El pulso del folclore santiagueño dominó la jornada inaugural de la 53ª edición del Festival Nacional de Cosquín y, en esa atmósfera singular, Raly Barrionuevo y Peteco Carabajal asumieron en la noche del sábado, con diferente expresión e intención, una misma tradición sonora. Más allá de matices, Barrionuevo y Carabajal encarnan formas de renovación a partir de la tradición y, precisamente, afirmándose en ella, superaron los límites del esquema más ortodoxo de guitarra, bombo y violín.
Barrionuevo, de formas prolijas; y Peteco, descarnado y crudo; recorrieron a su modo en Cosquín parte del repertorio, propio y ajeno, que forjaron a partir del universo de la chacarera, con su pulso birrítmico y danzable.
Una vez más, Barrionuevo demostró en Cosquín una virtud que domina acaso como ningún otro artista de la escena actual: la facilidad para saltar de lo acústico a lo electrónico, de la ortodoxia al crossover. Y sin que ese paso suponga una impostura. “No me gustan las estrategias. No tengo ninguna”, afirmó a la agencia Télam después de su actuación.
Barrionuevo irrumpió en la escena de Cosquín con “Ey paisano”, el tema cargado de versos comprometidos que desató una polémica por su televisación en la edición pasada del festival. Luego apostó por obras de su propia usina como “Mujer caminante” o “Niña Luna”. En el desenlace de su actuación se recostó en clásicos como la “Chacarera del sufrido” y la “Chacarera del exilio”, para concluir, con gesto rockero, con “Hasta siempre”, la emblemática canción de Carlos Puebla a la memoria del Che Guevara.
A las 3.30 de la madrugada subió al escenario Peteco Carabajal, quien proyectó a nivel nacional los climas del espectáculo “Solo y acompañado”, que entre junio y octubre del año pasado presentó en Buenos Aires. Lejos de aquella intimidad, Peteco bregó por el mismo sentimiento que busca la riqueza que surge de compartir el acto musical. Detrás de esa búsqueda fue convocando al escenario a músicos como Suna Rocha, Laura Ros, Néstor Garnica y Mavi Díaz, entre otros.
Sin embargo, la performance del santiagueño comenzó en solitario y con un esquema tímbrico sostenido exclusivamente por una fila de violines. Una versión instrumental de “Puente carretero” inauguró la sesión, que luego prosiguió con el proverbial “Las manos de mi madre”. En el extenso recorrido sobresalió la versión, acompañado por la voz de Suna Rocha y la armónica de Franco Luciani, de “Chacarera de las piedras”, de Atahualpa Yupanqui.
En la jornada de apertura del festival también participó el cuarteto santafesino Alma de Luna, ganador en 2012 del Premio Consagración. El grupo interpretó versiones de “Libertango”, “Mujer niña y amiga” y “Luna cautiva”. Sin embargo, el que realmente se destacó por su pericia técnica fue el armoniquista rosarino Franco Luciani. Una versión de “La pobrecita”, de Atahualpa Yupanqui, en formato de cuarteto, marcó el punto más alto de su actuación.