Cuando surgió por primera vez el nombre de uno de los verduleros en la investigación, a partir
de un informante policial, los investigadores lo anotaron sin darle crédito. Parecía algo lunático
asumir que trabajadores históricos nacidos en el barrio con amplio aprecio tuvieran vínculos con
los crímenes. Pero después de la autopsia aquel dato devaluado cobró una importancia mayúscula.
El informante había mencionado el nombre de uno de los jóvenes en
relación al asesinato de Susana García en Riobamba al 3000. Y dijo esto: “La golpearon en la
cabeza, le robaron y quisieron simular un ahorcamiento”. Ese testimonio llegó a la pesquisa
doce horas antes de que los médicos forenses hicieran la autopsia.
Hasta ese momento se presumía que la mujer había muerto asfixiada por el
cable telefónico que tenía anudado al cuello sujetado al picaporte de una puerta, deceso
precipitado en apariencia por el peso de su propio cuerpo. Un examen preliminar de los médicos
policiales no había encontrado ninguna evidencia de otro tipo de violencia.
Pero el informe del forense Víctor Frigeri dejó en claro, en la
autopsia, que la mujer tenía una marca en la cabeza compatible con un golpe de desvanecimiento. Con
eso cobraba sentido el aporte del soplón policial efectuado doce horas antes que decía: “la
golpearon en la cabeza y simularon el ahorcamiento”. Entonces la desconfianza inicial hacia
el nombre propuesto cambió y se ordenaron pesquisas telefónicas. Así empezó todo.