Puestas en juego la tranquilidad, la seguridad y hasta la vida de maestros y alumnos, el problema de la violencia hace rato que se transformó en motivo de preocupación y por ende de demanda para los gremios docentes. Ayer, poco después de conocerse el robo de la 1.372, el titular local de Amsafé, Gustavo Terés, tildó la situación de "tremenda" y aseguró que muchos de los hechos que viven las escuelas ni siquiera llegan al ministerio.
Es más, afirmó que "la violencia ya atraviesa toda la sociedad y todos los sectores, y por ende impacta incluso sobre instituciones antes intocables, como hospitales y escuelas: eso habla de la magnitud de la crisis".
Como respuesta, y sin desestimar el papel preventivo que puedan jugar, Amsafé no apuesta sólo a la presencia policial o la videovigilancia, sino a otros dispositivos de naturaleza inclusiva, educativa, recreativa y hasta simbólica.
"Tratamos de analizar las diferentes manifestaciones de la violencia para ver cómo abordarla al interior de los establecimientos educativos", sostuvo Terés.
Esas manifestaciones incluyen, por ejemplo, "hechos de vandalismo sobre los pocos recursos con que cuentan las escuelas y que las hacen sentir muy vulnerables" (robos, destrozos, quemas), "violencia al interior de los establecimientos" (entre adolescentes y hacia profesores), "situaciones de inseguridad que se dan camino o a la salida de las escuelas" (algo que por las noches llega a generar incluso la deserción de alumnos) y "graves conflictos en las comunidades, cercadas por los narcos, los búnker, los soldaditos"...
Para empezar a dar respuesta, Amsafé reclama la creación de equipos interdisciplinarios, comunidades terapéuticas y espacios comunitarios, recreativos y deportivos con fuerte presencia e inversión del Estado. "Es una guerra de largo aliento, pero que requiere batallas a corto y mediano plazo", aseguró Terés, quien recordó la frase insignia: "Nuestros chicos no son peligrosos: están en peligro".