Sentado a una mesa exterior del Anfiteatro, en un poco fresco amanecer en el
parque Urquiza, el Fisgón lo ve aparecer. Precedido por un vergozante abdomen que se bambolea y más
sudado que fogonero, el cronista pasa raudo a su lado casi sin mirarlo. Al rato regresa aliviado y
toma asiento.
—¿Descansamos un poco antes de ir por el pedido?
—Descansarás vos, porque yo, de la catrera aquí sin intermedias
—aclara el Fisgón.
—Lo hago por el colesterol.
—Sí, y por los 30 kilos que te cuelgan.
—¡Dejate de joder! Te parecés a mi mujer. Y, ¿de quién era el poema del
otro día?
—De Gary Vila Ortiz.
—¡De don Alberto Carlos! Justo lo que sospeché de entrada, por la mención
de la flor, viste, pero después dudé y me equivoqué.
—Igual me pasó a mí. Se titula "III (La única ciudad para vivir y morir)"
y está en "Poemas de la flor", que editó la Vigil en marzo de 1967.
—¿Estuviste en lo de Zuasnabar?
—Sí. Hubo tanto exceso que hasta las presentadoras anduvieron con pies de
plomo; mucho más Alzugaray que Aliau. De los cinco libros, leí la novela erótica. Hasta el 90/95
por ciento de las páginas me sugirió lo mismo que cuando presencié mi tercera película porno: "Yo
ya vi todo este cine". Después no; con alguna ingeniosa vuelta de tuerca, la cosa cambia
positivamente. De todas maneras, Nabokov puede seguir reposando tranquilo.
—¿Lo de las crónicas?
—Fue muy breve y percibí algo como si los responsables —no sólo los
autores— no hubieran quedado del todo conformes. Quizás por cierta confusión en lo emprendido
y sus resultados. De las tres crónicas leí dos, la de Helder y la de Muruaga. Aunque bien escritas,
no me convencieron del todo en tanto aproximación al tema. Esto se nota más en la primera que en la
segunda. Veremos qué nos deparan las tres próximas.
—¿Y lo de Lanese?
—Hermano, yo soy muy bruto, pero prestá atención que con esto te respondo. Es una de las
cosas más bellas que escuché (y después leí, releí y seguiré releyendo) en no sé cuántos años. Se
titula "Tango" y dice así: "Mano de mujer en tensión de mariposa/ que la nuca del varón/
enciende.// Sortilegio de la sangre/ que circula en línea recta/ fluyendo desde pasos enterrados/
cautivos de aquel andar/ en sístole/ en diástole/ resucitados en crisálidas/ que conjugan sus
auras/ en lo impecable/ del latido./ Enigma de dos cuerpos/ con su centro en penumbras.// Cultivo
de flores de inquilinato/ sin perfumes.// Fuego fatuo centellando/ en ambos pechos/ entre hendijas
desprevenidas/ del roce./ Torsos templados en íntimo sigilo/ sin fisura.// Lenguas inmigrantes/
fundidas en la artesa pasional/ de tres minutos/ perpetuados.// Gestos precisos/ mujer prendida al
ángel/ guardián de lo viril.// Mano del hombre con pulso de clepsidra/ encontrando su reino/ en la
cintura de la maga./ Arte de un hechizo/ que consiente en amparar miradas/ bajo la celosía de los
párpados,/ dejando caer tercas pulidas veladuras/ a esa intemperie de notas/ que respiran.//
Entonces/ los pies perfilan la cópula/ el pudor, en el aire, los delata/ mientras danzan nuestra
sed// con la intrépida humildad del éxtasis// y encarnan lo que beben donde escribo."