París.— La indignación por la reforma jubilatoria del gobierno de Nicolas Sarkozy es cada
vez mayor en Francia. Pese a que la ley ya está prácticamente aprobada, los sindicatos franceses
realizaron ayer nuevas protestas masivas, hasta ahora las más concurridas desde principios de
septiembre, y que volvieron a paralizar ampliamente el transporte en París.
Los sindicatos dijeron que 3,5 millones de personas salieron a las
calles. El Ministerio del Interior, por su parte, dijo que fueron 1,2 millón de personas las que
participaron en unas 240 marchas. En las protestas participaron por primera vez miles de
estudiantes, algo que fue leído como la expresión de un descontento generalizado con la gestión de
Sarkozy.
A diferencia de otras huelgas, limitadas a un día, esta vez muchos
sindicatos convocaron a paros por tiempo indefinido para aumentar la presión sobre el gobierno.
Los frentes son por el momento inamovibles. “No toquen nuestras
jubilaciones”, es el eslogan de los manifestantes, mientras el gobierno recuerda que
“ya no hay margen para negociaciones”.
En prácticamente ningún país los trabajadores se jubilan tan temprano
como en Francia. En las cajas del sistema de pensiones estatal faltan hoy en día 32.000 millones de
euros. Si la situación sigue como hasta ahora, el déficit podría haberse duplicado en 20 años.
Muchos expertos consideran que gran parte de la población rechaza
rotundamente la reforma sobre todo por el mal desempeño del gobierno de Sarkozy en los últimos
meses. “Antes del verano (boreal) los franceses veían la reforma como necesaria y comprendían
la lógica. Ahora piensan que quizá es necesaria, pero que es injusta”, señaló al respecto el
sociólogo Denis Muzet, del instituto Mediascopie.