Todo este desbarajuste financiero terminó afectando a la economía real de los Estados Unidos. Su dimensión se vio con el famoso caso del plomero Joe, de Ohio, que se "metió" en la campaña entre Obama y MacCain. Ambos candidatos le habían prometido que podría cumplir el sueño americano de comprar la empresa donde trabajaba en base a recortes de impuestos e incentivos a la inversión. Pero hay dudas de que Joe pueda hacerlo porque la prensa descubrió que, en realidad, no tiene título habilitante para ser plomero, no está registrado en el sindicato que los agrupa y mantiene una deuda con el Estado. En la Argentina diríamos que Joe es un trucho. Y esa palabra (ya aceptada por la Real Academia Española) que tan bien recrea el espíritu de muchos argentinos parece haber sido adoptada en el Norte. El sistema financiero norteamericano a través sus bancos comerciales y de inversión con pocas regulaciones, sus dudosas calificadoras de riesgo, sus empresas gestoras de fondos, asesores, corredores de bolsa y todo el ambiente de las finanzas se mandaron la "truchada" del siglo y crearon una riqueza ficticia de la nada y en base a la especulación.