Por primera vez en la historia la ciudad de Rosario aportará a un Mundial nada
menos que al mejor jugador del planeta: Lionel Messi. Es cierto que la Pulga cosechó todos sus
pergaminos defendiendo los colores de Barcelona, equipo donde en los últimos años no le faltó ganar
ningún torneo de los que jugó. Liga Española, Copa del Rey y Mundial de Clubes ya tienen estampado
para siempre el apellido del futbolista rosarino más famoso de la Tierra. Y con la celeste y blanca
logró el oro olímpico en Beijing 2008. Pero hasta él mismo sabe que para ganarse el afecto eterno
del pueblo argentino y recibirse de crack necesita coronarse en un Mundial de mayores, como será el
de Sudáfrica que está a punto de comenzar. Tiene todas las condiciones técnicas para hacerlo y
hasta lucirá en su espalda el 10 con que Maradona supo convertirse en el rey indiscutido.
Messi conoce lo que es masticar bronca en un Mundial y eso debe servirle
de motivación extra. Ningún futbolero olvida cuando Alemania eliminó a Argentina por penales en el
2006 y la Pulga ni siquiera ingresó un minuto en ese juego decisivo. Ahí, junto al banco, tenía la
mirada clavada en el piso por no saltar a la cancha. Es que José Pekerman, tal vez con razón, creyó
que no estaba maduro. Ahora la joya tendrá revancha.
A qué argentino no le erizó la piel cuando Messi demostró en 2007 que
tiene la sensibilidad de Maradona para convertir goles imborrables. Ante Getafe la Pulga metió la
misma corrida electrizante desde la mitad de la cancha con que Diego burló a los ingleses en México
86. Y con la pilcha del Barsa también demostró que apeló a la “mano de Dios” en su
conquista ante Espanyol, en otro tanto similar al de Maradona ante los ingleses. Claro que sólo el
Mundial sirve para graduarse como el mejor del planeta.
El ADN del potrero rosarino fluye en el cuerpo de la Pulga. El
muchachito de la zona sur desde niño tuvo a la pelota como su mejor juguete y como aliada perfecta
para arrancar aplausos. Ahora el mundo lo pondrá bajo la lupa y entonces deberá rendir el examen
más trascendente de su carrera. Es el ancho de espadas, pero tendrá que aparecer sobre la mesa en
el momento justo para que la selección argentina gane la jugada. Rosario, más que nunca, aporta su
calidad.