La decisión está tomada y fue premeditada. La presidenta de la Nación coordinó con el juez Raúl Eugenio Zaffaroni el modo de la renuncia de él a la Corte Suprema de Justicia conocida hace 48 horas para acelerar el proceso de nominación de un nuevo integrante del Tribunal. Cristina Fernández usará esta situación para seguir demostrando que tiene toda la iniciativa política y que no está dispuesta a darle respiro a la oposición en materia de agenda de Estado.
El juez Zaffaroni ya había dicho hace dos años que no pensaba terminar sus días de vida pública sentado en la cátedra de la Corte. Fue luego de su cumpleaños número 73, al que asistieron los más diversos personajes de la política, del foro e incluso del espectáculo. Entonces aseguró: “No me veo jubilándome en el Tribunal”. En esa misma celebración había dado el presente el vicepresidente Amado Boudou, de quien se considera amigo.
Este brillante jurista (se coincida o no con él, es un experto en derecho de valor internacional) jamás ocultó su cercanía con los Kirchner y lo que representan. Supo asesorarlos cuando las dos reformas de la Constitución de Santa Cruz que promovieron las reelecciones indefinidas, resistió muchas veces las mayorías de sus pares supremos cuando fallaron contra el gobierno de Néstor y Cristina y selló públicamente su simpatía política cuando firmó su carta de renuncia con alusiones tan caras a los K como “la patria grande”, “gobierno de mayorías” y un cierre de “beso su mano, presidenta”, giro anticuado, irónico y provocador para que en el acto final como juez no cupiesen dudas de qué y cómo piensa.
Zaffaroni sabe que renunciando en octubre, por más que cumpla los 75 años en 90 días, abre el camino para que el ejecutivo proponga a su reemplazante y gane presencia política. Cristina, agradecida. Habrá que ver quién es el elegido para llegar a la aprobación del Senado. En los pasillos de la Rosada dicen que hay que pensar en una “elegida” para sostener el cupo femenino implícitamente defendido por la presidenta y hoy menguado por la desaparición de Carmen Argibay. Aida Kelmelmajer de Carlucci suena fuerte (indiscutida por su sabiduría jurídica), la camarista Maria Laura Garrigós de Rébori parece anotada entre los postulantes, pero también surge la procuradora Alejandra Gils Carbó. De ser esta última, sería un gesto de provocación total habida cuenta de la indisimulada militancia oficialista de la jefa de todos los fiscales que, por ejemplo, impulsó el jury a José María Campagnoli con gestos de rencor propios de la unidad básica más elemental al advertir que este hombre osó investigar al empresario Lázaro Báez.
La presidenta ha iniciado un ostensible proceso de cambio jurídico del país queriéndole ganar al tiempo y al plazo constitucional de su mandato. Esto es muy evidente con sólo repasar algunas decisiones: unificación del derecho privado, proceso de reforma del Código de Procedimientos Penales y preparación de un compilado de las leyes de fondo, propuestas de reforma de la ley electoral, norma de limitación de la responsabilidad civil de funcionarios y ley de abastecimiento e hidrocarburos, por citar los hechos más notorios. ¿Alguien puede no ver que quien asuma el 10 de diciembre de 2015 encontrará la base jurídica de este país profundamente cambiada? Salvo la oposición política, la respuesta es negativa. Las fuerzas que no son el FpV hacen una campaña tan mezquina y extraterrestre que dirimen sus propuestas esenciales entre posar para una foto con los que les caen simpáticos o poner la firma más sobresaliente que sus competidores en un presunto debate presidencial televisado por un canal privado. Una superficialidad notable.
Con la parcial excepción de Ernesto Sanz, que demuestra estar preparado para responder a cuestiones centrales, la oposición no sale del laberinto de la queja. El kirchnerismo tiene vocación autoritaria y no admite el debate, definen. Menos mal que han avisado. En cualquier momento nos revelan el secreto de los Reyes Magos del 6 de enero. Claro que la fuerza que gobierna desprecia el disenso y considera enemigo al que opina distinto. La sanción a los sopapos del Código Civil es un claro ejemplo. Ahora uno se pregunta: desde septiembre de 2013, cuando tuvo media sanción en el Senado, hasta la sesión de Diputados de hace menos de un mes, en la que se levantaron como toda herramienta de debate, ¿propusieron formalmente los líderes de la UCR, PRO, Faunen y demás algún cambio? Nada. Y así con el resto.
Semejante campo orégano de ideas genera, por un lado, incertidumbres entre el electorado que confía en las alternancias, siempre y cuando haya proyectos y convicciones para realizarlas y, por el otro, una voracidad de poder y búsqueda de impunidad de los actuales gobernantes nunca vista.
La reaparición. Carlos Alberto Reutemann reapareció en la escena pública advirtiendo que se siente en la Siberia política nacional condenado por los K y que no piensa ser gobernador de Santa Fe por tercera vez. Es siempre impactante ver el grado de repercusión periodística de las declaraciones del senador nacional (tan propias del juego de mesa TEG, “Kamchatka ataca Siberia”, parece sonar) cuando prácticamente no se lo escucha en los foros institucionales. “El Lole tiene aún predicamento pero ya no es lo que era en las encuestas de tu provincia”, confía un mítico armador peronista con despacho en la Casa de Gobierno. Y agrega: ¨Ahora todos estamos mirando con más atención hacia una mujer, porque siegue siendo la dueña de los votos”.
Esa mujer (y sin alusiones al maravilloso relato de Rodolfo Walsh) no es otra que la arquitecta María Eugenia Bielsa, siempre considerada fundamental por la presidenta a pesar de su negativa a ser candidata a diputada. “Qué bueno sería que ella fuera candidata a intendenta de Rosario y en cuatro años, recién, a gobernadora”, dice el mismo operador. Es que allí creen que en 2015 el Palacio de los Leones sería una victoria segura que, de un lado, golpearía en el corazón socialista, y del otro dejaría el camino para que los peronistas que la miran con reticencia se rindan ante su convocatoria popular. Otra vez en el PJ dependen de la decisión de una dama.