A fines del siglo pasado y comienzos del presente, distintas instituciones de
Estados Unidos comenzaron a plantearse cuál debía ser la política exterior norteamericana para el
siglo veintiuno. Una de esas instituciones fue la United States Commission on Nacional
Security/21st Century, también conocida como Comisión Hart-Rudman.
A partir de 1999 elabora un informe donde plantea como prioritarias para los
intereses de los Estados Unidos, por diferentes razones, las relaciones con México, Colombia, Rusia
y Arabia Saudita. Estos países deberían constituir el foco de una atenta planificación por parte de
los Estados Unidos, teniendo en cuenta las características de cada caso.
También existían otros Estados menos prioritarios, en cuyo caso los Estados
Unidos deberían ayudar a la comunidad internacional a desarrollar mecanismos innovadores para
resolver los problemas de otros países que denomina Estados fracasados o Failed status.
El informe define expresamente a los "Estados económicamente fracasados" como
aquellos que no pueden brindar adecuadamente los servicios básicos y que dejan de cumplir sus
obligaciones internacionales (The United States Commission on National Security/21st Century, New
World Coming: American Security in the 21st Century, September 15, 1999, P. 104.).
El informe concluye diciendo que en todos los casos los Estados Unidos deberían
recurrir en primer lugar a la diplomacia preventiva: actuar en base a herramientas políticas y
económicas, en concertación con otros Estados, a fin de resolverle el conflicto antes de que el
mismo aumente la posibilidad de un desenlace violento. Deja abierta la posibilidad a otros medios
al mencionar que no siempre será efectiva la diplomacia preventiva.
Por su parte, Chomsky en su libro "Estados fallidos" dice que son aquellos que
carecen de capacidad o voluntad para proteger a sus ciudadanos de la violencia y quizás, incluso,
la destrucción y se consideran más allá del alcance del derecho interno e internacional. Padecen
además de un grave déficit democrático que priva a sus instituciones de su auténtica misión.
A partir del 2005, la cuestión de los Estados fallidos toma una nueva dimensión
a través de los informes anuales (Failet Status Index) realizados por un organismo no
gubernamental, The Fund for Peace, y publicado por la revista norteamericana Foreign Policy.
El informe toma como base tres indicadores que tienen en cuenta lo social, lo
económico y lo político. Elabora un ranking para 177 países, divididos en cuatro categorías: 1)
Estados en alerta, 2) Estados en peligro, 3) Estados moderados y 4) Estados sustentables.
Dentro de lo social las variables son: crecientes presiones demográficas,
masivos movimientos de refugiados y desplazados internos, movimientos de grupos que buscan venganza
o se sienten perseguidos y éxodo crónico y sostenido de la población.
Desde lo económico se menciona: desigual desarrollo económico y declinación
económica pronunciada.
Desde el punto de vista político se tiene en cuenta: criminalización o pérdida
de legitimidad del Estado; progresivo deterioro de los servicios públicos; violaciones a los
derechos humanos y no acatamiento al Estado de Derecho; sistema de seguridad paralelo a las fuerzas
del Estado; privilegiadas élites sectoriales e intervención de otros Estados o actores políticos
externos.
La situación de México. Desde hace algunos años, distintos medios mexicanos se
han preocupado por la situación imperante en ese país. La periodista e investigadora del Instituto
Tecnológico Autónomo de México (Itam), el 16 de mayo de 2007, en un artículo publicado en el diario
El Universal, expresaba que "México puede llegar a ser un Estado fallido. Suena duro. Pero es
cierto. En estudios de prospectiva, donde se trabaja con escenarios, ese es un escenario posible,
no deseable pero posible". (www.el-universal.com.mx/editoriales/37589.html. Consulta 6-4-2009).
En un sitio de internet, María Sánchez Diez trata de explicar en un artículo
(actualizado al 26 de marzo de 2009 y titulado "Estado fallido: una incómoda etiqueta de la que
México trata de escapar") la postura oficial del gobierno a través de su presidente, Felipe
Calderón y su secretaria de Relaciones Internacionales, Patricia Espinosa. Señala la autora que
México no es un Estado fallido y cómo esta calificación produce un daño tremendo. Por ejemplo, para
posibles inversiones extranjeras. El autor menciona que México ocupa el lugar 105, muy por detrás
(y con mejores puntuaciones) que China, Rusia, Venezuela, Bolivia y Colombia. (www.soitu.es/soitu/2009/03/26/actualidad/1238071127-715060.html).
Otros autores como José María Pérez Gay hablan del absurdo de considerar a
México como Estado fallido a partir del análisis comparativo con otros países.
Se debe recordar que nuestro país ya estuvo allí. En una conferencia pronunciada
en la Universidad Internacional de la Florida, Estados Unidos, el director del Centro de América
Latina, Eduardo Gamarra, señaló que la debacle argentina ha puesto en evidencia una pérdida de
capacidad del Estado de mantener el orden y ejercer la coerción legítima. Esto sitúa a la Argentina
en peligro de convertirse en un Estado fracasado (Oppenheimer, Andrés, "Un comité de sabios para la
Argentina". Diario La Nación, 22 de enero de 2002). Goobar se pregunta: ¿cuáles son los objetivos
de estos informes elaborados por The Fund for Peace? El grupo de los Estados fallidos en la lista
de críticos pueden ser propensos a intervenciones de Estados Unidos u organismos internacionales.
Esta lógica estaba dentro de la tesitura que inspiraba el gobierno de George W. Bush. El Estado
fallido está más que incapacitado para comprometerse internacionalmente. Son otros, por lo tanto,
quienes decidirán por él. Son los estados matones, una categoría que omite por completo el informe
anual (Goobar, Walter, Zona de riesgo. Revista Veintitrés, agosto de 2005).
El autor cuestiona también el software que se aplica en cada una de las
variables que no se ajustan a la realidad. Dentro de esta línea, Sánchez Diez, cita a Susan L.
Woodward de la City University of New York en su artículo "Estados fallidos, el peso de las
palabras". La terminología es en sí una amenaza esgrimida por los Estados potentes con vistas a
encontrar un pretexto para una nueva intervención en los asuntos internos de las naciones
soberanas.
(*) Director de la Maestría en Integración y Cooperación Internacional de la UNR