¿Se puede sufrir tormentos, parir esposada y con custodia armada y recordar todo ese horror sin ánimos de venganza? Se puede. Esta semana, con motivo del Día de la Madre, dos de las tantas presas políticas que tuvieron a sus primeros hijos en la Maternidad Martin, en los años del terrorismo de Estado, contaron cómo pudieron lograrlo. A tal punto que después de esas traumáticas experiencias tuvieron otros hijos. Horas previas al emotivo homenaje del jueves, bautizado "La madre que nos parió" (ver aparte), donde seis presas políticas recordaron a 30 profesionales de ese centro de salud por haber tenido con ellas "gestos de humanidad", dialogaron con LaCapital.
A Marta Ronga, mamá de Mariano, de 38 años, y a María Dal Dosso, madre de María Soledad, de 37, las unen varias cosas, entre ellas, la chochera por sus deseados hijos y la gratitud hacia quienes los trajeron a ese mundo hostil, pero las hicieron sentir "seres humanos" por el sólo hecho de acariciarlas, llamarlas por su nombre u ofrecerles un vaso de agua en medio del infierno.
Marta era estudiante de Arquitectura en la Universidad del Litoral (hoy Universidad Nacional de Rosario), tenía 24 años y tres meses y medio de gestación cuando la detuvieron, en septiembre de 1974, previo al Golpe, pero cuando ya habían comenzado acciones parapoliciales de secuestro y tortura a cargo de la Alianza Anticomunista Argentina o Triple A. Cursó su embarazo en un sótano del actual edificio de la Gobernación, en lo que era la Alcaidía de Mujeres.
María, en cambio, era una abogada de 29 años de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), que tenía como representante principal a Alberto Piccinini, durante la década del 70. La apresaron el 20 de marzo de 1975 y también recayó, incomunicada, en la alcaidía, pero sin saber que estaba embarazada.
"Al mes y medio me di cuenta. No había test de embarazo por entonces: le di mi orina a mi hermana para que lo confirme. Engordé como 20 kilos, recuerdo que tenía un camisón rosa, parecía un velador", cuenta entre risas.
Ambas sufrieron torturas físicas y psicológicas. Y ninguna tuvo controles prenatales hasta el octavo mes, en que las trasladaron en camión a la Martin, apenas a dos cuadras de donde estaban cautivas. Fueron esposadas y con la marca cuerpo a cuerpo de una celadora y un grupo de uniformados que las apuntaban con armas largas.
Entre 1976 y 1979, bajo la dictadura del Proceso de Reorganización Nacional, el gendarme Agustín Feced fue el interventor jefe de la Policía provincial y estaba a cargo del Servicio de Informaciones (SI) del II Cuerpo del Ejército, que funcionaba como centro clandestino de detención en Moreno y San Lorenzo (era el principal de un total de diez en la zona).
Su oficina coordinó el régimen represivo en Rosario y localidades vecinas. Bajo sus órdenes, las parturientas detenidas en el SI, la Unidad Penitenciaria Nº 5 (Ingeniero Theddy al 300) y la cárcel de Villa Devoto eran llevadas a parir a la Martin. Feced y su denominada "patota", bajo las órdenes del Ejercito, participaron de secuestros, sesiones de tortura, violaciones y asesinatos. Si bien él murió, las seis personas a su cargo fueron juzgadas por dos años y condenadas en 2012 en un juicio oral que contó con más de 140 testigos. La sentencia de la denominada causa Díaz Bessone no excluyó prisiones perpetuas y cárcel común.
De parto. Marta relató su caso desde las primeras contracciones. "A punto de parir, las presas comunes pidieron a la mañana que me llevaran, pero recuerdo que recién me ingresaron a la Martin por la puerta de Moreno a las cuatro de la tarde, y que los guardias me seguían hasta el baño donde yo pujaba. Mariano nació de parto normal, no había nadie, era Pascua. Alguien pudo avisarle a mi mamá. En un momento, desde el segundo piso escuché sus gritos pero los guardias le prohibían subir. Fue ahí que el médico ordenó que le bajaran el bebé así lo veía. Aun no sé quién fue ese hombre, pero para mí fue un paladín de la Justicia".
El relato de María no difiere demasiado. Salvo que la "metieron" por la puerta que ahora da a la plaza Alicia Moreau de Justo, de Moreno y Rioja, que como el ascensor no andaba tuvo que subir al quirófano por escalera, que atravesó una cesárea, y que sí recuerda quien fue su partero.
"Me atendió Alberto Censi y él se les plantó a la celadora y a tres militares que querían entrar a la sala de parto y les dijo: «Acá no entran, esperen afuera. Sólo la señora, la enfermera y yo nos quedamos acá». Lo amé, amé a ese hombre. Y también cuando me dijo: «Tranquila, es una chancleta». Que ironía, sentí que mi hija había nacido en libertad", recordó María y agregó que eligió el nombre de su beba, María Soledad, porque así se sentía, "sola y vulnerable".
Volvieron con sus hijos al "pozo" de la alcaidía. Y, en distintos momentos fueron trasladadas con ellos a la Unidad. "Ahí les hicimos ropita por un tiempo, luego nos prohibieron las labores. Nos encerraban en una celda, los baños quedaban afuera, así que con poca agua lavábamos y tendíamos adentro los pañales de varios chiquitos: estaban renegridos. Mi hijo a los nueve meses se enfermó de tuberculosis, se lo tuve que dar a mi mamá. Luego me trasladaron a Devoto (en grupo, a los golpes, en un avión sin asientos y esposada), donde por mucho tiempo me visitó tras un vidrio: yo me pintaba caritas en las puntas de los dedos para jugar y le hacía dibujitos con ceritas, a varios los decoré con los hilos de colores de las toallas".
De la Unidad 5, Marta contó que sólo las presas comunes, en su mayoría prostitutas, podían salir al patio. "Nosotras sólo podíamos salir una hora al día, por eso les pedíamos a ellas que paseen a nuestros chicos al sol. No podíamos nada, tampoco leer, por eso mi papá me traía uvas de la parra de mi casa envueltas en papel de diario del día anterior y yo así me enteraba de algo. También me separé de la nena cuando me llevaron a Devoto y ella tenía apenas 9 meses. Quedó con mi familia", contó.
Para ellas, esta semana del Día de la Madre también es un reencuentro con otras ex presas políticas, con sus historias, con los profesionales que las ayudaron a parir, con quienes les dieron una mano con sus hijos. "Celebramos la vida, ni las rejas pudieron impedir que criemos a nuestros hijos. Otras muchas mujeres y sus bebés no pueden decir lo mismo". Recuerdos, sin ánimos de venganza.