En la Escuela Primaria Nº 1078 John F. Kennedy colocaron vidrios blindados para poder dar clases pero no funcionó: igual están destrozados, como la mampostería nueva. Además, una obra de ampliación que jamás se terminó obligó a las autoridades a dictar clases en horario reducido, ya que no hay suficientes aulas para los 400 chicos que asisten a la institución de Grandoli y Gutiérrez, en la zona sur de la ciudad. Así, la mitad va de 8 a 10 y el resto de 10 a 12.
La medida de colocar vidrios que impidan el ingreso de proyectiles tiene su porqué. El año pasado, y justo cuando los chicos salían del colegio, se desató un tiroteo en la esquina que terminó con todos cuerpo a tierra y por suerte sin víctimas.
Es más, en el jardín de infantes, un par de meses antes las docentes habían decidido suspender los recreos en el patio por temor a los balazos.
Los estampidos se escuchan bastante seguido por el barrio, producto, tal vez, de arreglos de cuentas pendientes entre bandas antagónicas.
La violencia no es el único problema que padecen los alumnos de la Kennedy, que rotan por diferentes aulas mientras el Ministerio de Educación se comprometió a culminar obras pendientes. Los padres, en tanto, se mostraron muy preocupados y si bien destacaron la labor docente, no son pocos los que están buscando cambiar a sus hijos de escuela.
Grandoli y Gutiérrez es un punto de referencia del barrio Las Heras. Allí funciona un jardín de infantes y también la escuela Kennedy, justo enfrente de los Fonavi y donde los colectivos tienen su parada.
La fachada no desentona del resto de las escuelas atravesadas por el vandalismo y la violencia: rejas en las ventanas, en las puertas y la mirada atenta de las porteras. A ello hay que agregarle la desilusión que produce ver el anexo a medio construir en el ala sur.
El proyecto se inició en 2012, cuando las autoridades fueron notificadas de que el establecimiento había sido seleccionado para realizar mejoras y ampliaciones: comedor nuevo, salones, sala virtual de trabajo, de tecnología, una biblioteca y cuatro baños ya existentes, pero hechos a nuevo.
Las reformas arrancaron ese año, pero luego se detuvieron. Avanzado el ciclo lectivo 2013, docentes y no docentes percibieron que no había avances hasta que en septiembre la contratista directamente abandonó la obra.
Hubo abrazos solidarios y pedido de explicaciones hasta que el vandalismo completó el resto de la escena: los vidrios antivandálicos colocados sobre el ala sur lucen destrozados por los cascotazos. Los restos de vidrios se esparcen por el terreno. Incluso por calle Esteban De Luca, parte de la estructura semiconstruida fue tapiada con maderas en forma improvisada. Y también asoman baños químicos.
El ciclo 2015 comenzó una frase en el pizarrón en la puerta misma del colegio: horario reducido. Esto implica que de 8 a 10 ingresa la mitad de los alumnos a las 7 aulas disponibles y el resto lo hace de 10 a 12. Este año, las clases comenzaron nuevamente con dificultades. Anteayer se concertó una reunión con las autoridades del Ministerio de Educación santafesino, quienes prometieron tomar cartas en el asunto.
"Tuvimos una reunión muy positiva con el ministerio a raíz de la caída de mampostería en tres salones, problemas eléctricos y la rotura de vidrios; solicitamos que se coloque una malla o una reja, porque están rotos a piedrazos", resaltó la docente y delegada de Amsafé, Carina Romeo. Y admitió que la Kennedy está inserta en un clima hostil y en un edificio antiguo, donde los techos se llenan de agua.
Salones calientes. Al igual que en la salud, donde se habla de "camas calientes" para reflejar la rotación permanente de pacientes, en este escuela de barrio Las Heras existen "aulas calientes". "Nos organizamos en jornada reducida, así evitamos que los niños tomen contacto con materiales en riesgo, no queremos lamentar ningún accidente y preservar a los alumnos", remarcó Romeo.
Las condiciones del improvisado comedor escolar que funciona en un aula también deja que desear. Además de "amontonar" los 400 chicos entre turno mañana y tarde, unos 120 también almuerzan allí. Y no sólo deben recurrir a otras escuelas para recibir las raciones sino que el personal tuvo que inventar unas bachas para lavar la vajilla y utensilios. "Estamos presos de una obra incumplida", insiste la docente.
Suena el timbre 12 y los chicos salen al patio. El ala sur se muestra derruida y abandonada; como la ilusión de la comunidad educativa de la escuela allá por el 2012, cuando les dijeron que las nuevas aulas estarían listas en un año.