Muros más altos, alambres de púas sobre los perímetros y hasta cámaras de seguridad. A todo esto están apelando los administradores de los cementerios privados para evitar intrusiones que se repiten con frecuencia y tienen como objetivo el robo de placas, portarretratos o accesorios. La mayoría de los ataques suceden entrada la tarde, advierten, cuando las necrópolis quedan vacías. Los camposantos municipales también sumaron vigilancia privada frente a un problema que no es nuevo (ver aparte). Para los dueños de los locales dedicados al arte funerario, la intensidad de los ataques varía al compás del precio de los metales, especialmente del bronce, y aseguran que incluso está haciendo desaparecer su actividad.
El fin de semana pasado, la periodista Valeria Schapira fue a dejar unas flores en la tumba de su papá, en el viejo cementerio Israelita de Provincias Unidas al 2700. Entonces encontró que alguien “con un destornillador y precisión quirúrgica” había robado las dos placas de bronce que expresaban el recuerdo de sus familiares y amigos. Y no era la única “otra decena de tumbas, incluida la de mi abuelo Salomón, están en igual situación”, escribió en Facebook y rápidamente cosechó un centenar de mensajes contando situaciones similares en ese y otros predios donde los ladrones no perdonaron ni la memoria de los muertos.
La administradora de los dos necrópolis israelitas, Liliana Shapira, reconoció que este año han hecho varias denuncias por robos o actos de vandalismo que se registraron tanto en el cementerio viejo como en el nuevo de avenida Circunvalación al 2900. “Hemos reforzado los cercos y colocado púas para que no resulte tan fácil ingresar, pero es difícil parar este tipo de hechos”, se lamentó.
La situación se repite en el Cementerio de Disidentes, el tercero privado que existe en la ciudad. Su administrador, Mariano Rubio, guarda prolijamente en una carpeta todas las denuncias que han hecho cada vez que han sufrido alguna intrusión. La última fue hace 20 días.
“El problema no es sólo el robo de placas, sino el vandalismo contra todo lo que se pueda romper o sustraer sin ningún tipo de miramiento”, advirtió.
En tal sentido, repasó las medidas que vienen ensayando desde hace dos años para evitarlos: “Primero elevamos los muros perimetrales, después pusimos alambre de púas por encima, hace dos meses pusimos cámaras de seguridad y volvimos a sumar más alambre. Habíamos decidido no colocar más porque el cementerio termina pareciendo una cárcel, pero tuvimos que hacerlo”.
Rubio recordó que en noviembre de 2011, en sólo una noche, les sustrajeron más de cien placas. “Hicimos la denuncia, como hacemos siempre, pero las investigaciones nunca avanzaron”, criticó.
Ese metal tan preciado. El cobre y el bronce son dos de los metales más cotizados en los corralones y chatarrerías. Y así como el primero inspiró en otros años el robo de cables de teléfono y del alumbrado público, los cementerios siempre fueron blanco fácil para hacerse de bronce de forma ilegal. El robo de placas no es nuevo, sino que fluctúa eventualmente dependiendo del valor de los metales.
Las chatarrerías o corralones de metales pagan actualmente alrededor de 30 pesos el kilo de bronce, que después llega a las fundiciones por encima de los 100 pesos, según la calidad del material. Una placa mediana de bronce pesa alrededor de un kilo.
Según aseguraron los dueños de dos locales del rubro de grabados y plaquetas, “casi a diario” reciben algún pedido de presupuesto para reponer las placas o cruces sustraídas de algún nicho o panteón particular. “Placas nuevas de bronce ya ni se hacen. Se reponen por grabados en ese material o incluso en aluminio”, afirmaron.
“Los robos casi han hecho desaparecer el arte funerario en Rosario. Hace unos años, las fundiciones tenían todo un muestrario de placas preparadas, ahora trabajan sólo a pedido”, graficaron los especialistas.