El maestro Daniel Rivera se presenta hoy, a las 19.30, en el marco del ciclo "El piano y su música", que se viene realizando desde mayo en el Espacio Cultural Universitario (San Martín 750). El programa incluirá Sonata en Si Menor, de Franz Liszt y "La Consagración de la primavera", de Igor Stravinski, en transcripción del mismo Rivera. Residente en Europa desde hace años, Rivera, es una de las personalidades más prestigiosas de la escena pianística internacional, no sólo como concertista sino también como maestro e impulsor de nuevos talentos. Siempre es gratificante acercarse al pensamiento de este artista rosarino que sobresale humanamente por su proverbial humildad.
—Con una madre cantante y un padre director, ¿la música fue una selección natural como carrera para su futuro?
—Seguramente nacer en un ambiente musical puede ciertamente dar un input mayor como ha sucedido en la historia que está llena de ejemplos de este tipo. Muy a menudo son los padres que buscan y desean realizar en los hijos sus propias expectativas, en muchos casos con resultados desastrosos no dando la posibilidad de comprender cuál es la real pasión profesional. Lo que sí sé, como siempre digo, es que es la única cosa que creo saber hacer a un cierto nivel.
—¿Fueron fáciles sus comienzos como pianista en un país como Argentina, que muchas veces ha pasado por periodos agónicos?
—Fue muy difícil para mí. No siempre se dan las condiciones. Fue una gran ayuda obtener una beca del Mozarteum Argentino que gane a través de un concurso en 1973. El estar un país extranjero (Italia), me hizo cambiar casi radicalmente mi modo de tocar, de pensar la música y esto gracias al encuentro con tres pianistas y docentes excepcionales como Alessandro Specchi con el cual he trabajado cinco años, María Tipo en Italia y luego con Ludwig Hoffman, en Alemania. Fueron años duros de estudio serio y profundo que me permitieron poder iniciar una carrera internacional.
—¿Como describiría sus características principales como intérprete?
—Podría decir tantas cosas sobre mi modo de concebir la música pero el auto elogio me ha dado siempre fastidio. En lo que se refiere a la perfección, con el tiempo he entendido que cuando buscamos no ser perfectos a toda costa y aceptamos la condición de seres humanos con todas las debilidades que eso representa, no sólo se vive mejor sino también que se empieza a buscar más en profundidad en nuestro interior y por ende en la música.
—¿Debe el intérprete ser creador en cierta medida cuando se enfrenta a una partitura consagrada?
—Creo que en pequeña cantidad el intérprete puede, debe o necesita recrear "la partitura", siempre y cuando respete los parámetros y/o límites históricos y estilísticos sin querer reemplazar al compositor. El intérprete de todas maneras es indispensable e insustituible pero no tendría por eso buscar de ser original "siempre y por fuerza". Lo más importante es tratar de ser lo más auténtico posible.
—Como profesor, ¿qué valores artísticos cree fundamentales inculcar a los jóvenes intérpretes?
—Por sobretodo la honestidad artística después de la humana, la educación constante del oído, buscar siempre los instrumentos que puedan permitirles progresar poniéndose siempre en discusión y jamás considerarse "llegados". Una justa dosis de autoestima y un gran entusiasmo se necesitan, pero la falta de humildad puede ocasionar un empobrecimiento artístico.
—¿Qué repertorio ha escogido para el concierto en el Espacio Cultural Universitario?
—Para mi presentación en Rosario he elegido dos grandes obras cumbres: una del repertorio romántico como la sonata en si menor de Franz Liszt y otra que es la columna más importante del 900, "La Consagración de la primavera" de Igor Stravinski, de la cual voy a interpretar mi transcripción para piano a dos manos. La elección se debe al centenario de la primera ejecución de dicha obra en Paris en 1913. Quiero agregar que este concierto será un homenaje a todos aquellos que han sufrido los últimos acontecimientos que han golpeado terriblemente nuestra ciudad.
Un virtuoso del piano de gran trayectoria
Pianista rosarino, caracterizado por una técnica deslumbrante y por un repertorio compuesto por las obras más exigentes para piano, Daniel Rivera desarrolla una importante carrera internacional con centro en Italia. Inició una intensa colaboración con la prestigiosa pianista argentina, con quien aparece en dúo en el Proyecto Martha Argerich de Lugano, el Teatro Ponchielli de Cremona, el Teatro Lírico de Cagliari, el Teatro Politeama de Catanzaro, el Teatro Nuovo Giovanni de Udine y la Iglesia de San Venanzio de Ascoli Piceno y con la cual colabora en el nuevo proyecto cultural Martha Argerich Presents Project.
Desde el 1986, Rivera es profesor de piano en el Instituto de Alta Cultura “Pietro Mascagni” de Livorno, Italia, y se presenta regularmente en dúo con el pianista italiano Gabriele Baldocci con el que ha grabado “Seis piezas, op. 11”, de Serguei Rachmaninoff, un trabajo que todavía no ha sido publicado.