El radicalismo cierra el año electoral como parte de la alianza gobernante Cambiemos, que lidera el presidente Mauricio Macri, un acuerdo que le permitió al centenario partido volver al poder y recuperar volumen territorial, tras la salida anticipada de Fernando de la Rúa en 2001, en medio de una profunda crisis social, institucional y política.
El acuerdo con el PRO y la Coalición Cívica-ARI, de Elisa Carrió, significó un giró hacia el centroderecha de un partido históricamente emparentado con posiciones socialdemócratas, algo que produjo una fuerte discusión interna, pero que le redituó al radicalismo sumar, tras las elecciones de octubre, además de la administración de Corrientes, dos nuevas gobernaciones (Jujuy y Mendoza) y numerosas intendencias en todo el país, tras doce años de retrocesos y pobres desempeños electorales, fruto de la fallida experiencia de la Alianza.
Los radicales también lograron dos vicegobernadores (Buenos Aires y Santa Fe), 83 intendencias ganadas en todo el país (entre ellas las capitales de Santa Cruz, Río Negro, Neuquén, La Pampa, Mendoza, Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos y Jujuy) y bloques de 11 senadores nacionales y 44 diputados, luego de haber logrado 19 bancas de las 13 que ponían en juego en la cámara baja.
La UCR comenzó el año electoral sumido en una fuerte puja interna por la estrategia electoral de cara a las presidenciales, que se cristalizó en la convulsionada Convención Nacional de Gualeguaychú, en la que el entonces titular del partido, Ernesto Sanz, logró imponer su postura en favor de la alianza con el PRO, de la que él, Carrió y, por su puesto, el propio Macri, fueron sus principales arquitectos.
Adiós a Unen. De esa manera, y a menos de un año de su creación, la UCR sepultó el Frente Amplio Unen y, con ello, la posibilidad de convertirse en la columna vertebral de una alternativa de perfil socialdemócrata, junto al partido Socialista, la CC-ARI, Proyecto Sur y el GEN, de Margarita Stolbizer, entre otros socios de menor cuantía.
Los radicales también dejaban de lado la opción de ir a las elecciones presidenciales de octubre en una alianza amplia que incluyera al Frente Renovador, de Sergio Massa, una opción que fue impulsada por dirigentes de peso en la estructura partidaria, como Gerardo Morales, Ricardo Alfonsín y José Cano.
El acuerdo con el macrismo movió el escenario electoral y ubicó al jefe del PRO en una clara polarización con el candidato del Frente para la Victoria (FpV), Daniel Scioli, mientras Massa veía así empalidecer sus chances de convertirse en el sucesor de Cristina Fernández de Kirchner en la Presidencia.
Las Paso de agosto pasado, en las que Macri se impuso por amplio margen sobre sus competidores en Cambiemos, Sanz y Carrió, dejó a la UCR por primera vez desde el regreso de la democracia, en 1983, sin formar parte de una fórmula presidencial.
La victoria del líder del PRO sobre Scioli en el ballottage del 22 de noviembre significó —aunque con limitado poder de acción— el retorno de la Unión Cívica Radical a la Casa Rosada, tras el largo invierno que debió sufrir el partido por la anticipada salida del ex presidente Fernando de la Rúa del gobierno, en medio de una grave crisis política, social, económica e institucional.
La estructura territorial de la UCR fue gravitante en el triunfo de Mauricio Macri, quien pese a anunciar que no haría cogobierno, ya en la Casa Rosada, otorgó a su socio político los ministerios de Telecomunicaciones, Defensa y Agroindustria, que encabezan, Oscar Aguad, Julio Martínez y Ricardo Buryaile, respectivamente.
Otros radicales ocupan altos cargos, como José Cano, quien está al frente del estratégico Plan Belgrano; Mario Cimadevilla, titular de la Secretaría de Estado (del Ministerio de Justicia), que seguirá las investigaciones del atentado de la AMIA de 1994 y de la muerte del fiscal Alberto Nisman, y Walter Ceballos, que ocupa la Secretaría de Servicios Logísticos para la Defensa (Selode) de la cartera de Defensa.
Con todo, y pese a la victoria electoral, la UCR tuvo un nuevo temblor interno con el rechazo de Sanz a ocupar la titularidad del Ministerio de Justicia ofrecida por Macri y retirarse —al menos por un tiempo— del escenario político y refugiarse en su Mendoza natal.
Ahora y bajo la titularidad del intendente de Santa Fe, José Corral, la UCR se encuentra ante el desafío de no ser subsumida por el macrismo, frente al amplio poder que significa para la fuerza que lidera Macri el manejo del Gobierno nacional y de los dos distritos con mayor presupuesto del país: la Capital Federal y la estratégica provincia de Buenos Aires.
A su favor, y como contrapeso, los radicales cuentan (hasta las legislativas de 2017) con un importante caudal de legisladores en el Congreso nacional, algo fundamental para el sostenimiento de la gobernabilidad del actual Ejecutivo.