Nadie lo admitirá oficialmente, pero Rafael Grau, el jefe que llegó y se fue a destiempo, tuvo las horas contadas desde el mismo momento en que Miguel Lifschitz juró como gobernador de Santa Fe. A Grau lo había designado Antonio Bonfatti en septiembre de 2015 y, por el momento en el que se produjo, esa decisión no pasó desapercibida: al segundo gobernador socialista en la historia de Santa Fe le quedaban menos de 90 días de gestión y parecía razonable que llegara al traspaso de mando con el antecesor de Grau, Omar Odriozola, al frente de la policía. Para entonces ya se sabía que Maximiliano Pullaro sería el ministro de Seguridad de Lifschitz y no fue difícil advertir en su entorno, y también en el del futuro gobernador, cierta perplejidad frente al cambio de la máxima autoridad policial a días de la asunción de un nuevo gobierno. "No lo esperaban y, como mínimo, puedo decir que los sorprendió", contó a La Capital un referente socialista que siguió de cerca el proceso de formación de los equipos de la administración Lifschitz. En Santa Fe, afirmó un legislador oficialista, todos conocían que el cambio de Grau estaba previsto más o menos para estos días. "Hasta él lo sabía", aseguró. Un dato objetivo refuerza la hipótesis de que el actual gobierno no quería como jefe a alguien designado por Bonfatti sin una consulta previa: lo desplazaron cuando llevan apenas algo más de cien días en la gestión, por más que Lifschitz había dicho que lo mantendría si producía resultados. "Grau intentó hacer buena letra para quedarse, pero no le alcanzó", dijo el legislador socialista que habló con este diario. Ya le habían bajado el pulgar hace rato, y por razones ajenas a él mismo.