Como un rayo transversal, la inseguridad volvió a posarse en Rosario como la principal demanda y preocupación de los ciudadanos y, a la vez, se confirmó como el mayor déficit oficial. En la puerta de entrada a tiempos preelectorales, la realidad exigirá respuestas ya no sólo a los oficialismos, sino también a los candidatos de la oposición: tendrán chances concretas los que estén suficientemente capacitados para bosquejar un horizonte.
Desde el hijo de un empresario acaudalado hasta el chofer del jefe de policía, pasando por dos concejales y una lista interminable de rosarinos de a pie —con disímiles desenlaces—, los episodios de inseguridad tuvieron una pulimentada demostración de que el flagelo no se abroquela en los pliegues de una clase social específica. La situación interpela al gobierno santafesino y a la clase política en general, obviamente con diferentes grados de responsabilidades.
Hay, de entrada, un choque de miradas respecto del aquí y ahora: desde el gobierno se dice que nadie ha avanzado tanto para transformar estructuralmente una fuerza y una política de seguridad como la actual gestión, pero desde un grueso sector de la sociedad se cree que, lejos de esa acción, lo que brilla hoy por hoy por su ausencia en las calles de Rosario es la acción preventiva de la policía provincial. De mínima, todo lo que se ha hecho es poco: desde el 1º de enero de 2014 hasta hoy fueron asesinadas 168 personas.
Así como la mayoría de los rosarinos entendió que la solución de los problemas de violencia derivados del narcotráfico merecía una respuesta eficaz de parte del gobierno nacional, al punto que la presidenta no trepidó en autorizar la llegada de 2.000 gendarmes, la actual ola de inseguridad cotidiana, que marca un cambio en el accionar de la economía del delito, exige una repuesta acorde de las fuerzas de seguridad de la provincia. Debe decirse que los cambios en la materia no se producen por generación espontánea ni llegan de la noche a la mañana. No habrá al respecto buenas noticias en un abrir y cerrar de ojos.
No habrá mejor seguridad sin mejores policías. Y no habrá mejores policías sin mayor preparación, mayor equipamiento y mejor paga. "Ahí está el núcleo central del cambio: no podemos combatir el delito con dos efectivos adentro de un auto Corsita", fue la admisión que hizo a LaCapital un calificado dirigente del socialismo.
Las diez mil personas que, el jueves, se autoconvocaron en el Monumento Nacional a la Bandera para reclamar por el salvaje asesinato de Mariano Bertini, dieron una muestra cabal de lo que es el pulso social del momento. En paz, sin desbordes, y con un envidiable sentido común, dejaron un mensaje inequívoco a las autoridades responsables: "Acá está el problema, resuélvanlo".
Hace bien la intendenta Mónica Fein en admitir que los niveles de delito siguen siendo altos y preocupantes. Lejos de escandalizarse por las autocríticas, los ciudadanos se alegran de que los funcionarios reconozcan los problemas. Es verdad que la inseguridad no es un fenómeno que nació de manera estacional por responsabilidad exclusiva de un gobierno o de determinados colores políticos.
En otros tiempos, los funcionarios rosarinos del socialismo alzaban la voz en contra del poder provincial peronista por la falta de efectivos policiales para Rosario, opción que generó corrientes de simpatía en propios y extraños. Hoy, ni para Fein ni para otros funcionarios locales debe ser fácil imitar aquella estrategia de reclamo cuando en la Casa Gris cohabita un gobierno del mismo signo político. La mayoría de la sociedad desconoce que la seguridad es de jurisdicción y atribución provincial y culpa a la Municipalidad, que es el poder más cercano territorialmente.
Aunque por momentos todo lo vinculado a la inseguridad parece sobrediagnosticado, de cara a la inminente campaña electoral se transforma en una brasa caliente y en todo un desafío para quienes pugnen por el voto ciudadano. Esto representará todo un cambio cualitativo a la hora de hacer campaña y obligará a oficialistas y opositores a subir la vara a la hora de la oferta electoral. Aunque la responsabilidad es del gobierno, no se observan en el día a día demasiadas propuestas concretas y realizables en las múltiples veredas opositoras.
Camino al 2015. Por afuera de los muchos episodios de violencia e inseguridad que tienen a salto de mata a los santafesinos, la política nacional no ofreció por estos días demasiadas novedades. El escenario de cuatro cuartos sigue significando que ninguno de los precandidatos presidenciales logra despegarse del resto, con un agravante: Sergio Massa, Mauricio Macri y los nombres propios del Frente Amplio Unen siguen buceando en el mismo lago para intentar pescar la mayoría del voto antikirchnerista.
Hermes Binner y Julio Cobos, con su reunión de la semana pasada, buscaron cerrar el feroz internismo desatado en el interior del espacio tras el choque entre Elisa Carrió y Solanas, los disímiles puntos de vista respecto de una alianza con Mauricio Macri y las críticas internas por ausencia de una estrategia que ponga los ejes en las cuestiones que les importan a los argentinos. Habrá que esperar un tiempo para saber si los chisporroteos —extremadamente gravosos a la hora de generar previsibilidad hacia los independientes que desconfían del FAU— se convierten en explosión.
"Esto se divide entre quienes quieren llegar al gobierno en 2015 de cualquier manera y los que vamos más allá, los que queremos un espacio consolidado y socialdemócrata, aunque perdamos una elección", reveló la diputada nacional Alicia Ciciliani, armadora del socialismo en el FAU.
En la búsqueda de votos no peronistas Massa sigue intentando atraer dirigentes de otros partidos, con resultados disímiles, pero sigue siendo el más pertinente imán que capta los temas que se posan en la agenda. Volvió a pasar el medio mundo por la Coalición Cívica, se llevó hacia su redil al gobernador de Río Negro y espera que, tarde o temprano, muchas referencias kirchneristas emigren hacia Nordelta.
Por el lado del PRO, Macri hace part-time con su gestión y las recorridas hacia el interior del país. Curiosamente, pese al ruido que despierta su nombre en el FAU, el jefe de Gobierno porteño evitó hasta ahora dar señales de acercamiento. "Algunos se la pasan hablando de Macri, pero Macri no nos quiere", sintetizan con trazo grueso en el socialismo.
Hace menos de dos años, Macri, Massa y Daniel Scioli eran las tres patas de una mesa que amenazaba con posicionarse como nuevo polo político de poder. La vorágine de la política argentina, la desaparición de los partidos políticos como ordenadores de las candidaturas y cierta irracionalidad nativa, terminaron con esas tres referencias en tres espacios diferentes.
Buscando la misma clientela electoral, pero ahora por caminos diferentes, contradicen a Charly García, quien por algo escribió que "no hay que pescar dos veces con la misma red". Todo quedará para quién tenga mejores habilidades de pescador.