en este tiempo de convivencia, lo que tenemos como promesas incumplidas y hacia dónde debemos apuntar con miras a fortalecer lo que tan trabajosamente hemos conquistado.
Un elemento que merece resaltarse es que la democracia no es un objeto extraño a nosotros mismos, ni a nuestras prácticas cotidianas. Perdemos valioso tiempo si continuamos ese camino fácil de externar las responsabilidades que nos caben como ciudadanas y ciudadanos en un otro. No puede delegarse el total sostenimiento de esta elección fundamental: la convivencia democrática como forma de vida se construye a través de un proceso que, con diferentes responsabilidades, nos involucra a todas y todos.
Hacemos democracia. La hacemos con cada paso institucional en favor de la inclusión, la igualdad y la justicia. La hacemos también con cada paso individual al convivir en la diversidad, al respetar las diferencias de opiniones, de creencias, de elecciones, de pasiones.
De un modo u otro en los últimos años los argentinos hemos puesto en cuestión la democracia, no ya desde aquel interrogante que nos generaba pensarla frágil frente a un posible golpe institucional, sino en relación a los "qué" como sociedad la democracia nos permite. El desafío es entonces grande; más grande cuanto más se profundiza la brecha en el diálogo político, cuanto más antagónico se vuelven los conflictos, y más grande aún cuando el enfrentamiento se convierte en el único recurso para legitimar los propios proyectos o posiciones.
En Rosario aprendimos a convivir en el ejercicio mismo de la convivencia. No la consideramos un objeto que podamos adquirir en el mercado. Nos distinguimos en el país por nuestra convicción en la búsqueda de espacios de encuentro, por hacer de la ciudad un ámbito de construcción colectiva.
¿Cómo explicar lo que miles y miles de rosarinas y rosarinos vivimos recientemente? Quienes compartimos la pasión de unos colores salimos a lucirlos el domingo último por las calles, las plazas, en nuestro querido Monumento a la Bandera. Y el respeto primó. Otra media ciudad reconoció y toleró. No ganó la violencia, ganó la convivencia. Esto no es casual, es resultado de una forma de hacer y relacionarnos que hemos ido construyendo entre todas y todos.
Rosario ha modelado de forma pionera muchos de los logros de esta democracia que estamos creando y esto representa una oportunidad y una gran responsabilidad para las instituciones, para los ciudadanos.
Este año festejaremos en las urnas una vez más la elección de nuestros representantes. Una nueva oportunidad para que partidos políticos, candidatos, militantes, organizaciones sociales y ciudadanos expresemos esos valores que nos identifican.
En este sentido, estamos impulsando junto con organizaciones sociales y políticas de la ciudad un amplio acuerdo para que las próximas elecciones se desarrollen en un marco de respeto hacia los espacios colectivos, la diferencia de opiniones, la diversidad de género, garantizando la posibilidad de que todas las voces sean escuchadas.
En el marco del Acuerdo de la Convivencia y la Seguridad Democrática, enorgullece el compromiso que propicia la construcción de ámbitos de diálogo y encuentro que múltiples instituciones, organizaciones y ciudadanos han realizado y siguen realizando. Provenientes de matrices ideológicas diversas, de pasiones disímiles, de ámbitos diferentes comparten los valores innegociables que hacen a la vida democrática, valores que operan de plataforma para un hacer conjunto, valores como la convivencia, la igualdad, la solidaridad, el respeto, la justicia.
Nos merecemos una ciudad que viva la fiesta de sus pasiones, que viva la expresión de sus necesidades, sus conquistas, sus búsquedas. Y todo esto en marco de la convivencia democrática y ciudadana.
(*) Subsecretario de Gobierno municipal