Después de 60 discos y una dilatada carrera a Egberto Gismonti se le cae la
baba. Aclara rápidamente que la alegría que le causa tocar con su hijo "es la de padre que sobre
todo piensa en él como un artista y no como su hijo". La definición encierra el misterio de "Dúo de
guitarras" una traducción libre del espectáculo, transformado en disco, que el magistral músico
brasileño ofrecerá junto a su hijo Alexandre el viernes a las 21.30 en el Auditorio Fundación
Astengo (Mitre 754). Desde su casa en la falda del Corcovado en Río de Janeiro, Gismonti se muestra
locuaz, atento, extenso en sus apreciaciones, pero se queja: "Llueve, no para de llover".
—¿Qué sentimientos provoca eso de tocar con un hijo?
—Yo continúo haciendo lo mío en trabajos en solitario y con
orquesta. De un tiempo para acá mi hijo Alexandre alcanzó un nivel de calidad musical como
guitarrista que comenzó a agradarme mucho. Comenzamos a jugar caseramente a los cuatro años con una
guitarra y él, claro, evolucionó. Y acabamos decidiendo hacer un disco.
—Me da una alegría inmensa que mis hijos, Alexandre y Bianca, sean
profesionales de la música. Gilberto (Gil) bromea con que acá hay alguna cosa errada: "No puede ser
que sean hijos tuyos porque tocan demasiado bien", dice. Alexandre ahora alcanzó un estadio que yo
creo aceptable para que toquemos juntos. No es que el padre presenta al hijo o que el padre saca al
hijo a pasear. Hicimos un disco que será lanzado en París y que se llama "Dueto de violões". Es muy
bueno tocar con mi hijo. Podés imaginar lo que significa subir a un escenario con tu hijo. ¿Ténes
hijos?
—No.
—Independientemente de lo que cada persona pasa en su vida personal
o profesional, uno proyecta su vida a través de sus hijos. Más allá de tener una grabadora y una
distribuidora aquí en Brasil y en EEUU, de estar tocando con orquestas y artistas de la música
culta de todo el mundo, más allá de eso que es importante en mi vida, lo mejor es haber tenido la
posibilidad de ser papá, de tener hijos. Es un acto de amor, significa que en un momento de tu vida
tuviste la posibilidad de ejercer tu masculinidad y la mujer su femineidad y tuvieron la suerte de
desatar el milagro de la vida. Vos sos fruto de un milagro, no importa si sos católico, apostólico
o lo que sea. Se necesita un gran esfuerzo intelectual para comprender la paternidad en toda su
dimensión. Siempre queda rondando la pregunta acerca de dónde venimos y hacia dónde vamos. Y muchas
veces respondemos a esa pregunta a través de nuestros hijos.
—La historia continúa porque sus padres también lo apoyaron para que haga
música.
—Tuve la fortuna de tener padres que consideraban necesaria para
nuestra formación educacional y para alcanzar la libertad, como mi mamá decía, que sus hijos debían
ir a la escuela para ser alfabetizados y aprender música. Pero además, como italiana ella decía que
tenías que aprender todo en la cocina y te tenía que gustar estar sentado en la mesa con la familia
comiendo. Mi papá vivía en El Líbano, cuando no había guerra, cuando Beirut era considerada la
París de Medio Oriente. Y, según él, tenías que saber otra lengua, tenías que hacer un curso para
estudiar música y estudiar contabilidad. Mi padre insistía en que sus hijos tenían que tener esas
habilidades. Por eso estudié piano y estudié francés. Ellos creían y yo creo que la expresión
artística puede mejorar la calidad de vida del ser humano, pretende dar más esperanza a las
personas, decirles que la vida puede mejorar.
—¿Con qué cosas suyas cree que se identifica su hijo?
—Un poeta brasileño, Fernando Pesso, dijo: "Todo comienzo es
involuntario". Con esa frase puedo responder porque la respuesta que yo pueda dar se referirá sólo
al pasado. Yo acepté que la vida me colocase tocando música. Mis padres deseaban que tocase música
profesionalmente. Los padres de ellos tocaban. Soy el menor cuatro hijos y a pesar que ellos tenían
la misma que yo, tocaron música por algunos años y después pararon. Entonces no era
previsible para mis padres que alguno de sus hijos tocara música. En mi caso pensé que ninguno iba
a seguir esta carrera. Yo los coloqué cerca de la música porque en mi casa siempre había música
pero yo no tengo ninguna relación pedagógica sobre eso. Nunca admití darles clases de música a mis
hijos, cuando ellos demostraron atracción por la música yo los ayudé, necesitaban profesores, les
daba, necesitaban instrumentos, les daba. Yo era conciente que podía ayudarlos pero también sabía
que podía perjudicarlos. Preferí que las cosas fluyeran con naturalidad, como lo hicieron mis
padres con nosotros. Yo soy su padre y no su maestro de música. Si quieren aprender para eso está
la escuela.
—¿Es para no exponerlos a cargar con el apellido?
—Conozco muchos casos de hijos de padres famosos que tienen muchas
dificultades para lidiar con su herencia y acaban siendo "el hijo de..." O terminan en un
consultorio psicológico porque no saben si el público gusta de ellos mismos o porque son hijos de
sus padres. Evidentemente que como padre les doy todo el apoyo logístico que ellos necesiten pero
yo personalmente jamás le daría clases. En casa siempre se insistió en que si alguien quería, que
aprenda música, no mi música. Yo estoy como intoxicado de música y no quería pasar eso para
ellos.
—¿Tocan juntos en casa?
—Cuando mi hijo o mi hija hacen música no necesariamente es lo que yo
haría. Hasta tocamos algunas canciones que son mías pero cada interpretación es personal. Por
ejemplo, Alexandre tomó una canción mía de hace 40 años que tiene muchas versiones. El la arregló y
me dejó con la boca abierta. Es "Palhaço" y fue una emoción muy fuerte porque yo la compuse para
él. Es una forma de renovación, es una renovación inesperada de mi música.