Cientos de miles de egipcios se manifestaron ayer en todo el país, convocados por partidarios y adversarios del presidente islamista derrocado Mohamed Mursi. Los choques entre ambas facciones dejaron al menos cinco muertos en Alejandría, la segunda ciudad de Egipto. Mursi, entretanto, que estaba detenido de facto por los militares desde el golpe del 3 de julio, pasó a estarlo por orden judicial.
La Justicia egipcia, que acompañó al golpe militar, ordenó el arresto preventivo de Mursi, "retenido" hasta ahora por el ejército en un lugar secreto desde su derrocamiento, alegando que se escapó en 2011 con la ayuda del Hamas palestino de una cárcel en la que lo había encarcelado el régimen de su predecesor, Hosni Mubarak.
Pero la noticia de la jornada fueron las masivas manifestaciones. Las de los sectores laicos y liberales fueron estimuladas por las nuevas autoridades. La violencia relacionada con el conflicto político dejó más de 200 muertos en Egipto en el último mes. Ayer esa cuenta sumó a otros cinco manifestantes, que murieron en Alejandría. Asimismo, otros 72 resultaron heridos en enfrentamientos entre partidarios y adversarios de Mursi en esta ciudad portuaria y segunda del país.
En El Cairo manifestantes de ambos bandos se enfrentaron a pedradas y se lanzaron botellas,dejando una decena de heridos. Otra decena de manifestantes resultaron heridos en Damiette, sobre la costa.
Las manifestaciones convocadas por los Hermanos Musulmanes salieron desde una treintena de mezquitas, luego de los rezos colectivos de los viernes, para confluir cerca de la Universidad de El Cairo y ante la mezquita Raba al Adawiya, en el nordeste cairota, dos lugares donde los simpatizantes del presidente derrocado han establecido sus campamentos.
El movimiento denuncia el golpe de Estado con el que el 3 de julio el ejército, con el abierto y masivo apoyo de sectores de clase media y de estamentos judiciales y empresarios, depuso al primer presidente democráticamente elegido en Egipto. El golpe fue el corolario de una serie de protestas desde fines de junio. En esos días se registaron la se registraron las manifestaciones más masivas de la historia moderna del país, lo que dio sin dudas impulso a la cúpula militar para dar el golpe del 3 de julio.
El guía supremo de la formación islamista, Mohamed Badie, convocó a manifestaciones "pacíficas" y animó a sus simpatizantes a no bajar la guardia ante el "sangriento golpe de Estado". En el bando opuesto, cientos de miles de manifestantes antiMursi confluyeron hacia la plaza Tarhrir, centro habitual de las grandes concentraciones. La plaza es la mayor del país, con varias manzanas de extensión. Fue el sitio emblemático de la resistencia contra Mubarak que terminó con su caída en febrero de 2011.
Revulsivo.Los adversarios del presidente Mursi justifican el golpe al acusarlo de haber gobernado en beneficio de los islamistas y dejado el país sumergirse en la crisis económica. Mursi y su partido impulsaron una nueva Constitución, aprobada en forma apurada y al parecer irregular, que concede poderes sin precedentes a los clérigos islámicos. Estos pueden vigilar y llegado el caso vetar la legislación que aprueba el Parlamento. La nueva Constitución actuó como un revulsivo entre los sectores laicos y más educados de la sociedad egipcia, que eran los mismos que habían liderado la resistencia contra Mubarak, mientras los Hermanos Musulmanes observaban desde un costado. Paradójicamente, fueron estos los grandes beneficiarios del proceso de apertura democrática que siguió y ganaron ampliamente todas las elecciones. Comenzó entonces una puja con la sociedad civil y con los factores de poder, como el ejército, los empresarios y la judicatura. La crisis económica, que contribuyó al deterioro del régimen de Mubarak, sólo se agravó bajo Mursi y este factor resultó decisivo para su pérdida de apoyos populares. De hecho, los sectores del interior del país que votaron masivamente a los Hermanos Musulmanes, hoy no participan del conflicto político y se limitan a no dar su apoyo a ninguno de los actores en pugna.