La artimaña se repite de vez en cuando y parece no perder su eficacia. Esta vez ocurrió el lunes al mediodía, cuando un abuelo afincado en el barrio de Arroyito fue víctima de una modalidad del cuento del tío en su casa de French al 1500, entre Iguazú y Díaz Vélez. Una mujer tocó el timbre y cuando don Francisco la atendió lo llamó con dulzura por su nombre. Una vez que el hombre, de 81 años, fue convencido por la mujer de que era una conocida de la familia, cometió un error de puro confiado: abrió la puerta. Así, junto con la mujer ingresaron dos hombres quienes tomaron por la fuerza al abuelo y tras tenerlo maniatado durante una media hora se llevaron un jugoso botín de 35 mil dólares. "Eran los ahorros de toda su vida", relató ayer la nuera del anciano.
"Tocaron el timbre y cuando se asomó a ver quien era, una muchacha lo llamó por su nombre y le dio pistas de que lo conocía. Y ahí cometió el error de abrir la puerta. Lo que pasa es que él no está bien", explicó la familiar del hombre asaltado.
Don Francisco es viudo y reside junto a su hijo en la casa de calle French desde hace siete años. "Estos tipos aprovecharon que mi marido salió a hacer unas compras y ahí le hicieron el cuento", indicó la mujer.
Con la misma artimaña, el 3 de febrero pasado tres maleantes, uno de ellos una mujer, le sustrajeron 14 mil pesos a don Alberto, un jubilado de 83 años al que asaltaron de idéntica forma en su casa de French al 1300, a dos cuadras de golpe del lunes.
Puesta en escena. Lo que se conoce en la jerga como cuento del tío son diferentes maneras de embaucar a una persona valiéndose de una puesta en escena para plasmar el engaño. En algunos casos se requiere de la complicidad de la víctima, como ocurre con el toco mocho; en la desesperación, como sucede en el secuestro virtual; o la total ingenuidad, puesta de manifiesto al extremo por los abuelos, personas acostumbradas a otros tiempos, donde las rejas eran decorativas y donde nadie se imaginaba negándole un vaso de agua al prójimo.
El caso al que refiere la crónica ocurrió en French al 1500, en los confines de barrio Arroyito y de la jurisdicción de la comisaría 9ª, a unos cien metros al oeste de avenida Sabín. Una zona donde prevalecen vecinos jubilados o pensionados. "Acá estamos a la buena de Dios. Totalmente abandonados a nuestra suerte. Los arrebatos son moneda corriente. Mire usted ese auto al que le reventaron el vidrio para robarle", apuntó una mujer de la cuadra señalando un Renault 9 azul que ayer a las 12 del mediodía estaba con la ventanilla del lado del conductor hecha añicos. Todo a dos casas de donde fue asaltado don Francisco.
El lunes 9 de julio, a las 12.30, una mujer se detuvo frente a la casa de don Francisco y tocó timbre. El hijo del dueño de casa había salido a realizar unas compras de última hora y el abuelo estaba sólo. Con desconfianza se acercó a la puerta y preguntó: "¿Quién es?". Enseguida la voz de mujer le dijo: "Don Francisco, soy yo. ¿Ya no se acuerda?". La víctima titubeó, pero se fue acercando hasta que siguiendo el hilo de la confianza que se desprendía de la dulce voz femenina se encontró abriendo la puerta. Un empellón hizo añico el clima de dulzura y todo se tornó violento.
Maniatado. "Lo tomaron del cuello, lo metieron hacia adentro y le exigieron dinero. Como la víctima les negaba que tuviera plata, lo ataron y empezaron a revisar todos las habitaciones de la casa. Hasta que en una de las piezas encontraron una caja en la que había 35 mil dólares. Tras ello escaparon y la víctima quedó atada en su cama", relató una fuente allegada a la pesquisa, que quedó en manos de la jueza de Instrucción Mónica Lamperti.
"Cuando mi marido llegó la casa estaba abierta y toda revuelta. Entonces directamente llamó al 911 y a los minutos llegó el Comando Radioeléctrico", indicó la nuera del anciano asaltado. "El dinero estaba destinado a la compra de un inmueble", explicó por su parte un vocero de la causa.
Desde la Jefatura de policía, en tanto, recomendaron lo de siempre: poner mayor atención a quienes tocan timbre y que los adultos mayores consulten a sus familiares ante una situación que los exponga. Y, fundamentalmente, que no le abran la puerta a extraños.