La semana que se fue deparó sorpresas y algunas pinceladas sarcásticas. El jueves pasado, después de décadas de luchas y reclamos, los estudiantes universitarios lograron obtener el medio boleto en los colectivos urbanos.
La semana que se fue deparó sorpresas y algunas pinceladas sarcásticas. El jueves pasado, después de décadas de luchas y reclamos, los estudiantes universitarios lograron obtener el medio boleto en los colectivos urbanos.
La medida fue saludada con efusividad en las redes sociales por varios concejales que se olvidan que integran el espacio político que durante años también resistió implementar esta medida.
El archivo arroja algo de luz sobre esto. Hace menos de una década se promovió una poda importantísima en las franquicias a los mayores de 69 años. La medida era solicitada a los gritos por los dueños de las empresas de colectivos. Hoy, la amnesia de algunos les permite festejar la conquista estudiantil sin ruborizarse de haber bajado de las unidades a varios ancianos porque los pases libres eran demasiados.
Esta conquista de los estudiantes no se dio por el romanticismo universitario de los concejales. La medida fue promovida por el bloque de ediles radicales que comanda Jorge Boasso como condición para apoyar la última suba de la tarifa del transporte urbano de pasajeros.
Con la soga al cuello ante un eventual lock out patronal (el empresario Agustín Bermúdez ya había avisado que no podía seguir prestando el servicio) el oficialismo aceptó la idea del medio boleto universitario. Esa fue la condición para que el bloque de Boasso desnivelara la votación y habilitara el último aumento. Por eso 10 mil estudiantes pagarán ahora la mitad cada vez que tengan que ir a la facultad.
Por estos días comenzará el debate por otro aumento, el de la tarifa de taxis. Y por los corrillos ya hay varios que adelantan que el precio del pasaje de colectivos también ameritará un retoque en breve.
Así, la semana que cerró con festejos (algunos bastante truchos) por el medio boleto universitario, casi comienza de modo trágico. Es que como un raro estigma que molesta e interpela sobre la necesidad de controlar los espacios públicos, los festejos del Día del Niño le siguen deparando tragos amargos al municipio.
El año pasado, la tragedia del parque Independencia terminó eyectando de sus sillones (en realidad fueron reubicados en otras dependencias) a varios funcionarios. Este año, una nena y su madre embarazada de siete meses fueron atropelladas por una moto que corría una picada ilegal en un parque público, lo que volvió a poner de relevancia que algo, evidentemente, no se está haciendo bien.
Después de la absurda muerte de dos nenas en el parque de diversiones se creó toda una estructura de control que parece ser insuficiente. La defensa oficial dice que los agentes no pueden estar todo el tiempo en todos lados. Ahora bien: una de las zonas más concurridas de Rosario un domingo por la tarde, como lo es la cabecera del puente a Victoria, ¿no ameritaba el domingo pasado la presencia de algún inspector municipal?
Cientos de chicos celebraban allí su día cuando a un par de descerebrados se les ocurrió correr una picada de motos en medio del parque atestado de gente.
La idea no es nueva. Abundan los relatos de vecinos que aseguran vivir una pesadilla cada fin de semana.
Milagrosamente no hubo que lamentar una víctima fatal. Pero una nena de cinco años y su mamá fueron atropelladas por una moto sin control.
Entre un accidente y el otro pasó un año. Ambos se dieron en parques habitualmente concurridos los fines de semana y en las dos oportunidades los mecanismos de control fallaron.
Algo habitual, como las cámaras de seguridad que no filman lo que tienen que filmar, por más que hayan sido presentadas como la gran solución a la inseguridad una vez que ese tema pasó a ser de incumbencia municipal. No hay que olvidar que por años la problemática que más angustia a los rosarinos no estaba incluida en la agenda pública de la Municipalidad.
El discurso oficial rezaba que la política de seguridad era de estricta competencia provincial. Pero la coyuntura lo alteró, casi al mismo ritmo frenético en que se instalaron cámaras que después, cuando se las necesitó, no funcionaron.
En fin, como dice la canción: "cambia, todo cambia". La inseguridad es un tema prioritario y el medio boleto estudiantil universitario también. ¿O acaso no fue siempre así?