Los principales espacios y dirigentes políticos santafesinos asoman a un 2021 en el que se pondrán a prueba sus defensas y anticuerpos. También su adaptación al medio y, en algunos casos, sus aptitudes de supervivencia.
Por Mariano D'Arrigo
Los principales espacios y dirigentes políticos santafesinos asoman a un 2021 en el que se pondrán a prueba sus defensas y anticuerpos. También su adaptación al medio y, en algunos casos, sus aptitudes de supervivencia.
El 2020 fue excepcional en varios sentidos: no sólo por la pandemia y todos los trastornos sociales y económicos asociados a ella, sino también por la dinámica particular que asumió la política provincial. Por caso, peronistas, socialistas y radicales debieron reajustar roles después de actuar doce años consecutivos el mismo papel y, sorprendentemente en tiempos de crisis, la Legislatura se convirtió en el centro de gravedad de la vida pública santafesina.
El año que empezó será diferente. El Ejecutivo estará en el centro de la escena. Omar Perotti y su gabinete enfrentarán una serie de demandas entre las que pica en punta la seguridad. El ordenamiento macroeconómico es tarea de Alberto Fernández y Martín Guzmán, pero el control del territorio santafesino es responsabilidad del gobierno provincial.
En este sentido, Rosario cerró un año con números alarmantes: durante 2020 se cometieron en el departamento 214 homicidios, según cifras oficiales del Ministerio de Seguridad provincial. Así, el 2020 fue el cuarto año más sangriento de la década en el distrito, ubicado sólo por debajo del trío 2013/2014/2015, y fue el más violento de los últimos cinco años.
A esas muertes violentas, la mayoría de ellas vinculadas a disputas de bandas por el dominio de la calle, se suman otros delitos, como robos y arrebatos, que elevan los niveles de irritación de la sociedad.
Sin embargo, la consigna paz y orden, que llevó a Perotti a romper el ciclo del Frente Progresista en la Casa Gris, también cobra actualidad en el PJ santafesino.
El acto que encabezó en Sauce Viejo el gobernador el martes —el mismo día que comenzó la vacunación contra el Covid-19 y se realizó la histórica sesión en el Senado donde se aprobó la legalización del aborto— escenificó la situación del peronismo.
Estuvieron presentes intendentes y senadores leales, pero pegaron el faltazo la vicegobernadora Alejandra Rodenas —que hace equilibrio entre sus jefes políticos, el gobernador y el sanlorencino Armando Traferri— y los 6 diputados provinciales del bloque oficialista.
Desde la bancada peronista en la Cámara baja dijeron a La Capital que la ausencia generalizada no fue un mensaje planificado. “Nos avisaron muy sobre la hora, había compañeros y compañeras con otros compromisos —dijo un integrante del bloque—. Además, no se entendió si era un relanzamiento de la gestión o un acto de apoyo”.
El mensaje de combate contra las mafias que reforzó el propio gobernador en el acto, y que propala el ministro Marcelo Sain hacia un sector del PJ y el Frente Progresista, le permite a Perotti pararse desde una de sus principales promesas de campaña pero abre un signo de interrogación no sólo hacia la Cámara alta —donde tiene sólo 6 bancas sobre 19—, sino también en cuanto el armado electoral de cara a unos comicios clave.
En este sentido, cuesta imaginar la reconstrucción en el corto plazo de los puentes entre el peronismo territorial referenciado en Traferri y la Casa Gris.
Cada cual tiene su versión de la historia. Cerca del gobernador apuntaron al sanlorencino por una serie de jugadas que consideran contrarias al fair play político, como la sanción del presupuesto 2020 y las “leyes anti Sain”.
Un dirigente que trabaja hace décadas con Traferri aseguró en una larga sobremesa de año nuevo que quien empezó la guerra fue Perotti, al negarle al Nuevo Espacio Santafesino (NES) casilleros clave en el gabinete que habían sido acordados en la campaña.
De todos modos, el estilo de liderazgo hermético y más bien endogámico de Perotti es algo que critican también dirigentes que orbitan lejos del senador sanlorencino. Desde un espacio importante del peronismo santafesino pidieron abrir el juego, y deslizaron: “Si para esto para febrero o marzo no cambia vamos a empezar a tomar distancia, sobre todo por una cuestión de supervivencia”.
Como sea, las elecciones intermedias marcarán el pulso de la sociedad santafesina y el clima político en la segunda mitad del mandato de Perotti. También, la correlación de fuerzas en el Congreso y concejos municipales, y una cuestión que interesa particularmente al gobernador: si puede perfilar un candidato propio para dentro de dos años.
Pero para el 2023 falta una eternidad. Las próximas elecciones aparecen teñidas por la incertidumbre: sobre el contexto —sanitario, social y económico—, las reglas con las que se jugará el partido —no es lo mismo hacerlo con Paso que sin ellas— y cómo se moldeará la oferta electoral.
En este sentido, el campo no peronista también está en ebullición. Tras la derrota a nivel nacional y provincial en 2019, la UCR santafesina tiene una idea fija: ser el articulador de una gran coalición opositora, que contenga desde el PRO hasta el Partido Socialista.
Entre navidad y año nuevo Maximiliano Pullaro y Felipe Michlig pisaron el acelerador. Lanzaron un video en el que paran en el antikirchnerismo duro y plantean la necesidad de una alianza, que supere tanto a Juntos por el Cambio como al Frente Progresista.
El problema es que más allá de las intenciones de la dirigencia un armado de ese tipo tiene que cerrar por arriba (entre las élites partidarias) en el medio (la militancia) y por abajo (el electorado). Al menos en el PS, a pesar de que Miguel Lifschitz se siente con Pullaro, Michlig y Martín Lousteau, hoy un frente XXL presenta más costos que beneficios.
Así, y aunque falta mucho trecho por recorrer hasta la inscripción de alianzas y candidaturas, aparecen al menos tres escenarios. Dos son más improbables —el gran frente opositor y que se repita la foto de 2019— y el tercero es hacia dónde parece encaminarse la cuestión: una alianza rebautizada entre la UCR y el PRO, en un estante de la góndola electoral, y el PS y una serie socios más pequeños del centroizquierda, en otro.
Quien observa con inquietud el escenario es Pablo Javkin. El intendente rosarino y el santafesino, Emilio Jatón, reclaman que la dirección del FPCyS dé mayor protagonismo a las principales referencias territoriales de la coalición
El jefe del Palacio de los Leones tiene objetivos políticos en dos niveles. Por un lado, fortalecer la gestión y evitar el síndrome de Fein: ser el gobernante más demandado por cercanía y, a la vez, el que tiene menos herramientas institucionales para dar respuesta en ciertas áreas. Por el otro, darle volumen a su espacio político y ganar autonomía de sus socios.
Así, tanto oficialistas como opositores se posicionan de cara a un año en el que empiezan a definirse cuestiones importantes del ejercicio del poder en la ciudad y la provincia. Lo harán con un escenario socioeconómico delicado de fondo, que incluye desplome de actividad económica, aumento de la pobreza y la indigencia y el deterioro del empleo. Hasta ahora, la coordinación entre los tres niveles de gobierno evitaron que la situación estalle. No es poco, pero puede no ser suficiente cuando sea la hora de acudir a las urnas.