La película del caso César Milani, jefe del Ejército, va sumando episodios. Mañana entrará en escena el Senado nacional, a través de su comisión de Acuerdos, que preside el chubutense Marcelo Guinle, oficialista del bloque PJ-FpV. La comisión deberá dictaminar, o no, el acuerdo para los ascensos de militares, incluido el jefe del Ejército, que alcanzaría el grado máximo: teniente general.
De 17 miembros, 10 pertenecen al oficialismo, más un aliado, Horacio Lores, que en la gran mayoría de los temas vota alineado con el oficialismo. Ninguno de los tres senadores por Santa Fe integran la comisión.
La oposición radical, la más consistente en el Senado, estará representada por su actor mediático principal, el jujeño Gerardo Morales. Un jugador avezado en argumentos, chicanas, provocaciones y muy astuto articulador con las cámaras de televisión de los canales opositores.
Como en otros temas de discusión nacional, fue un medio de comunicación opositor quien introdujo el hecho político que le dio dimensión al caso Milani. Ramón Olivera, riojano, ex preso político y director en los años ochenta de una publicación con los primeros informes sobre los casos de violaciones a los derechos humanos por la dictadura cívico-militar en su provincia, fue quien habría ratificado en la Justicia federal de La Rioja el último viernes una denuncia que involucra a Milani en acciones represivas ilegales durante 1977, y de las que el propio Olivera habría sido víctima.
Con el fotograma congelado en el día de hoy, la película del caso Milani encuentra en esta ratificación de Olivera ante el juez riojano Daniel Herrera Piedrabuena un elemento novedoso que introduce suspenso en el desenlace. Lo novedoso es que Olivera, si bien ya mencionó a Milani en la publicación de 1984, nunca lo había denunciado en la Justicia. Lo hizo ahora. Primero ante el comunicador Jorge Lanata, y anteayer, según transcendió (no se conoce el textual del juzgado) lo habría ratificado ante Herrera Piedrabuena.
Custodio. El elemento más fuerte con que Olivera imputa a Milani es que lo habría custodiado en un coche durante su traslado desde un centro clandestino de detención hasta el juzgado para declarar. En 1977. Luego de ese episodio, Olivera quedó detenido de manera “legal” —ya no en un centro clandestino—, por más de cuatro años. Según Olivera, Milani no sólo lo “custodió” sino que lo “hostigó” durante su declaración. Milani, quien niega estos hechos, por entonces era subteniente y tenía 22 años.
En una movida política fuerte, Milani se presentó, y se puso a disposición —entre jueves y viernes pasado— tanto en La Rioja, ante Herrara Piedrabuena, como en Tucumán, ante el fiscal Pablo Camuña y el juez Daniel Bejas. En el caso de Tucumán, la acusación, por ahora periodística sobre Milani refiera a su presunta participación en acciones represivas durante el Operativo Independencia, que entre otros crímenes, provocó la desaparición del soldado Alberto Ledo.
El jefe militar, clase 1954, denunció a su vez una campaña política en su contra, del Ejército y de la presidenta Cristina Fernández. Y detalló que su presencia en Tucumán durante los años de plomo fue acotada a unos 40 días y por tareas en el área de ingenieros “reparando caminos y escuelas”.
En ninguno de los dos juzgados Milani tiene causas abiertas. Sin embargo, y sobre todo con la declaración judicial de Olivera, se espera qué actitud tomarán los juzgados. Que podría o no modificar la situación legal del militar. Y de ahí, eventualmente, las inexorables consecuencias políticas.
El gobierno nacional decidió avanzar en el Senado con la Comisión de Acuerdos. La Capital pudo saber que el chubutense Guinle, un hombre alineado en general en el bloque oficialista, aunque con algunas disidencias, en este caso se mantuvo en permanente contacto con el Ejecutivo interiorizándose de todos los detalles del caso. Y buscará avanzar mañana, obtener las firmas necesarias para el dictámen, y llevarlo al recinto el próximo 31 de julio.
Más allá del final de la película, que ahora se encuentra abierto, queda claro que no es tarea sencilla el intento de refundación cultural y política y refuncionalización de la Fuerzas Armadas que busca poner en marcha el gobierno nacional. El kichnerismo encontró en Milani un hombre fiel, peronista, un cuadro político y no sólo “profesional”, decidido a emprender la titánica tarea. Lo creía, y aún lo cree, libre de culpa y cargo. Pero el fantasma de la ropa sucia oculta en el algún placard acecha otra vez.