—¿Qué pensás sobre dirigir una película tan cara cuando en Argentina esos presupuestos son impensables?
—Sí, es una apuesta a hacer algo argentino para el mercado mundial. Es una apuesta a una industrialización, a generar una industria. Una industria en la que hay muchos recursos humanos que se están yendo y es mantenerlos acá. Pero para mantener esta industria hay que vender el producto afuera. El mercado argentino solo no alcanza. De hecho esta película, aunque toda la Argentina la viera dos veces, no recuperás. Así que es una apuesta a hacer algo para el mundo.
—La inversión puede hablar de las aspiraciones...
—Sí, hemos tratado, y creo que hemos logrado, una película en la que el objetivo era salir a competir con Pixar y DreamWorks a nivel internacional. La película la hicimos, ahora tenemos que salir a competir...
—El punto de partida fue el cuento “Memorias de un wing derecho”...
—Sí, el cuento es una impresionante idea. Pero no es como otros cuentos del Negro que ya parecen guiones para llevar al cine. Este es un monólogo de un jugador de fútbol y te vas dando cuenta que es un jugador de metegol. Tuvimos que crear los otros personajes, la historia, la aventura, pero siempre teníamos en cuenta qué hubiera escrito el Negro.
—¿Qué tenía esta historia para que la tomes a pesar de que no tenía el aspecto de un guión listo para llevar al cine?
—La idea y el potencial de poder hacer una historia de pasión, de amor, de aventuras con estos personajes. Era un tremendo potencial. En realidad prácticamente es hasta un subgénero de la literatura de niños la de los muñecos que viven. No es algo de “Toy Story”; es algo que, si querés, podemos ir hasta “Pinocho”, o “El Cascanueces”, hay un montón de ejemplos. Esto nos parecía que era un vuelta de tuerca original a eso.
—¿Cuál es la idea detrás de la aventura?
—No es una película de fútbol. Si fuera una película de fútbol no la hubiera hecho porque no soy una persona futbolera. Es una película que es una historia de amor, de amistad, de pasión, de superación personal y una historia de una comunidad; cómo se junta la comunidad frente a la amenaza externa. Principalmente es todo eso. Decir que es una película de fútbol es como si dijéramos que “Rocky” es una película de box, o “Casablanca” una de guerra. No tiene nada que ver con eso.
—La película parece conservar algo del orden de lo humano, un costado vintage, como ocurría en “Cars” o “Toy Story”, que no eran sólo efectos visuales...
—Tiene también su cuota de acción y aventura, no es solamente una película que transcurre en una habitación, tiene mucha aventura, muchos decorados. Pero tenés razón que en su corazón, en su alma, es una historia pequeña, de un grupo de amigos, que se tiene que juntar y dejar sus diferencias de lado para luchar contra una amenaza más grande.
—Es así inclusive desde el título. El metegol es un juguete antiguo, sobre todo hoy, con tantos entretenimientos electrónicos...
—Mirá, la verdad que creo que el metegol se sigue jugando, se conoce. No con la popularidad de cuando éramos chicos. Obviamente el juego de elección sigue siendo el otro, pero al final, cuando van a un bar o a una reunión y tienen que jugar uno contra el otro, a los gritos y diciéndose cosas en la cara, van al metegol. Me parece que es más conocido entre los chicos de lo que creemos.
—¿Es una película para chicos?
—En realidad tiene mucho para adultos, no solamente guiños. Te diría que hay cosas que si bien nos hemos preocupado de que los chicos no se queden afuera y le encuentren otra lectura, hay cosas que, a full, a full, las van a entender los adultos. La primera exhibición fue con un público que no había trabajado en la película, ni sabía nada, y encima era un público duro, que era la prensa, se juntaron como trescientas personas, y la verdad que era lo mejor que podría haber soñado. Había risas, carcajadas toda la película, llanto, aplausos en el medio. La verdad que creo que hicimos una película que no sólo es para todas las edades, sino también que otro preconcepto que puede sufrir la película, es que es sólo para varones. Y la verdad que no, porque realmente es una historia de amor. Las nenas la disfrutan tanto como los chicos.
—En este caso también tuviste como guionista a Eduardo Sacheri, el mismo autor de “El secreto de sus ojos”. ¿Como fue pasar de los códigos de un policial duro a este caso donde es pura fantasía?
—Para mí no es tanta la diferencia porque de alguna manera es un retorno a mis películas anteriores, que tienen mucho que ver conmigo; sí el tema de la fantasía. Eso sí es una cosa nueva. Y bueno, se hace con instinto, pero siempre sufriendo incertidumbre si lo que estás haciendo está bien o mal. Pero bueno, así se hacen las cosas, siempre.
—Como sea te tenés confianza. Decías que salís a pelear con Pixar y DreamWorks...
—Ahora viendo la película terminada, y más después de empezar a ver la reacción de la gente, porque uno pierde mucho la distancia, para mal y para bien, al estar trabajando tres años en lo mismo, es absolutamente al azar. Lo que te parece bueno puede ser malo o bueno, y lo que te parece malo también puede ser malo o bueno. Es muy importante verlo con ojos frescos.
—George Lucas dijo que las películas no se terminan, sino que se abandonan. Después de tres años trabajando en la película ¿estás conforme con el corte que le diste?
—Realmente en este momento estoy muy seguro de la película. Estoy muy conforme. Tenía cierto margen para cambiarlo, lo podría haber cambiado, pero ya en los últimos meses no podía tocar un cuadro. Cuando entra en la etapa de iluminación y de animación ya no podés volver atrás con este presupuesto, pero durante mucho tiempo pude haber cambiado cosas y de hecho agregamos y fueron corrigiéndose cosas durante el proceso.
—”Metegol” también marca un salto tecnológico en la animación argentina. ¿Alcanzó con los recursos que hay en el país o tuvieron que resolver algunas cosas con la creatividad de la cual se habla y que tanto elogian algunos extranjeros?
—La respuesta a la primera pregunta, lamentablemente es no. Bueno, no, atenti: primero es una coproducción con España, o sea que algo se tenía que hacer en España. Se animaron veinte minutos de la película con un equipo español. Los otros 74 se animaron en Argentina. Había un par de rubros que no se habían hecho nunca en Argentina y tuvimos que traer gente de afuera, que vino bárbaro porque dejaron gente entrenada y el próximo no lo necesitaremos, pero sobre todo, en lo que sí excedió es en la capacidad nuestra de vender. Esto es: una vez que vos producís la imagen tenés que imprimir el fotograma. Vos tenés todo armado y lo tenés que imprimir como si fuera una fotografía. Y es muy complejo, son muchos personajes, en ese sentido no escatimamos nada. Tiene muchos más personajes y producción por fotograma que “Toy Story 3”. Tiene escenas con mucha gente, en un estadio de fútbol que son escenas de masa, enormes. Estábamos diez horas por fotograma. Son dos fotogramas por fotograma, porque es en estéreo, o sea en 3D. Es decir que son veinte horas por fotograma. Son 24 fotogramas por segundo, así que imaginate que la película dura 94 minutos. Hemos agotado la capacidad. Se necesita la capacidad de computación de cinco bancos. Sí, tuvimos que sacar algunas cosas de render. Así que sí, toda la creatividad se hizo aquí.
—También debutás en teatro...
—Ahora estoy dirigiendo “Parque Lezama”, que se estrena el 19 de agosto, con Beto Brandoni y Eduardo Blanco. Teatro ya había hecho como autor, pero nunca como director. Tenía muchas ganas, hace rato, de hacer algo con Eduardo en teatro. Esta es la mejor obra que vi en mi vida. La ví en el año 85 por primera vez. Siempre la quise hacer. Finalmente conseguí los derechos, la adapté a la Argentina, la traduje y me estoy dando el gusto.
—Y esperás el Oscar por mejor animación...
—Mirá, Dios te oiga. Ojalá (risas). La verdad que estaría bueno porque eso sí que sería un espaldarazo tremendo. Pero uno sólo puede desear en ese caso.