Ovación / En Porto Alegre.- Central llegó a Porto Alegre con algunos magullones futbolísticos que lo habían hecho perder terreno en el certamen doméstico y necesitaba pegar un grito de guerra en el plano internacional. Sentirse pleno, renacido, fortalecido y más vivo que nunca. Y vaya si lo lograron los gladiadores del Chacho Coudet. El Canalla edificó una victoria sensacional, enorme, fabulosa, que lo posiciona de manera inmejorable para afrontar el jueves que viene la revancha de octavos de la Libertadores en el Gigante, pensando que el sueño copero tiene sustento y respaldo si siguen las actuaciones sólidas como la de anoche. Central pisó fuerte en Brasil y volvió a mostrar credenciales de equipazo.
No brilló, pero ganó con absoluta justicia, convicción, determinación y militancia para levantar las banderas del orden y la ambición para atacar al Gremio sin temores ni vacilaciones. Vino a buscar a Brasil ese gol que vale doble y se lo llevó bien guardado en la valija. Se impuso por 1 a 0, hizo un negoción y ahora esperar la revancha para cocinar la serie en Arroyito.
Así la imagen del final fue el nutrido grupo de hinchas canallas celebrando a puro grito la victoria con los jugadores saludando en mitad de cancha. Los que se animaron a desandar los 1.200 kilómetros desde Rosario tuvieron el premio de ver con sus propios ojos un triunfazo que ilusiona mucho de cara a lo que viene.
En cuanto al partido, en el primer tiempo Central fue un equipo con oficio, simple, utilitario y efectivo. Porque no le dio libertades a Gremio para manejar la pelota, lo hostigó en todos los sectores y cuando dispuso del balón lo administró con la sabiduría del cada vez más maduro Franco Cervi.
El mérito canalla fue salir a prepotear a su rival desde el vamos. Le avisó que no estaba dispuesto a ser el pato de la boda en el majestuoso Arena do Gremio y planteó batalla en cada sector del campo. Central se arremangó para recuperar rápido, pero fue a la vez muy astuto para mover la pelota y abrir grietas en el rival.
Así llegó la corajeada del Chaqueño Herrera y la conversión de guapo de Marco Ruben. En desventaja, el local herido en su orgullo intentó salir, pero pocas veces arrimó peligro al arco de un Sosa cada vez más afianzado. El juego se picó y allí Central se puso el chip de la Libertadores y se metió en el lodo del forcejeo y la lucha.
Ruben casi embocó una delicia desde afuera del área que devolvió el travesaño antes del descanso y de ser reemplazado por Lo Celso.
En el complemento, el trámite agudizó la postura de la fricción y la lucha. El juego se hizo más cortado. Central estaba cómodo con la ventaja y a Gremio no se le caía una idea. El Canalla entendió que no era una noche para la galera y el bastón y que debía más que nunca ponerse el overol, apelar al pico y la pala y apretar los dientes.
Gremio parecía entregado, pero la distancia era sólo un gol y no estaba dicha la última palabra. Había que seguir remando, redoblando el esfuerzo y la solidaridad, y Central lo hizo con una disciplina táctica digna del aplauso.
Llegó el final y el festejo loco. Central ganó, marcó un gol de oro y sobre todo despejó dudas y recuperó memoria futbolística. Más que nunca ayer fue "el gremio de los trabajadores del Chacho", que ahora van por más.