"El país tiene que avanzar en la reindustrialización de la producción primaria. Al trigo, como grano, hay que agregarle valor". La frase que expresa el secretario de Agricultura de Santa Fe, Luis Contigiani, comenzó a tomar forma concreta en la provincia a través de un proyecto encarado por el gobierno santafesino, mediante el cual cuatro cooperativas pusieron en marcha la construcción de molinos harineros —algunos en base al cereal fino y otros multicereales— con la idea de avanzar en el valor agregado de la producción, fomentar la siembra de un cultivo que viene relegado y al mismo tiempo, ganar escala de comercialización tanto en el mercado interno como internacional.
La iniciativa incluye a la Cooperativa Agrícola Ganadera "La Unión", de la localidad de Barrancas; a la Cooperativa Agrícolo Ganadera de Armstrong, la Cooperativa Agropecuaria de Alcorta y a la Cooperativa Agrícola-Ganadera de Berabevú, que en conjunto recibieron aportes no reintegrables por 6,5 millones de pesos de parte del gobierno de Santa Fe, de mano del propio gobernador Antonio Bonfatti y del ministro de Producción, Carlos Fascendini.
El espaldarazo financiero permitió dar forma a un proyecto integral que busca potenciar la cadena de valor de la producción primaria de modo de ganar competitividad a través de la participación del productor cooperativo en todos los eslabones, que van desde la siembra hasta la comercialización, pasando por la industrialización granaria.
Con distintos grados de avance, las cuatro cooperativas están finalizando las tareas de puesta punto de sus plantas y dos de ellas prevén comenzar a operar a partir del mes de diciembre de este año, como es el caso de las de Armstrong y Alcorta y a partir de 2015 las de Barrancas y Berabevú.
De las cuatro, tres están encarando un proyecto de molino multicereal, con capacidad para procesar distintos tipos de granos como trigo, maíz, sorgo, garbanzo y centeno. Tal es la situación de las de Armstrong, Alcorta y Barrancas.
Las plantas tendrán una capacidad de procesamiento de entre 45 y 60 toneladas diarias de grano de trigo, lo que equivale a una producción de 4.500 kilos de harina 0000 (90 bolsas) y 29.250 kilos de harina 000 (585 bolsas). También procesarán 50 toneladas diarias de maíz, para producir 30 mil kilos de harina para polenta, y 5 mil de harina fina, que se comercializa en bolsas de 50 kilos. En garbanzo, las plantas podrán moler 45 toneladas por día, produciendo 31.500 kilos de harina de garbanzo.
La de Berabevú, en cambio encara un molino en el que se procesará trigo, con una capacidad de unas 90 toneladas diarias.
"Aunque tienen proveedores distintos, todas operan con tecnología que está desarrollada nacionalmente", explicó el asesor económico y uno de los mentores del proyecto, el economista Carlos Seggiaro.
Esta característica aporta un elemento más a la competitividad. "El espíritu del proyecto es que las cooperativas puedan hacer sus negocios en forma particular pero sería muy bueno que puedan trabajar juntas, porque al tener el mismo desarrollo tecnológico saldrán al mercado con la misma calidad de producto y pueden juntarse y ganar volumen", precisó Seggiaro.
Por varias razones, el paso de la producción primaria y el acopio a la industrialización, es un salto para la cooperativas. “Quienes apostaron por molinos harineros vieron cambios muy importantes en la rentabilidad, algunos proyectos de este tipo lograron amortizarse sólo en cuatro años”, reveló Seggiaro.
Pero además, la sinergia viene del propio origen de estas organizaciones. En ese punto, Contigiani explicó que estas cuatro cooperativas “tienen una base sociológica muy parecida” en términos de productores asociados y algún grado de hermandad institucional porque en su origen están vinculadas a la Federación Agraria Argentina (FAA) a Asociación de Cooperativas Argentinas (ACA) y a la Federación de Cooperativas Federadas (Fecofe).
“Esto plantea un esquema asociativo para la comercialización”, puntualizó Seggiaro, ya que muchas de ellas ya tienen un esquema aceitado en ese sentido y citó el ejemplo del Mercado Central de Buenos Aires donde Fecofe tiene puestos y puede colocar harinas para el mercado interno, pero también mediante una plataforma de exportación. En ese punto, el economista aseguró que otras cooperativas, como la de Villa Elisa en Entre Ríos, que lleva más de 40 años de trabajo vendiendo arroz a Brasil, en el mismo circuito de la harina, podría actuar como socio.
En toda la cadena. En conjunto, los cuatro molinos santafesinos estarían en condiciones de procesar 150 toneladas por día de trigo en una etapa inicial, pero con la intención de seguir diversificando hacia otros productos como las pastas.
Al respecto, Contigiani aseguró que esta participación en todos los eslabones de la cadena mediante el modelo cooperativo es una experiencia muy exitosa en otros países, como el caso de Nueva Zelanda en el rubro lechero. “Allí el productor tambero no está pensando en cuánto le pagan por el litro de leche sino que sólo piensa en el dividendo que le dará su cooperativa al final del año, porque él participa de todo el proceso”, dijo.
Esa cadena de valor también es la que provoca el efecto derrame e incentiva el desarrollo territorial. En ese aspecto, los presidentes de las cuatro cooperativas destacaron el rol social del proceso de industrialización y su impacto en el empleo.
Empleo e inclusión. El presidente de la Cooperativa La Unión de Barrancas, Mateo Barceló, explicó que la puesta en funcionamiento del molino “es fundamental en el aspecto económico y social de los pequeños pueblos, ya que generar 5 o 10 puestos de trabajo para nosotros es importantísimo”, indicó.
El caso de Barrancas es el de “una cooperativa chica que nuclea a productores chicos y medianos con promedios de 150 hectáreas en propiedad o arrendamiento, que acopia entre 35 a 40 mil toneladas al año”. De todos modos, “aunque es una estructura chica la idea es afianzar que ese productor para que siga ligado a su trabajo y así evitar el éxodo”.
Similar situación planteó Carlos Citeroni, presidente de la Cooperativa Agrícolo Ganadera de Armstrong, quien indicó que el molino “generó muchas expectativas en materia de empleo en la zona”.
La formulación de los proyectos industriales están planteados para que los molinos operen en tres turnos, con alrededor de cuatro trabajadores por cada uno. Ariel Andrenacci, de la cooperativa de Alcorta señaló que “la recomendación técnica es trabajar todo el año, realizando sólo las paradas técnicas de ajuste, en tres turnos, con lo cual se necesitará tomar más gente”, dijo.
Pero más allá de los puestos de trabajo directo, la activida del molino genera una serie de empleos indirectos que le dan otra dinámica al mercado laboral. El gerente de la Cooperativa Agrícola Ganadera de Berabevú, Guillermo Pranzetti, explicó que “las tareas de embolsado da trabajo a mucha gente que tiene dificultades para conseguir empleo” debido al nivel de instrucción.
“La idea es arrancar y proceder en tres turnos de 8 horas cada uno. Ya estamos recibiendo curriculum de gente de la localidad y alrededores y en principio pensamos contratar 13 pesonas”, dijo.
El proyecto de los molinos harineros también busca potenciar la siembra de trigo, un cereal que fue perdiendo participación en el esquema agropecuario de la Argentina. Justamente la garantía de asegurarse la demanda del molino, que es parte del mismo esquema cooperativo que integra el productor, permite cerrar la ecuación económica.
“El desafío de las cooperativas es logística comercial”, explicó Seggiaro quien afianzó el concepto de un esquema en cadena que refuerzan los propios titulares de estas organizaciones. “En la campaña anteriornuestra zona entre asociados y no asociados se sembraron unas 1.200 hectáreas de trigo y en esta última logramos 3.800 hectáreas. El propósito es que se siembre en nuestra zona todo lo que el molino necesite”, relató Pranzetti.
Para eso, desde las cooperativas trabajan en incentivos hacia el productor a través de bonificaciones en la comercialización de la materia prima, fletes, y brindando servicios.
Demanda. “El hecho de tener demanda garantiza el aumento de la siembra”, dijo Andrenacci de Alcorta y explicó que hasta hace poco tiempo “resultaba muy difícil vender trigo porque no había precio”.
También Citeroni explicó que este es un nuevo paradigma que se plantean de cara al futuro. “En Armstrong en 2001 la cooperativa dejó de operar por problemas económicos, cuando años antes tenía 70 empleados y sucursal en un pueblo vecino. Cuando en 2007 retomó su actividad lo primero que nos planteamos fue que el futuro no era el acopio sino el agreago de valor y este es el comienzo”, resumió.