Era un delantero con buen pie y también ponía la gamba para trabar todas. El entrenador le dijo
que le gustaba su estilo y que jugaría, pero como marcador de punta. El habilidoso futbolero se
asustó y consultó: “Pero nunca fui defensor. ¿Qué hago? “Vos sacala”, le soltó el
técnico, resumiendo teorías no tan modernas, como mezquinas. Para algunos, lo atractivo del juego
es ganar, pero eso no siempre hace que el juego sea atractivo.
Cuentan que tras la Segunda Guerra Mundial, en la desolada Italia, el campeón Torino era la
base, con diez jugadores, del seleccionado itálico. Pero, el 4 de mayo del 49, tras un amistoso
contra Benfica, al regresar a Turín, la niebla provocó la caída del avión sobre la basílica de
Superga.
Entre los 31 fallecidos, 18 eran jugadores de Torino. El desastre conmocionó a Italia, que
además de tantas vidas, perdía a la mayoría de los convocados para el Mundial de 1950.
En la emergencia, para superar la pérdida de habilidosos y dotados técnicamente, se recurrió a
una ultradefensiva escuadra, de dura marca y sacrificio. Italia cayó en la primera ronda del
Mundial, pero el planteo de cerrojo o “cattenacio” se difundió desde el Inter de
Helenio Herrera a todos los posteriores seleccionados.
Los periodistas defendieron lo “defendible” y Gianni Brera ligaba al catenaccio con
el duro y sufrido campesino: “era la lucha de clase: uno es débil y tiene que
defenderse”.
Ya en 1932 el equipo austríaco de Karl Rappan usaba la táctica de sacarla lejos y ver. Así
nacieron ultrazagueros, líberos, marcadores centrales y laterales, stoppers y hasta los nueve
bajaron a sacarla. “Los delanteros ganan partidos, pero los defensores ganan
campeonatos”, afirmaron.
Blas Giunta trabó con la cabeza y los bahienses colgaron los trapos: “Laspada es
Argentino”, en reclamo de su convocatoria al seleccionado.
Nicolino Locche ganaba tras esquivar y cansar al rival. Empezaron a bajar todos para aguantar.
Así también hubo rotulantes frustraciones y aceptación de míseros empates.
El arquero del Racing Universitario de Argel y Nobel de literatura 1957, Albert Camus, sostenía:
“Lo que más sé de moral y de obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol”.
Quizás, ese aprendizaje nos lleve a armar también fuera de las canchas cerrojos ante “los más
poderosos”.
En desventaja física y técnica, el equilibrio de fuerzas surgiría de la colectiva resistencia
frente a los grandes. Dicen que el general Perón, ante la proscripción de su movimiento, durante la
Resistencia Peronista, llamaba a “encarajinar” el avance de “la contra”.
Algo como “no achicarse, sino achicar”, para armar una salida. Otro defensor del fútbol
y el arte, Miguel Franchi, advierte: “No estamos retrocediendo, sino tomando
carrera”.
Mañana, Figurita 8: El volante