Deckard es un Marlowe de los 80, pero para él, como para los replicantes de "Blade Runner", los años no cuentan. Hace casi ochenta años Chandler le daba vida a su detective, un tipo curtido, inteligente, torturado. Y Deckard, de Philip Dick, con su tecnología y sus ciudades eternamente en penumbras y con el aire irrespirable, no tenía nada que envidiarle a Marlowe, aunque el detective viviera en una muy soleada Los Angeles, opuesta a la de Deckard. Los dos andaban esquivando balazos, intentando hacer menos miserables sus vidas. Los dos tenían un tono desangelado para contarlas. Pero ambos, a pesar de sus desgracias, generaban idéntica empatía. Ambos son producto de la literatura y forman parte de un panteón privilegiado de personajes, sean Deckards o Marlowes; Karamozovs, Valjeans o Aschenbachs, que, como tantos otros, representan la fragilidad humana.