Tras la partida de Gerardo Martino, el desafío principal de Newell’s pasaba por afrontar de la mejor manera posible la etapa de sucesión. Ante el extraordinario legado del Tata, ninguno quiso hablar de transición y se dejaron los objetivos en un nivel similar de exigencias. Nadie corrió la vara de aspiraciones y se apuntó únicamente a mantener la dosis de protagonismo escénico que se forjó en el ciclo anterior. Y lo que asomaba inicialmente como una ambición un tanto pretensiosa, por la ausencia de algunos nombres importantes, terminó transformándose en un poderoso envión que puso al equipo rojinegro otra vez como puntero del campeonato local.
Si bien este Newell’s se apoya básicamente en aspectos heredados, esenciales a la hora de construir las certezas y las ambiciones embrionarias de este nuevo ciclo, lo cierto es que tiene algunas señas particulares que lo diferencian de su versión antecesora. Es que bajo el mandato de Alfredo Berti, el juego leproso adquirió algunas características propias.
Es más directo. Más pragmático. Hay un énfasis similar en la fase de elaboración pero existen menos pruritos al momento de buscar el arco rival. Más allá de que se mantiene la apuesta por la tenencia de la pelota (indudablemente el rasgo más distintivo de los últimos cuatro torneos), se verifica una menor cantidad de pases y una inclinación para darle verticalidad al juego de manera más temprana.
Un dato curioso es que Guzmán toca menos la pelota que en el proceso anterior. Y cuando no hay garantías para salir jugando, se apela sin tantos rodeos al recurso del pelotazo largo.
Si bien la salida de los dos laterales sigue siendo una marca registrada, cuando los rivales contrarrestan tácticamente esa intención, suelen aparecer complicaciones por las bandas.
Con Víctor López en la zaga, hay más aplomo y experiencia, y un poco menos de velocidad y claridad en el pase inicial. El resto de la última línea mantiene las fortalezas y las debilidades de los últimos tiempos.
Con Mateo en el medio, hay más espíritu de lucha en la zona más caliente de la cancha y más aplicación táctica para cubrir y reposicionarse defensivamente. Pero Pomelo carece de la dinámica y de la precisión en el inicio de los movimientos que le aportaba Villalba. El duelo por ese puesto sigue abierto en este ciclo, aunque hasta ahora Berti optó siempre por el rubio.
Bernardi (a pesar de algunas molestias físicas) sigue cumpliendo el rol de cerebro del equipo. Y Pablo Pérez, más allá de su propensión a las tarjetas, es el volante mixto más eficiente que hay en el plantel. Figueroa, Tonso y Cruzado en este torneo no pudieron superar el cartel de opciones de ocasión.
Sumó un aporte. Un signo elogiable de este ciclo es la incorporación de un acento mayor en las pelotas paradas, un aspecto que Martino prácticamente despreciaba. Incluso hasta Scocco pateaba los córners. Con el Loco hay más alternativas por esa vía.
Con Trezeguet en el ataque, el equipo cuenta con jerarquía, inteligencia y capacidad de resolución en los metros finales. Pero es una referencia ofensiva mucho más estática que la que ofrecía Scocco con su predisposición más natural para bajar y asociarse a los generadores de juego. Si bien se está poniendo a punto, cada vez que lo buscaron por los carriles correctos, David respondió. Las terminaciones de jugada ofrecen una fisonomía diferente.
El nuevo As. En la primera parte de este etapa, Maxi Rodríguez ratificó su excelente momento y multiplicó todo lo bueno que expuso en el cierre del torneo pasado. La Fiera es el hombre más determinante del conjunto rojinegro. Es el corazón y el emblema de esta versión. Aporta sangre, fútbol y un evidente salto de calidad. Es la bandera de este proceso.
Bajo este análisis, se verifica que el Newell’s de Berti conserva el ADN que instaló Martino pero viste su propuesta con algunos toques propios. El puntero del actual torneo se apoya en el caudal emocional de los mismos caudillos y respeta la innegociable premisa de hacerse fuerte a partir de la pelota, aunque adapta el libreto a sus nuevos recursos y a su realidad. Desarrolla un juego más directo, quizás menos ornamentado, pero con una vocación escénica y una efectividad que hacen gala de su legado y que le permiten seguir en lo más alto del fútbol argentino.