Cuando en 1979 el líder iraní Ruhollah Khomeini definió a los Estados Unidos como el "Gran Satán", es decir, la encarnación política del mal a través del mundo, nunca hubiera imaginado que 34 años después otro representante de la revolución islámica le atendiera el teléfono al representante del "demonio". Eso fue lo ocurrió en Nueva York hace unos días cuando Barack Obama produjo un gesto histórico de acercamiento con Irán al dialogar durante 15 minutos con el actual presidente iraní Hassan Rohani.
Para Obama la sensación debe haber sido también extraña. Tampoco nunca imaginó que podría intentar hablar con uno de los integrantes del "eje de mal". Así había calificado el ex presidente George Bush, en el año 2002, al grupo de naciones compuesto por Irán, Irak y Corea del Norte.
Desde que la revolución islámica tomó el control en Irán tras la salida del sha Reza Pahlevi ambos países no tienen relaciones diplomáticas. Más aún luego de la toma de rehenes en la embajada norteamericana en Teherán, que culminó en enero de 1981 tras más de 440 días de cautiverio y una operación de rescate que fracasó.
¿Qué ha cambiado para que este giro se haya producido? Es difícil establecerlo con certeza, sobre todo cuando los gestos de distensión recién comienzan, pero es evidente que tanto Obama como Rohani tienen políticas más moderadas que sus antecesores. Tanto Estados Unidos como Irán apuestan a sacar ventajas de un posible contacto.
Por el lado de Irán, sus problemas de una economía débil, inflacionaria y estrangulada por el embargo de Occidente a sus exportaciones de petróleo, generan malestar interno y hasta ponen en peligro los fundamentos de la propia revolución teocrática. A Dios se lo considera poderoso, pero no inmune a la ira ante la necesidad de los pueblos.
Para Obama, traer al redil a uno de los "villanos de la película" no es poca cosa, sobre todo si se cuadra y está dispuesto a frenar o reencauzar un programa nuclear a todas luces sospechoso. ¿Por qué sospechoso? El anterior presidente iraní Mahmud Ahmadineyad venía prometiendo eliminar de la faz de la tierra a quien la revolución iraní considera siempre el "pequeño Satán", el Estado de Israel. También amenazó a sus rivales de la región y exportó ayuda a milicias armadas en distintas partes del Medio Oriente. E, incluso, los atentados contra la embajada de Israel y la Amia en la Argentina lo tienen a Irán como principal imputado y con altos dirigentes con pedido de captura internacional. ¿En ese marco, es imposible pensar que el programa nuclear iraní en desarrollo se utilice para cumplir con ese deseo eliminacionista declarado una y otra vez durante años y no sólo para fines exclusivamente civiles?
Cambio radical. Los bruscos giros políticos son difíciles de digerir en sociedades donde sus líderes han señalado durante mucho tiempo dónde reside la encarnación de mal. El propio Rohani lo comprobó a su regreso a Teherán después de la charla con Obama cuando un grupo de la línea dura de la revolución fue a esperarlo al aeropuerto para reprocharle su actitud. También hubo una significativa declaración de un general, jefe de la Guardia Revolucionaria del régimen: "El presidente Rohani mantuvo una posición firme y adecuada durante su estadía en Estados Unidos, pero de la misma forma en que se negó a reunirse con Obama debería haber rechazado hablar con él por teléfono y esperar acciones concretas del gobierno estadounidense", dijo. Y en un tono amenazante fue más allá: "En su acción, el gobierno puede cometer errores tácticos, como la entrevista telefónica, pero eso puede tal vez ser reparado. Si se comprueban errores entre los responsables, las fuerzas revolucionarias expresarán las advertencias necesarias", advirtió.
¿Qué herramientas utilizará Rohani internamente para justificar un acercamiento con el "Gran Satán"? ¿Saldrá indemne física y políticamente?
Durante más de tres décadas varias generaciones de iraníes vienen escuchando un mensaje unívoco y movilizador a tomar acción contra el responsable de todos los males del mundo: Estados Unidos y sus aliados, sean musulmanes o de otras confesiones. Revertir esa dirección del pensamiento colectivo de una sociedad fundada en valores teocráticos debería ser un desafío monumental. ¿Cómo hizo Rohani para repudiar en Nueva York, por ejemplo, el holocausto durante la Segunda Guerra Mundial cuando hasta hace pocos días se afirmaba de boca del presidente saliente que no había existido? ¿Hubo un repentino revisionismo histórico? ¿Cómo se lo explican a la población y a los militantes de la revolución islámica?
El pasado condena. Obama debería tener menos problemas para presentar en sociedad un probable entendimiento con Irán. Los Estados Unidos se han caracterizado durante todas las épocas en ser pragmáticos y sólo funcionales a sus intereses políticos y económicos globales. Por eso, han apoyado a dictaduras latinoamericanas monstruosas, reinos árabes todavía medievales o líderes asiáticos criminales. El gran defensor de la democracia mundial tiene innumerables marcas a lo largo de su historia y poca autocrítica. Sólo son sus necesidades lo que le hacen tomar decisiones dramáticas, sean republicanos de una derecha recalcitrante o demócratas moderados. Que se sepa, hasta ahora, la ignominia de la cárcel de Guantánamo no fue cerrada pese a las promesas de Obama, que ya va por su segundo mandato.
A los tradicionales aliados internacionales de los norteamericanos sí les costará entender qué está pasando, porque desconfían de Irán y piensan que sólo está ganando tiempo para terminar su programa nuclear.
En Estados Unidos los análisis sobre la charla entre Obama y Rohani desbordan en la prensa. Desde Jerusalén, la periodista Jodi Rudoren, corresponsal del diario "The New York Times", publicó un informe sobre la preocupación no sólo de Israel por el diálogo telefónico sino de los países del golfo Pérsico, entre ellos Arabia Saudita. Los sauditas y otros países sunitas del Golfo, dice el reporte, ven con preocupación un cambio en el balance de poder regional hacia el Irán shiíta y sus aliados. Para Israel, Irán sigue siendo el que sostiene al terrorismo global y apoya a las milicias del Hezbolá en Líbano y a las de Hamas en Gaza, enemigos declarados del Estado hebreo. La periodista norteamericana transcribe en su nota un comentario de un colega saudita cercano a la familia real: "Hay sospechas, incluso paranoia, acerca de un acuerdo secreto entre Irán y Estados Unidos. La preocupación es que los norteamericanos acepten a Irán tal como es y así el país persa pueda continuar con su vieja política de expansión y agresión". También se recoge en el diario neoyorquino la opinión de un académico del Golfo, que calificó el llamado telefónico como la caída del muro de Berlín y la de otro israelí, que espera que Obama no sea el próximo Chamberlain (ex premier inglés, antecesor de Churchill) conocido por su fracasada política de apaciguamiento de los nazis en 1938.
Como Fausto. Tanto Irán como Estados Unidos parecen encaminarse mutuamente a pactar con quien siempre han considerado el mal demoníaco. En la literatura alemana, con el "Fausto" de Goethe, también se relata un acuerdo con el demonio. Fausto, un hombre mayor y con sabiduría pero a punto de suicidarse, hace un pacto con el diablo, quien le promete hacerlo volver a la juventud y disfrutar de los placeres de la vida. A cambio, Fausto le entregará su alma al diablo una vez que muera, aunque esto finalmente no ocurre.
¿Quién es Fausto en este caso: Obama ó Rohani? Los dos parecen inclinados a entregar el alma a quien consideran el diablo, no para obtener juventud y placeres, pero sí para lograr otro tipo de beneficios. ¿Servirá esta entrega a los intereses de la paz mundial, la distensión, el control de programas de armas nucleares o químicas? Ese es otro capítulo que todavía no ha comenzado a escribirse.