Mi relación para poder grabar y tocar con esta gente maravillosa como Suma o Goyeneche o Enrique
Cadícamo, es que no hay contrato que valga. Admirás artísticamente a la persona. Descubrís que es
un don de gente. Entonces grabar, hacer el disco es un verdadero placer.
Cuando terminó la grabación del primer disco, “Alma noble”, que fue muy sencillo
de hacer porque Suma además de talentosa era muy trabajadora, la invité a participar de otros
discos. Para uno del acordeonista Ildo Patriarca, y luego para una obra que escribimos por el
Centenario de Atahualpa Yupanqui junto a la poeta Cecilia Nella. Siempre embelleció nuestros
trabajos con su participación.
Ella sabía que comenzaba la grabación de un nuevo álbum el día que se le ocurriera.
Finalmente arrancó y lo hizo con unos jóvenes músicos que había conocido por Córdoba. Grabó otras
obras acompañándose con la guitarra.
Una mañana cuando estaba por irme al estudio su hija me llama contándome su partida. Nos dejó
muy mal a todos. Después de un prudente silencio, nació el deseo de proyectar su nuevo álbum, el
último, su adiós.
Así fue que Mario Sobrino, nuestro técnico de grabación, comenzó a tener algunos encuentros
con los hijos de Suma y les fue mostrando las grabaciones.
Siempre que grababa alguna música Suma tenía la costumbre de contarnos su origen o la
historia del texto. El cielo quiso que muchas de esas explicaciones las fuera dando frente al
micrófono antes de empezar a tocar y cantar. Y también que el técnico grabara toda su charla.
De esta manera, sin haberlo planificado, en este nuevo disco, Suma nos va conversando
tiernamente antes de cada canción. Un regalo emocionante para el alma.