—Doctor, me tiene que dar el alta, por fin. Entendí todo.
—Doctor, me tiene que dar el alta, por fin. Entendí todo.
—No me parece buena idea.
—¿No es buena idea entender todo?
—No siempre; pero me refería a darle el alta. Hoy por hoy, usted es mi único paciente y yo soy su única conexión con los vericuetos de la coyuntura que lo constituye día a día.
—Pero deme el alta, sea bueno. No quiero venir más todas las semanas, ¿a quién le sirve?
—Esto no le sirve a nadie.
—¿Entonces por qué no me da el alta y chau?
—No es fácil, yo lo necesito.
—¿Para qué? ¿Por la plata?
—Esa siempre es una buena razón... pero... No sé por qué dije que lo necesito. Tampoco sé para qué lo necesito ni por qué. En verdad, el autor de esta columna hace que le diga eso.
—Ese gordo me tiene podrido.
—A mí me cae bien...
—Claro, total usted es instruido, sagaz y agudo observador... y yo soy un papafrita, un bodoque mental, un alfeñique intelectual. Pero ahora eso se terminó doctor: entendí todo. O sea, deme el alta, plis.
—Bueno, pero ¿se puede saber qué entendió? Hágame un breve resumen chiquito, quiero ir a ver el partido de Del Potro.
—Se lo resumo brevemente: el mal existe, pero no tiene cola ni cuernitos. Es al revés: el que tiene cola y cuernitos es el mal.
—... ... ...
—¿No le parece?
—... ... ...
— ¿En qué piensa, doctor?
—Nada, tal vez sea mejor que usted entienda todo y yo me tome vacaciones. Para qué seguir forzando esta relación...
—Se lo explico rápido y velozmente: el mal existe, eso es posta. Lo que pasa es que nos distraemos con los malos. Pero no es lo mismo. Una cosa son los malos y otra cosa es el mal, hay que saber distinguir. No es que el mal tenga cola y cuernos, sino que el que tiene cola y cuernos es el mal.
—Pero eso es lo mismo.
—No es lo mismo, doctor. Lo que pasa es que todo es tan berreta y tan obvio que parece mentira aun cuando es obviamente cierto pero, de tan obvio, al mismo tiempo todo es tan cierto que parece mentira, como si la verdad fuera tan berreta que no parece cierta mientras que la mentira es tan obvia que parece más creíble aunque nadie crea ni deje de creer en ella. Pero yo entendí que el mal no tiene cola y cuernos, sino que el que tiene cola y cuernos es el mal. Entendí todo, ¿no me capta?
—No. Y no sé si su idea alcanzaría a calificar como tautológica, pero ya a simple vista es una absurda y burda redundancia, o mejor una rebuznancia, que sería como una idea manifestada por un burro.
—No me chicanee más, doctor, yo sé que usted me entiende. Lo que pasa es que al autor le conviene que yo sea un idiota para poder gobernar esta columna como se le canta. Pero eso se terminó. ¿Me va a dar el alta o no? Démela, porque si no lo que le voy a manifestar como un burro será una patada. ¿Me entiende ahora?
—Más o menos. Es verdad que el autor de la columna necesita un idiota para poder gobernar... pero quién no lo necesita... pasa en todos los países y hasta en las mejores familias.
—Bueno, entonces me entiende. Yo no seré más ese idiota, quédese usted si quiere. Pero a mí deme el alta, no sea malo.
—Bueno, okey. Pero ahora que entendió todo, ¿qué hará?
—No sé, doctor, es lo de menos. A mí también me vendrían bien unas vacaciones.
—Bueno, le doy el alta. Pero cuídese, cuídese muchio, como si fuera esta nochie la última vez: el mundo no es seguro. Pandemias y flagelos por doquier lo acecharán como la muerte acecha detrás de cada viajero que vuelve de Disney con gripe A. Si quiere le daré el alta, pero usted deberá ser responsable: use barbijo, vidrios polarizados, tome mucho acti regularis, absténgase de todo lo que pueda y quédese un par de meses en cuarentena.
—¿Pero me está dando el alta o me manda a la guerra?
—Es que la calle está muuuuy dura para gente como usted...
—No se haga problema, doctor, ya entendí todo.
—Claro, pero usted sabe que entender todo no lo es todo. Algo hay que hacer, además de entender ¿me entiende?
—No, doctor.
—O sea que, al final, usted no entiende todo como creía...
—Otra vez me cagó el autor de esta columna. Primero me hace creer, después me hace dudar.
—El mal siempre suele escudarse detrás de lo peor.