"El gran simulador" ganó anteayer la 9ª edición del Festival Internacional de Cine Independiente de Mar del Plata, Marfici, y se llevó el máximo premio en la Competencia Internacional de Documentales. El filme, dirigido por Néstor Frenkel, se basa en la historia de vida de Héctor René Lavandera, el famoso ilusionista que es más conocido por su nombre de batalla: René Lavand. "El cine es una mentira organizada", dijo Frenkel.
"A la opinión de la crítica tan favorable se suma la emoción de recibir este premio en una competencia, quizás por exagerada generosidad del jurado. Estoy sumamente agradecido a todos", destacó algo emocionado el prestidigitador tandilense en la ceremonia de cierre en la ciudad balnearia.
Detrás de esta película está el pulso de Néstor Frenkel, un realizador que incursionó en el cine de ficción con "Vida en Marte", pero desde entonces se quedó con el documental, un género que dice: "Me resulta más cómodo, y quizás por eso mismo, alguna vez quiera volver a sentirme incómodo, y vuelva a la ficción".
De esta segunda etapa son "Buscando a Reynolds" y "Construcción de una ciudad", en las que aclara que "por suerte con todas me fue bastante bien, porque se vieron en el Bafici, la crítica las elogió y me hicieron recorrer un poco el mundo, es decir, todas tuvieron su reconocimiento", destacó el director que en 2011 editó "Amateur", un guiño al cine Súper 8.
¿Qué lo sedujo a Frenkel para contar el derrotero de este particular ilusionista? Simplemente hay que hurgar en la historia de Lavand para comprobar por qué se conmovió este realizador porteño de 46 años.
Héctor René Lavandera es prestidigitador con una sola mano, la izquierda, porque no tiene derecha y con solo cinco dedos hace todo lo que se puede hacer con un mazo de naipes, aquello que se ve y lo que no se ve, porque su mano es más rápida que la vista.
Cuando era un niño en Coronel Suárez, un automóvil le aplastó su brazo derecho, dejándole desde el codo un muñón de once centímetros, y desde entonces, es decir hace ya 75 años (entonces tenía 9), se lleva de la mano con la baraja.
Es gracias a ese punto ciego del ojo humano que Lavand hace trucos sin que nadie, ni siquiera quien está delante suyo, puede descubrir la costura, y de allí que se haya convertido en uno de los especialistas en mazos de naipes más importantes de los que se tenga memoria en el mundo.
Frenkel recuerda que si bien lo había conocido cuando era chico viéndolo por la pantalla de un televisor, la primera vez que lo vio de cerca fue en la fiesta de cierre de un festival de cine en Tandil, pero que por respeto no se atrevió a acercarse.
"El arte es una mentira, la mentira es un arte", es una de las frases que se le escucha decir a Lavand, el artista que supo recorrer los escenarios del mundo, la televisión en blanco y negro en directo y hasta en "El show de Ed Sullivan", en los Estados Unidos.
Pero no sólo los Estados Unidos, Europa, y el resto de América latina pusieron sus escenarios al servicio de sus presentaciones, ya que aquí al promediar la década del 60, fue una de las figuras importantes del ciclo "Sábados Circulares", creado y conducido por Nicolás "Pipo" Mancera.
"René Lavand es una ilusión, se inventa un nombre, hay una construcción, una mística que lo hace más atractivo y ahí viene el problema que es dónde me paro yo como documentalista, y qué pasa si yo como documentalista le pregunto algo a alguien y esa persona me miente", se interrogó el cineasta.
"Tengo que rescatar la verdad de esa mentira y de eso se trata la película, de capas de verdades, capas de simulación, porque cuando hace un juego de cartas claramente me está mintiendo, luego tiene su personaje muy bien montado, que habla de esa manera, con modales de dandy, con mucha magia y misterio", explicó Frenkel.
Frontera. Para el cineasta, "él mismo lo dice al final de la película, que René Lavand se lo comió a Héctor René Lavandera, es decir que él no domina la frontera, no hay una barrera concreta entre uno y otro, y me parece que eso enriquece la película".
"En ese sentido un ilusionista es el personaje perfecto para un documental porque pone en tensión este juego de realidad y fantasía, y el cine es una mentira organizada, mientras que el cine documental se ocupa de la tensión entre la realidad y la ficción", afirmó Frenkel.
Y continuó: "Hay una parte que el que está mirando tiene que aceptar como que es real, y hay un juego con eso. En la ficción la mentira es más clara", aseguró quizá con la intención de borrar ciertos mitos sobre los modos de crear y producir en el séptimo arte.
En otro párrafo, Frenkel manifestó que "en el caso de que la persona que uno pone delante de la cámara sea un mentiroso profesional, un simulador, enriquece todo ese juego de verdades a medias, ocultas, mentiras, verdades tapadas con mentiras y viceversa, aunque esa reflexión no esté puesta en primer plano en la película. Sin embargo, uno puede dejarse llevar y reflexionar sobre eso mientras la mira", dijo.
"No reniego de la entrevista ni del material de archivo para armar un documental, y un documental nunca es del todo un documental porque la realidad siempre esta mediatizada por algo, por el montaje, por el encuadre, la luz, la música, por qué material dejo afuera o realzo; nunca es la verdad o la realidad", insistió el realizador.
Y remató: "Nada es verdad, todo es opinión, todo es manipulable. No hay que ir a buscar realidad a las pantallas, pero pedazos de realidad sí", concluyó Frenkel, igual que Lavand (o Lavandera) finalmente convencido de su sentencia "El arte es una mentira, la mentira es un arte".