Tantas veces se hizo referencia a la forma sistemática y muchas veces poco productiva que tenía Central de moverse dentro de la cancha que el punto de inflexión que marcó el equipo el pasado domingo ante San Lorenzo no debería ser pasado por alto ni tomarse con demasiada liviandad. Claro, a partir de ahora debería llegar una etapa de afianzamiento y de crecimiento en relación a eso que se mostró, futbolísticamente hablando. Será algo así como un nuevo desafío que aparece en esa hoja de ruta por la que se intentó comenzar a transitar. Es que lo del último partido puede elogiarse en la misma proporción a las críticas vertidas sobre lo que antes parecía no un recurso sino prácticamente un modo de vida.
Todo ello implica también hacer referencia a que con esa forma de jugar el equipo había conseguido más resultados positivos que adversos. Contando los partidos por Copa Argentina y Copa Sudamericana, fueron siete presentaciones de las cuales ganaron cuatro, empataron una y perdieron las dos restantes. Recién después vino lo de San Lorenzo.
El tema es que lo del domingo incluyó un alto grado de aceptación. De parte de los jugadores, del cuerpo técnico y también de los hinchas, más allá de que el triunfo, largamente merecido, nunca haya podido concretarse.
Sería una temeridad absoluta afirmar que Central dio el salto de calidad que desde hace tanto (desde el juego más que de los resultados) estaba buscando. Es que, como dice el refrán, "una golondrina no hace verano". Por eso lo que vendrá será tanto o más importante que ese mojón que se intentó plantar hace días en el Gigante.
Algunas de las fuentes consultadas confiaron que después del partido ante Boca, Russo mostró su disconformismo en el vestuario, pero sobre todo en la primera práctica pospartido, donde planteó de manera enérgica que algo había que cambiar, que había cosas que "no toleraba". Entre ellas figura, por ejemplo, la incomprensión acerca de querer sacarse rápidamente la pelota de encima. "Así es fácil jugar", dicen que dijo.
Claro que no todo se intentó solucionar con un reto. Sino que hubo un trabajo de campo en el que esa idea intentó potenciarse y pulirse. Por eso algunas cosas cambiaron y por eso esa modificación quedó claramente marcada, más allá de que haya sido apenas un primer paso.
De aquí en más hay muchos otros pasos para dar. ¿Por ejemplo? Que los delanteros encuentren su verdadero lugar y una correcta asimilación del juego. Y este dato no es caprichoso. Basta con repasar la actuación de Abreu, a quien el partido le quedó bastante incómodo por la sencilla razón de que le llegaron muy pocas pelotas por arriba, que es donde el Loco suele marcar la diferencia.
Después, si el uruguayo es el indicado entre los delanteros para amoldarse a esta modalidad de juego o si debiera ser otro jugador de distintas características, depende de la mano del técnico. Pero no será mayor su responsabilidad que la que deberán asumir tanto los volantes como los defensores en la necesidad de obtener el equilibrio.
El puntapié que se dio dejó una buena impresión. Y aun atendiendo a que no todos los planteos rivales serán iguales, es a lo que habrá que darle continuidad en el tiempo. Allí estará el gran desafío canalla.