"Entre las coincidencias, ambas tomaron los principios pedagógicos más actuales de ese momento, sobre todo se las podría ubicar en los de la Escuela Nueva. No sólo en el momento revolucionario, en lo pedagógico, sino que además las buenas teorías que se construyeron después no contradijeron esos principios. En tal caso les dieron más fundamentos, por el mayor desarrollo que fue teniendo la psicología, la pedagogía, la sociología. El gran salto cualitativo se da con los principios de la Escuela Nueva y ambas toman esos principios, lo mejor de ese gran movimiento, que fue muy importante por lo extendido en el tiempo y en el espacio", expresa Liliana Sanjurjo al repasar qué tenían en común Rosita y Leticia.
Enseguida refresca algunos de esos principios fundamentales de esa Escuela Nueva, que también se conoce como Escuela Activa: "El gran salto que dio fue considerar al niño, al joven, al «sujeto que aprende», diríamos ahora, como activo en el proceso de aprender. Es decir que sino participa con su cabeza, su cuerpo, sus emociones, no aprende, no se produce aprendizaje. Otro es el del interés. Y la verdad es que Rosita y Leticia, que trabajaron en la escuela primaria, se dedicaron a organizar el contenido escolar, cultural, científico respetando el contexto, los intereses del niño y su contexto. Otro principio es el de democratizar la escuela, vivir en democracia, en comunidad, algo que también supone un aprendizaje importante".Esos principios —se explaya Sanjurjo— rompen con la escuela tradicional, el aprendizaje receptivo. Y ellas lo llevaron a la práctica. "Incluso —añade— se animaron a desarrollar experiencias y a generar nuevas teorías a partir de eso. Tenían muy claro la relación dialéctica teoría - práctica. Incluso fueron luchadoras para que los principios de la Escuela Nueva no se deformen, no se corrompan en el aula, que la actividad no fuera simple activismo".