Claudio Fernando Ruiz tenía 39 años y un lejano parentesco con Roberto Pimpi Caminos, ya que vivía en pareja con una hermana de la primera esposa del ex barra brava ñulista asesinado en 2010. Además, al igual que buena parte de esa familia, Ruiz vivía en el barrio Municipal que se erige en Lamadrid 98 bis. En ese contexto, desde las 21.30 del jueves su historia se cuenta en pasado: a esa hora, tras la enésima discusión con un hermano y un hijo adolescente de Caminos, fue acribillado a balazos -entre 10 y 12- en la puerta de su casa y ante los ojos de su mujer. Al cierre de esta edición, los sospechosos del violento crimen continuaban prófugos.
Al parecer, por lo que pudieron reconstruir los investigadores, durante la última semana Ruiz había tenido una serie de discusiones con uno de los hermanos de Pimpi, Juan Ramón Caminos, por cuestiones entre "personales" y "familiares". El jueves a la noche se volvieron a cruzar y, según testimonios, en medio de la disputa Juan Ramón sacó una pistola calibre 9 milímetros e hizo un par disparos a las piernas de Claudio. Fue entonces que entró en escena A. Caminos, quien recientemente cumplió 16 años, y sin mediar palabra disparó otro arma del mismo calibre contra Ruiz.
Demencial. El ataque fue tan demencial que hasta los perros de la cuadra dejaron de ladrar y los vecinos se refugiaron en sus casas varios minutos hasta volver a salir a ver qué había pasado. Ruiz recibió entre 10 y 12 impactos, la mayoría por la espalda. Cinco de esos plomos perforaron su cabeza, que además mostraban rastros de al menos otros tres roces de proyectiles. Uno de los balazos fue en la nuca.
Antes de que el olor a pólvora se disipara en el aire y los gritos desesperados de Vanesa, la pareja de Ruiz, repercutieran entre las torres del barrio Municipal, Juan Ramón Caminos -de 44 años y también conocido sólo por su segundo nombre- y su sobrino desaparecieron de la escena del crimen y de todos los lugares que solían frecuentar.
En el lugar quedaron esparcidas once vainas calibre 9 milímetros, esquirlas y un par de ojivas. La investigación quedó en manos de la jueza de Instrucción Mónica Lamperti.
Vecinos. Ruiz y su concubina vivían en el departamento número 2 del monoblock de Lamadrid 98 bis, a unos pocos metros de la galería en la cual fue velado Pimpi y donde además se produjeron tres homicidios resonantes desde 2009, algunos vinculados la familia y a la barra ñulista.
En ese contexto, la bronca entre Claudio, Juan Ramón Caminos y su sobrino A. tuvo un punto de tensión importante el miércoles, con insultos, amagues y promesas de balazos.
Según las fuentes consultadas, que Ruiz y Juan Ramón se cruzaran era inevitable. Tanto como que A. Caminos llevara en la cintura una pistola calibre 9 milímetros para que lo librara de cualquier mal.
El encontronazo fatal ocurrió la noche siguiente, el jueves santo alrededor de las 21.30. Al parecer, no había vecinos circulando por allí. La víctima y Ramón siguieron la discusión que habían dejado inconclusa el miércoles. Así fue que las promesas del ayer se hicieron realidad al momento en que Caminos sacó su 9 milímetros e hizo al menos un disparo a las piernas de Ruiz.
A partir de ese balazo todo se precipitó. Los pesquisas desconocían ayer si el hijo de Pimpi había llegado a la escena del crimen con su tío paterno o si apareció de improviso. Lo concreto es que A. llegó y le dio rienda suelta a su furiosa 9 milímetros sobre el cuerpo Ruiz.
Violencia. La descripción de las heridas denota la violencia del asesinato. Ruiz recibió cinco disparos en su cabeza, entre ellos uno en la nariz, uno detrás de una oreja y otro en la nuca. Además en su rostro había marcas de tres roces de proyectiles. Es decir que la cabeza fue blanco de ocho disparos. También recibió impactos en la espalda, una mano y su pierna izquierda.
La policía llegó a los pocos minutos y se topó en la escena del crimen con el cuerpo ensangrentado de Ruiz, once vainas servidas, varias esquirlas y un par de ojivas. Preliminarmente se precisó que la víctima no llevaba armas, aunque al cuerpo se le realizó el dermotest de rutina. Juan Ramón y A. Caminos desaparecieron del lugar y al cierre de esta edición su paradero era una incógnita.
Cuesta abajo. Desde hace tres décadas la familia Caminos reside en los monoblocks del barrio Municipal de Lamadrid y Alice, a una cuadra de la comisaría 11ª. Sin dudas la figura más conocida de la familia fue la del Pimpi, asesinado el 19 de marzo de 2010 a la salida de un bar.
El apogeo de Caminos al frente de “la hinchada que nunca abandona” terminó el 14 de diciembre de 2008 cuando Eduardo López perdió en las urnas la presidencia de Newell’s. Desde entonces todo fue barranca abajo para los Caminos. Por ejemplo, Pimpi y sus hermanos Juan Ramón y Tato fueron condenados a tres años de prisión por el copamiento del Coloso del Parque el 26 de enero de 2009, hecho que quedó en sus antecedentes policiales como “intimidación pública agravada”.
Esa caída trajo como consecuencia directa la caducidad de la cobertura que gozaban el Pimpi y los suyos, quienes comenzaron a quedar expuestos en hechos de violencia que antes no trascendían más allá de las calles y las tribunas.
Sospechados. El 19 de enero de 2009, una semana antes del copamiento del Coloso, uno de los hijos de Pimpi conocido como Chamí fue acusado de asesinar a balazos a Sebastián Galimany y herir gravemente a Facundo S. en Grandoli y Olegario Víctor Andrade. Dos años después la jueza de Menores Gabriela Sansó halló al joven penalmente responsable por ese crimen y pasó un tiempo en la cárcel de Piñero.
Entonces, lentamente, quien comenzó a colocar el apellido de la familia en las crónicas policiales fue A., que en febrero pasado cumplió 16 años y dejó ser inimputable. No obstante, el adolescente ya había sido mencionado en al menos tres homicidios (ver aparte, página 36).
Miedos. En las distintas resoluciones judiciales que tenían como protagonistas a los Caminos fueron documentados los miedos de los vecinos, los testimonios de las familias de las víctimas, y el clima naturalizado de violencia y balazos por el cual muchos habitantes abandonaron el barrio.
“El mismo hecho aquí tratado hace creíble ese miedo que diera lugar a disposiciones judiciales de custodia personal y la mudanza del barrio de algunos de los testigos que se mencionan en esta causa”, escribió, para el ejemplo, el juez de Instrucción Juan Andrés Donnola en diciembre pasado al procesar a Tetu Caminos por el crimen de Maximiliano Nota.
“¿Cómo hacés para prevenir un asesinato cómo este? Son todos familiares. Todos tipos con antecedentes que estuvieron con causas judiciales y siguen en la calle. ¿Cómo hacés? Así no hay policía que alcance”, se preguntaba ayer un experimentado pesquisa luego de ser consultado por este nuevo crimen en el barrio del Pimpi.
De comer
Amado y odiado por igual entre los edificios del barrio Municipal, tras el asesinato a balazos de Marcelo Vampirín Coria, ocurrido el sábado 8 de septiembre de 2007, Roberto Pimpi Caminos le dijo a este cronista: “Yo en este barrio le doy de comer a 120 familias. Cualquier cosa, preguntá a los vecinos a ver qué te dicen de mí”.