En los barrios vuelven a florecer las ferias en las que revive el trueque
Lejos del comercio masivo, llevan ropa y calzados usados, alimentos caseros, verduras, herramientas con varias manos de uso y hasta productos de cosmética que se venden por catálogos.
30 de septiembre 2012 · 01:00hs
En Rosario funcionan al menos media docena de circuitos informales con reglas propias para el mercadeo. Lejos de los centros comerciales de luces rutilantes y vidrieras temáticas, llevan ropa y calzados usados, alimentos caseros, verduras, herramientas con varias manos de uso y hasta productos de cosmética que se venden por catálogos. Son ferias donde los productos tienen precio, tanto de intercambio como de venta. Se trata de espacios libres que surgen en barriadas donde "hacer la diaria, unos 20 o 30 pesos" tiene que ver con para la olla para la cena, conseguir zapatillas o hasta ahorrar para algunos ladrillos.
Una de las ferias funciona desde hace dos meses en un predio al aire libre en la confluencia de Casiano Casas y Ghiraldo, adonde fueron llegando antiguos concurrentes a los trueques más formales que funcionaron en la zona hasta mediados de 2011. Según los vecinos, fue la misma realidad la que hizo declinar la modalidad que solía encontrarse en los clubes de barrio "estaban organizados y se usaban los tiquecitos", relatan para diferenciar con la nueva versión que mezcla venta y canje, rebajas, mate y amistad.
Con el histórico Fonavi al fondo y una cuadra de viviendas sociales de construcción reciente, el playón se transforma en mercado cuatro días a la semana: lunes, miércoles, viernes y sábados. "Esto es distinto, es barrial, acá nadie te dice nada", explican al pie de las mantas donde exhiben la ropa usada.
La feria no es la única. Los propios integrantes refieren espacios similares en Cabín 9, bulevar Seguí y Rouillión y en los barrios Toba y Los Eucaliptos, a los que también suelen concurrir pagando a medias un remís. Más aún, hasta dan referencias de los mejores días que tiene cada uno de estos espacios informales.
El rastro. La tarde está desapacible, hay viento y hace frío. Los feriantes están sentados en el suelo, al lado de sus mercancías o en pequeños grupos charlando. No hay reglas, pero abundan los códigos. "Ponéle que me gusta esta prenda y que la señora necesita verdura que yo tengo, entonces cambiamos", dijo Rosana, que a media tarde ya había agotado las bolsas con papas, cebollas, pimientos y zanahorias a las que asignó un valor de 5 pesos. Pero si ese día hace falta dinero contante y sonante, entonces el cambio se transforma en venta, nunca tan dura como en los comercios.
"Estamos acá porque necesitamos, cada uno trae lo que puede, lo que quiere, lo que ya no se usa o lo que cocina", explicó una mujer. Gabriela, que se especializa en tortas fritas a un peso y bizcochuelo con pequeños confites de colores a dos pesos la porción, compartía la idea; según sus amigas es la que más éxito tiene. "Había otra señora que vendía pastafrola y lemon pie, pero terminó todo, a $2,50 la porción y ya se fue", contó una mujer y desocultó la lógica casi lineal de las transacciones.Aunque tampoco son altos los precios de la ropa, que van de dos, tres, cinco a 15 pesos. Así, el trueque no se extinguió y en las barriadas sigue siendo una actividad cotidiana y rentable.