Jean-Luc Mélenchon obtuvo cuatro millones de votos (el 11 por ciento) en las presidenciales francesas de este año. Representó a una nueva izquierda que se pregunta cómo lograr el progreso social en un contexto de multipolaridad. Militó por años en el PS de su país, pero renunció en 2008, cuando "la socialdemocracia se convirtió definitivamente en social liberalismo".
El copresidente del Partido de Izquiersa vino a la Argentina a entrevistarse con Cristina Fernández, se contactó con agrupaciones socialistas que adhieren al kirchnerismo (como la que lidera Héctor Cavallero en Santa Fe) y a interiorizarse del proceso político argentino, que valoró "como un ejemplo de lo que sucederá en Europa". En una entrevista exclusiva con LaCapital, realizada en el Senado de la Nación, Mélenchon definió: "Me interesa el surgimiento del ser humano universal".
—La crisis de Europa es de distribución de la riqueza. Inventaron muchas explicaciones tratando de culpabilizar a los pueblos, que hay mucho gasto social, que a los griegos no les gusta trabajar y que no pagan impuestos. Pero todo esto es mentira. En realidad los que no pagan impuestos en Grecia son los empresarios armadores de barcos, los banqueros y la Iglesia. Si se discute sobre bases de fantasmas la discusión no va a ser interesante, no va a producir nada.
—Su país, el segundo más poderoso de la Unión Europea, ¿también se puede hundir como Grecia o España?
—Francia es rica como nunca en su historia, produce dos billones de euros por año, pero en los últimos 25 años traspasó un 10 por ciento de la renta de los trabajadores al capital. Eso explica la situación: la transferencia de renta de los trabajadores al capital, que se convierte en financiera y desaparece. Y no produce nada para los países ni para los pueblos.
—Esta transferencia de riqueza del trabajo al capital pueda entenderse cuando gobiernan partidos de derecha, ¿pero cómo explicarlo cuando han gobernado partidos socialistas, socialdemócratas, como en España, Francia, Grecia y la misma Inglaterra?
—Es un hecho nuevo y complica el futuro. Los pueblos construyeron estos partidos socialistas, progresistas, que no surgieron del cielo y son la consecuencia de miles de luchas.
—¿Qué pasó con partidos socialistas, con la Internacional Socialista?
—Pasó que una corriente dentro del movimiento socialista universal ha sido capaz de imponerse a todo el resto. Es lo que llamamos el social-liberalismo. Primero renunciaron a superar al capitalismo, y luego renunciaron a modificarlo. Y se adaptaron, se incorporaron plenamente a las ideas capitalistas.
—¿Y la socialdemocracia, tan en boga en los 70, dónde quedó?
—Esta corriente liberal dentro de los partidos socialistas ya no son socialdemócratas. La socialdemocracia construyó el Estado social en Europa. Pero en la actualidad ya no construye nada y ha perdido el lazo histórico con los sindicatos. Nosotros la llamamos social-liberalismo porque evoca un origen socialista pero tiene un presente liberal.
—¿Cómo se da esta conversión?
—Empieza en los 80. Bill Clinton, Tony Blair y, el peor de todos, (el alemán Gerhard) Schröder, que llevó las jubilaciones de 63 a 67 años, ¿eso es un socialista? Y ahora, en un final despreciable, acabamos con (Giorgios) Papandreu, reelecto presidente de la Internacional Socialista, ex primer ministro de Grecia, capituló en una hora frente a los mercados financieros. Ni resistió, corrió a Berlín a pedir perdón y ponerse a disposición. El social-liberalismo hundió a Grecia, hundió a España con (José Luis) Zapatero y puede hundir a Francia con François Hollande.
—Pero los votos a su candidatura en primera vuelta (el 11 por ciento, que representa casi 4 millones de sufragios) fueron a Hollande en el ballottage.
—Sí, y así y todo Hollande ganó por un millón de votos sobre Sarkozy en el ballottage. Debería atender en parte nuestro programa político. Pero no lo hace.
—¿Cómo ve a los partidos adheridos a la Internacional Socialista de Sudamérica?
—La Internacional Socialista (IS) fue una esperanza inmensa después de la caída del campo socialista. Para muchos partidos fue una ocasión de acercarse a otros, aprender. Eso fue una primera etapa. Pero luego la IS se va pasando al campo demócrata y el PS francés representa la última resistencia a esa claudicación. En Latinoamérica, mientras tanto, partidos de la IS como el Apra de Alan García se corrompen, reprimen. Y qué podemos decir de supuesto MIR de Bolivia, con una figura como Jaime Paz Zamora, y tantos otros. Desde ya, también hay socialistas honestos, con los que no tengo coincidencias, pero actúan con sinceridad.
—¿Como quiénes?
—Tabaré Vázquez, que al menos se quedó dentro del Frente Amplio y no actuó contra nosotros, como lo hacen en casi todos los países. Contra Lula (da Silva), contra (Hugo) Chávez, contra Evo (Morales), contra Cristina Kirchner, y contra todo progresismo; prefieren aliarse con la derecha. Esto también va a ocurrir en Europa.
—¿Qué valoración hace de los progresismos, populismos de izquierda, en Latinoamérica?: Cristina Fernández, Hugo Chávez, Evo Morales, Dilma Rousseff, Pepe Mujica y Rafael Correa.
—Lo que ocurre en Sudamérica es el hecho más importante del nuevo siglo. Cuando cae el llamado campo socialista nos planteaban que era el fin de la historia. Era liberalismo para todos, todo el día, todo el tiempo. Pero aparece Latinoamérica, y nosotros apoyamos primero, y luego aprendemos. El caso argentino será el caso ejemplar de lo que ocurrirá en Europa, se lo anuncio. Francia, España, Grecia... tenemos muchas cosas en común con Argentina: una cultura, fuentes ideológicas, una relación histórica.
—¿Sudamérica podría anteceder un proceso político en Europa?
—Mi pronóstico es que en Europa vamos a comportarnos como los argentinos. Primero, que se "vayan todos", luego el pueblo se retira de las instituciones y sin un programa ideológico busca solucionar problemas concretos. El "que se vayan todos" que supone una despolitización total, pero tiene un segundo momento de gran politización. Se trata de un proceso revolucionario, con o sin comillas, porque cambia la jerarquía de las normas. De todos los procesos latinoamericanos, el de Argentina expresa el proceso químicamente más puro.
—¿Ve un proceso común entre los distintos países de Sudamérica?
—Claramente hay características en común. Somos todos seres humanos, y el neoliberalismo es incapaz de dar respuestas. Por lo demás, cada país tiene una historia propia, por lo que no hablaría de modelo en común sino de una fuente de inspiración en común. Venezuela y Argentina, por caso, tienen cosas en común y cosas muy distintas; el error seria "modelizar". Se trata de inspirarse para pensar modelos diferentes.