Cuando se escriba la historia de la televisión argentina y se recuerde cuál fue el suceso del 2015, la coincidencia será total: las telenovelas turcas. ¿Cómo puede ser? ¿Y Tinelli? ¿Y Mirtha? ¿Y las ficciones de Adrián Suar? ¿Y Julio Chávez? ¿Y “Gran Hermano”, “Elegidos” o “Historia de un clan”? Sí, también se vio todo eso, pero lo que provocó el verdadero sacudón en el televidente fue “Las mil y una noches”. El culebrón que abrió una grieta en la TV.
A partir de allí se abrió una ventana hacia las ficciones de ese lado del mundo, al tiempo que se cerró una puerta para las de Argentina. No es exagerada la metáfora, es real. Porque El Trece especuló con el éxito del turbulento amor de Onur y Sherazade, y modificó su grilla a medida que los fans de la telenovela se enamoraban cada vez más de los ojos del galán turco.
Así, el culebrón que se estrenó una tórrida noche de enero en el horario de las 23, pasó abruptamente al horario central del canal del sol. Para lo cual hubo que correr a la malograda “Noche & día”, cuya suerte fue peor que la que tuvo Vico (Facundo Arana) en la tira de Pol-ka, que no pudo soportar la baja de Romina Gaetani, a cuyo personaje hubo que matarlo para que la historia continúe. Un papelón.
El policial, que tuvo logradas actuaciones de Arana (sí, de Facundo Arana), de Eleonora Wexler y de Oscar Martínez, nunca empatizó con el televidente. Y mientras los paisajes de Estambul inundaban la pantalla, para beneplácito de las agencias de turismo, y en todos los programas se hablaba de lo sexy que es Onur (desde “Infama”, “Intrusos” y “Almorzando con Mirtha Legrand” hasta “El diario de Mariana” y “Telenoche”), a la tira de Arana le pasaba la peor parte: se emitía pasadas las 11 de la noche, primero en formato diario, y después sólo los miércoles.
O sea, la condenaron a un exilio forzoso, y encima apenas con pan y agua. Mientras a “Las mil y una noches” le daban hotel cinco estrellas con desayuno continental. Y hasta Alí Kemal, actor de cuarta que ni siquiera era protagonista de la novela, gozaba las esquirlas del éxito con una inusitada difusión a partir de su participación en “Bailando por un sueño”.
“Sin traicionar la formulación clásica de la telenovela, con sus amores contrariados, traiciones y mentiras, estafas y ambiciones, humillación y deseo, «Las mil y una noches» va más allá del relato y nos trae, especialmente al público latino, el perfume de una cultura desconocida”. Así explicó Cecilia Absatz el fenómeno del citado culebrón, en su libro “Las mil y una telenovelas”, y el nombre de esta publicación, editada por Planeta meses atrás, también refleja el chisporroteo popular que se produjo este año desde la pantalla chica.
Para no quedarse atrás, Telefe captó que había que cambiar el concepto de fenómeno de un solo canal (para el caso, El Trece) a fenómeno global. Y lanzó “Ezel”, para después seguir con “Qué culpa tiene Fatmagül”, y recientemente “Karadayi”, con el protagonista de “Ezel” y la heroína de “Las mil y una noches”. Bingo. También le sumó “Secretos, nadie es inocente”, con un tono más policial y dramático, y la lista seguirá seguramente en 2016. Por El Trece, en tanto, ya están en el aire las promos de “Esposa joven”.
Obvio, nada es gratuito. El costo se sintió este año en las ficciones argentinas y se sentirá mucho más si no cambia la tendencia. El televidente medio mutó, y sumado a la alta rotación de productos de otro vuelo (en creatividad y mensaje ideológico) en dispositivos móviles vía internet y también en on demand, cada vez se le hizo más difícil a los canales líderes imponer un nuevo programa.
Una muestra fue el mal rendimiento que tuvo “Entre caníbales”, pese a la mano maestra de Juan José Campanella. Ni la sensualidad de Natalia Oreiro y el envión que traía Benjamín Vicuña después de “Farsantes” pudieron sacar a flote el envío. Quizá el hastío de la gente hacia los temas políticos en un año electoral y la falta de una historia de amor más fuerte hicieron su trabajo para que el rating caiga en picada.
Telefe tuvo su momento de gloria con “Viudas e hijas del rock & roll”, que había comenzado en agosto de 2014 y se estiró hasta mayo de este año. El canal de las pelotas decidió no largar otra tira para exprimir al máximo a Marley con “Tu cara me suena” y “Elegidos”, y de paso miraba de reojo cómo “Esperanza mía”, en El Trece, crecía día a día.
Y por si fuera poco la pareja de mentirita de Tomás y Esperanza se la tomó en serio y llevaron su romance a la vida real, pero ya en la piel de los originales Mariano Martínez y Lali Espósito. Un éxito que sigue dando frutos.
Historias con concepto. En medio del “boom” de Onur, Sherazade, Esperanza y el padre Tomás, afloraron otro tipo de ficciones, que se la jugaron por contenidos más atractivos, ya sea desde lo temático o de la precisión de los guiones. Los casos más emblemáticos fueron “Signos”, en El Trece, e “Historia de un clan”, en Telefe. Ambos unitarios tuvieron un común denominador: la calidad en la historia y la estética.
“Signos”, que finalizó el miércoles pasado, hizo pata ancha a partir del derrotero de un asesino serial, cuyas víctimas, elegidas según el zodíaco, respondían a una venganza por distintos sufrimientos acaecidos durante su niñez.
El ciclo mostró a un Chávez impactante en la composición de un médico desquiciado; y se sumó la grata sorpresa de Claudia Fontán, en el rol de su hermana, una policía al estilo “Fargo” pero en el pueblo de Penitentes, que le significó el mejor papel dramático de su carrera.
“Historia de un clan” aprovechó el envión que traía el largometraje “El clan”, de Pablo Trapero, para ejercitar la memoria sobre los crímenes de la familia Puccio en la década del 80, y se subió al podio desde el primer capítulo. De la mano de una performance sublime de Alejandro Awada, como Arquímedes Puccio, bien secundado por el Chino Darín y Cecilia Roth, Underground subió la vara no sólo por el nivel de las actuaciones, sino también por el diseño de arte de la época, la crudeza de los diálogos y el realismo de las escenas, ya sean eróticas o violentas.
Carolina Aguirre, una de las guionistas estrella del momento, quien le dio su impronta a “Farsantes”, “Guapas” y a “Signos”, destacó en una entrevista que la televisión está “en un momento de quiebre”.
Y apuntó que el televidente cambió, que ya no seducen los relatos “deseables y aspiracionales” de ricos y pobres, de la era de Alejandro Romay, ni tampoco “la televisión más cercana” de “Gasoleros” y “Campeones”, fogoneadas por Suar.
“Hoy ya no alcanza la realidad, la nueva televisión tiene mucho más que ver con la verdad”, dijo Aguirre, para agregar que se impone “trabajar sobre un concepto, una idea”. Y planteó la necesidad de transitar “historias con ideología”.
Claro que, sin intención de herir susceptibilidades, sería complejo definir qué es ideología para el televidente argentino. Cuesta entender que coincidan los perfiles del que ve “Signos” con el que se emociona con los ojos de Onur, doblaje incluido, aunque también es real que en algunos casos el televidente pueda ser el mismo.
Lo concreto es que el quiebre está al caer, aunque es evidente que entre “Las mil y una noches” e “Historia de un clan” hay una grieta. Pero hoy hablar de grietas es un tema de la más cruda realidad, que ya superó ampliamente a la ficción.