Es maravilloso poder celebrar los cuarenta años de Ctera contando con el testimonio directo de quienes participaron en el largo y complejo proceso que permitió llegar a su fundación el 11 de setiembre de 1973. Escuchar además los relatos de quienes conocieron y compartieron la vida de la militancia con Isauro Arancibia, Marina Vilte, Eduardo Requena, y tantos otros y otras que llevaron su compromiso al punto de ofrecer la vida por un proyecto emancipatorio para nuestra patria y la patria grande latinoamericana, fortalece y renueva el compromiso de quienes hoy integramos la militancia de Ctera.
Nuestra organización nace en un tiempo histórico en el que un bloque social luchaba por un cambio revolucionario, y era imprescindible que los trabajadores de la educación y la escuela estuvieran en consonancia con el proyecto de liberación nacional y social que vastas capas de nuestra sociedad sostenían en aquella época.
Desde su inicio, en la misma declaración de principios de Huerta Grande quedaba claro la orientación político-sindical y político-pedagógica de la nueva organización: una escuela puesta al servicio de una educación liberadora, un docente comprometido con su tiempo, con los estudiantes y con el entorno social de la escuela, una organización sindical entramada con el conjunto del movimiento obrero organizado y sus luchas, una definición por la autonomía, el pluralismo y la democracia sindical y la irrestricta defensa de la dignidad del trabajo docente.
Indudablemente, la Ctera venía a llenar una vacancia y tuvo un rápido desarrollo en el corto tiempo que medió entre setiembre de 1973 y marzo de 1976 en el que se inaugura la dictadura cívico-militar-clerical. Ya la misión Ivanisevich (ministro de Educación designado por López Rega) en setiembre de 1974 prefiguró el proyecto dictatorial para la educación y desde ese momento comenzó la lucha de Ctera en contra de las políticas represivas y de clara regresión en la educación.
Lógicamente, una organización sindical nacida con ese programa político era inadmisible para el régimen genocida y la persecución fue brutal: asesinatos, desapariciones, prisión, exilio, cesantías, exclusión de los listados para acceder a puestos de trabajo, acompañaron las medidas de reorganización del sistema educativo que incluyeron eliminación de espacios curriculares como Ersa (Estudios de la Realidad Social Argentina), eliminación de las matemáticas de conjuntos, prohibición y quema de textos, circulares para detectar "elementos subversivos" entre docentes y estudiantes.
No pudieron hacer desaparecer a la Ctera, algunos de sus sindicatos de base ya eran muy fuertes y grupos siguieron funcionando en la clandestinidad y ocupándose de denunciar y exigir la liberación y la aparición con vida de los detenidos-desaparecidos: Marcos Garcetti, Alfredo Bravo, Rogelio De Leonardis y otros tantos.
La recuperación de la democracia formal en 1983 permitió una veloz reorganización de la Ctera y su crecimiento; las tensiones de la etapa produjeron fracturas que se resolvieron en una síntesis superadora en la Marcha Blanca de 1988 en la que quedó consolidada la unidad nacional alrededor de sus banderas históricas.
Esta fortaleza le permitió a la Ctera confrontar con las políticas neoliberales de los '90 y ser uno de los arietes en la lucha contra las privatizaciones y el desguace del Estado. Fuimos capaces de derrotar el proceso de municipalización de escuelas desde el absoluto convencimiento que era el primer paso a la privatización de la educación, asumido por el conjunto de la docencia argentina gracias al trabajo de concientización realizado por Ctera y sus sindicatos de base.
La lucha de la Carpa Blanca que tenía como objetivos centrales la derogación de la Ley Federal de Educación y la sanción de la Ley de Financiamiento educativo, fue un acontecimiento político, social y cultural que contribuyó a generar propuestas educativas alternativas y la modificación de la correlación de fuerzas que luego del estallido de 2001 y la profundización de la crisis en 2002, daría la posibilidad de avanzar en nuevas políticas educativas al asumir el gobierno emergente de Néstor Kirchner en 2003.
Mucho se ha hablado de que uno de los primeros actos de gobierno de Kirchner fue ir, junto con el ministro de Educación Daniel Filmus, a Entre Ríos, provincia en la cual los docentes no cobraban hacía 5 meses, a garantizar con recursos de la Nación el pago de salarios para que comenzaran las clases. Lo que nadie dice es que allí también estuvo la Ctera como garante de la sustentabilidad del acuerdo en momentos en los que nadie creía en nadie.
Nuestra organización fue coautora de la Ley de Financiamiento y de la Ley de Educación Nacional, aún cuando no obtuvimos todo lo que planteábamos en ambas leyes, ellas son claramente un cambio de paradigma respecto de las políticas de ajuste y privatización de los '90. La concreción de la paritaria nacional docente es también un logro histórico que ha permitido traccionar la mejora salarial en todo el país (aún con el claro rechazo al cierre unilateral que la desnaturaliza); avanzar en la titularización de más de 200.000 docentes y un acuerdo macro sobre la seguridad y la higiene en las escuelas.
Tenemos importantísimos y profundos desafíos en el futuro inmediato por los que luchar: plena aplicación de la Ley Nacional de Educación; incremento de la inversión educativa hasta llegar a 8 puntos del PBI para la educación obligatoria; funcionamiento permanente de la paritaria nacional para discutir condiciones de trabajo, concursos, un puesto de trabajo que contemple horas institucionales para el trabajo colectivo; salario que permita vivir dignamente con un solo puesto de trabajo.
La Ctera ha sido parte de todas las luchas que diferentes colectivos sociales han dado: contra la impunidad de los genocidios (más de 130 compañeros han testimoniado en los juicios), por la erradicación de trabajo infantil, contra la trata de personas, por la igualdad de género y la diversidad sexual; por la educación sexual; y el derecho al aborto, por la educación multicultural bilingüe y el derecho a la tierra de los pueblos originarios; por la sustentabilidad ambiental, por los derechos de las personas con discapacidad, etc. Para todas esas temáticas hemos producido materiales para trabajar en la escuela.
Tal como venimos desarrollándolo en el anterior número del "Canto Maestro", en el marco de la Ieal venimos proponiendo el Movimiento Pedagógico Latinoamericano, construyendo una pedagogía emancipatoria que sea el correlato de los procesos de transformación que se están produciendo en la mayoría de los países de América del Sur.
Hemos desarrollado encuentros del Movimiento Pedagógico Latinoamericano (Mpla) en doce provincias y continuarán a lo largo del año. Allí se han debatido y compartido experiencias con más de veinte mil compañeros de todos los niveles y modalidades de enseñanza, preparándonos para el encuentro internacional que se realizará este año en septiembre en Recife, en el aniversario del natalicio de Paulo Freire.
Creemos que nuestro principal aporte a sostener los procesos de transformación es, desde la autonomía, fortalecer nuestras organizaciones, construir conocimiento para incidir en la políticas públicas y defender irrestrictamente la dignidad del trabajo docente, ya que no hay transformación posible sin el protagonismo de los trabajadores.