1792: Comienza a funcionar la fatídica guillotina y su primera víctima fue un ladrón llamado Nicolás Pelletier, pero la pesada cuchilla separó tan rápidamente la cabeza del cuerpo del ajusticiado que la muchedumbre que se había congregado para ver el espectáculo quedó “decepcionada”. El médico francés Joseph Guillotín la había creado para suplir en los condenados el dolor lacerante de la espada o la a veces incómoda ineficacia de la horca, y fue publicitada como una forma más igualitaria para ajusticiar tanto a nobles como a villanos. Finalmente, la Revolución Francesa se llevó también la cabeza del mismísimo Guillotín, quien pudo así sentir en carne propia las "virtudes" de su macabro invento. De todos modos, similares “máquinas de ejecutar” ya eran conocidas en el imperio romano, ya que la decapitación con espada era un “privilegio” reservado sólo a los ciudadanos.